Retrato de la cuarta suicida
La palestina Heba Daragme, de 19 años, estudiaba filología inglesa y era muy religiosa
Heba Daragme se había vestido como si fuera una ocasión especial. En radical contraste con el atuendo tradicional de su foto distribuida por la Yihad Islámica, que reivindicó el atentado terrorista del lunes en la ciudad israelí de Afula, la estudiante palestina de Filología Inglesa, de 19 años de edad, iba maquillada, calzaba zapatos de tacón alto y llevaba un bolso en el que estaba la carga explosiva.
Cuando una chica de seguridad -de una edad similar a la suya- procedió a introducir el detector de metales en el bolso, Heba Daragme pulsó el detonador. La joven voló por los aires. Con ella murieron los dos vigilantes de seguridad que la rodeaban y un tercer ciudadano, árabe como Heba.
El perfil de Heba Daragme, la joven palestina que se inmoló este pasado lunes en la entrada del concurrido centro comercial Emekim de la ciudad de Afula, matando a tres ciudadanos israelíes e hiriendo de diversa consideración a otros setenta, volvía a sorprender a propios y extraños.
Daragme pasaba a ser la cuarta mujer suicida desde que comenzara la Intifada en octubre de 2000. Los carteles con la fotografía de la primera de ellas, Wafa Idris, siguen llenando las paredes del campo de refugiados de Al Amari, próximo a Ramala, donde se convirtió en todo un mito.
Está por ver ahora qué ocurre con Daragme, una vez que el nuevo Gobierno palestino encabezado por Abu Mazen, se ha comprometido a combatir los ataques suicidas. Y para ello, una de las cosas que deberá hacer es desmitificar el fenómeno, cortando radicalmente lo que el Gobierno israelí califica como incitación.
Con sólo 19 años se convertía en la segunda suicida más joven hasta la fecha. De las cuatro suicidas, la segunda de ellas contaba con 18 años cuando se inmoló. Estudiante de filología inglesa en la Universidad de Al Quds, Daragme había nacido en la localidad de Tubas, situada en el norte de Cisjordania. No obstante, según los servicios de seguridad israelíes debió partir desde la ciudad de Yenín o de una localidad árabe de Galilea para perpetrar el atentado, que inicialmente fue reivindicado por la Yihad Islámica.
Posteriormente fue también reclamado por las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, la milicia clandestina afiliada al movimiento Al Fatah, que además dieron a conocer su identidad dentro del comunicado.
No obstante, fuentes de la investigación parecen haber llegado a la conclusión de que recibió los explosivos de la primera organización, pero fue conducida hasta su objetivo por activistas de la segunda, ejecutando así una "operación conjunta".
La suicida palestina era, según sus más íntimos allegados, una persona muy religiosa y sensible. La menor de ocho hermanos -de los cuales uno está recluido en una prisión israelí-, Daragme quiso cargar toda la responsabilidad familiar sobre sus hombros y hacer algo para vengar el sufrir de los suyos. Quizás actuó así por voluntad propia o quizás manipulada por unas organizaciones que cada vez parecen tener menos escrúpulos a la hora de seleccionar y preparar a sus bombas humanas.
Aunque ya fuera de una forma u otra, al final el resultado fue el mismo. El mismo que el de los otros cuatro atentados ocurridos en un espacio de tan sólo 48 horas en Hebrón, Jerusalén y Kfar Darom, que tras causar diez muertos y un centenar de heridos, han venido a reducir más si cabe el nuevo diálogo institucional abierto por los Gobiernos israelí y palestino, y una Hoja de Ruta cuya viabilidad vuelve a ser cuestionada.
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