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Reportaje:

Desterrado en su propia casa

Una lesión obliga a Gárate, cuarto clasificado el año pasado, a ver el Giro por televisión

Juanma Gárate, ciclista irundarra del equipo italiano Lampre, podía estar ahora codeándose con los mejores del Giro de Italia: su jefe de equipo Casagrande, Garzelli, Savoldelli, Aitor González... Pero no. Debe conformarse con dar vueltas por su casa, reconcomiéndose las entrañas, esperando que su rodilla termine de cicatrizar. Al menos él lo quiere ver "desde el lado positivo: ya estoy curado".

Gárate no es Beloki, ni Aitor González o Sevilla. Se le considera un actor secundario. De los mejores, pero secundario. Sin embargo, en su currículo tiene un logro al que muy pocos han llegado: cuarto clasificado en el Giro de Italia del año pasado, sólo superado por Savoldelli, Hamilton y Caucchioli. Él, un mero ayudante, terminó por delante de su entonces capo, el ruso Pavel Tonkov (quinto), y también de Aitor González (sexto), la gran sorpresa del ciclismo español de la campaña pasada tras ganar la Vuelta.

Ése fue el año de Juanma Gárate. El año en que él, un emigrante, confirmó que no se equivocó al ir a la desesperada, y a la aventura, al extranjero para buscar un equipo que le quisiera. Demostró que, aunque tenga menos prensa y todavía pase desapercibido entre el pelotón, tiene más madera que la mayoría.

Pero a Gárate le ha llegado el anverso. Esta temporada, a sus 27 años, se ha perdido el Giro por culpa de una lesión de rodilla. Durante la Vuelta a España del año pasado se cayó con Odriozola, Chaurreau y otros. Pudo terminar la etapa, pero ahí se despidió su participación. No pudo reeditar la victoria de etapa del año anterior, en una lluviosa jornada en Vinarós (Castellón). "En la caída me golpeé las dos rodillas. Me dieron puntos y parecía que se había curado. Todo iba normal, así que a finales de año volví a los entrenamientos con normalidad", recuerda. Pero un día de enero, mientras se entrenaba cerca de su casa le surgió un dolor en la rodilla derecha, curiosamente la que mejor salió parada de la caída. "Al final me hicieron una artroscopia", explica "y vieron que tenía una plica, una especie de tela que había que quitar". Le intervinieron el 11 de abril. A las dos semanas ya estaba otra vez sobre la bicicleta. Sin embargo, no tenía tiempo suficiente de llegar al Giro en unas mínimas condiciones. "Quería demostrar que no era cosa de un año. Aunque no repitiera el mismo puesto, quería que me vieran", se lamenta el ciclista.

El calendario de esta temporada se lo va a marcar la rodilla. "Para mí ahora es como si fuera diciembre". Es decir, entrenamientos sosegados por la mañana y descanso por las tardes. "Aunque no paro quieto, no me gusta tumbarme sin hacer nada", aclara. La semana pasada siguió la Vuelta al Bidasoa de aficionados, como comentarista de la cadena SER en Irún. También tiene tiempo para ver a sus compañeros en el Giro. Por televisión, claro está. Es entonces cuando más le pesa no estar allí, junto con su compañero Patxi Vila, navarro de Vera de Bidasoa, otro emigrante de lujo.

Esperando la Vuelta

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A falta de Giro, buena será la Vuelta. Juanma Gárate no empezará a "hacer acto de presencia" en las primeras competiciones hasta el mes próximo. En julio se dedicará a carreras de un día y, por obligación, el mes de septiembre deberá ser su punto de referencia, no sólo porque entonces debe llegar en su mejor momento de la temporada, sino porque a finales de este año termina su contrato con el Lampre. De momento, la renovación no le quita el sueño, porque hay interés por ambas partes en continuar la relación. "Pero no quiero seguir así como así. Quiero dejarme ver".

En su equipo, de todos modos, no se olvidan de que en 2001, aunque no estaba escrito en el guión, él aportó una ayuda imprescindible para que Gilberto Simoni ganara el Giro. Tras la marcha de éste al Saeco, ahora su jefe es Casagrande. Pero él también lo quiere a su lado, aunque ahora viva un pequeño y forzado destierro en su propia casa.

Ciclista por accidente

Juanma Gárate es ciclista, en parte, por accidente. Cogió la bicicleta por primera vez por prescipción médica. Tenía un pie maltrecho a causa de su afición al fútbol. Golpeaba al balón y le ocasionaba dolor. Un doctor le recomendó el ciclismo, un deporte que, salvo cuando se producen caídas, no requiere tanto contacto y no es tan traumático.

Gárate se tomó en serio la bicicleta. Tanto que empezó a competir, destacó y ganó carreras. Estaba en el lugar adecuado, el Iberdrola aficionado, considerado el filial del grupo ONCE-Eroski. Pero, como otros, no tuvo la suerte necesaria. Llegó un momento en que debió tomar la decisión más arriesgada, y acertada, de su carrera deportiva: abandonar la bicicleta o emigrar. En compañía de su representante, con contactos en Italia, se presentó allí. El Lampre le captó y ya no le ha querido soltar. Al fin y al cabo, es una buena mano de obra.

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