Ibagaza reina en el Camp Nou
El Mallorca derrota a un Barcelona muy pobre tras dominarle de principio a fin
Malquerido como se siente e incapaz como se muestra, el Barcelona vagabundea por el campeonato, sometido por equipos del norte y del sur, insulares o peninsulares, del centro o la periferia, como si la UEFA le diera lo mismo que la Intertoto. El Mallorca le tuvo anoche a pan y agua, y si durante un ratito le dejó revolotear acabó por rematarle cuando Riquelme quería disputarle a Ibagaza el título honorífico de mejor jugador del encuentro. Ibagaza le puso el punto de calidad a una contienda sin chicha ni nabo, indiferente, y que confirmó punto por punto los desajustes del Barcelona, un equipo que se vence a la que encaja un gol, incapaz de cualquier remonte.
Ha perdido juego el Barcelona, si es que algún día lo tuvo; a Antic le resulta cada vez más difícil cuadrar la alineación, ya sea por su culpa o de los jugadores; y la hinchada no está por la labor sino que se distrae con los tenderetes electorales o se pasa el día tomando el sol, de manera que al campo va poca gente militante y menos futbolera.
BARCELONA 1 - MALLORCA 2
Barcelona: Víctor Valdés; Gabri, Christanvaal, Andersson (Reiziger, m.81), Sorín; Mendieta (Riquelme, m.45), Cocu, Gerard, Luis Enrique; Kluivert y Saviola.
Mallorca: Miki; Cortés, Nadal, Lussenhoff, Poli; Marcos, Lozano; Novo (Campano, m. 78), Ibagaza, Riera (Carlos, m.82); y Eto´o.
Goles: 0-1. M. 22. Sorín rechaza mal, Novo remata, Kluivert se interpone y despista a Valdés. 1-1. M. 72. Riquelme habilita a Gabri y el lateral toca para la llegada de Kluivert, que remacha en el primer palo. 1-2. M. 88 Ibagaza habilita a Carlos, que se planta ante Valdés y le cruza la pelota sobre su salida.
Árbitro: Turienzo. Expulsó a Gabri (m.90) y amonestó a Gabri, Marcos, Poli, Lozano.
Camp Nou: unos 50.000 espectadores.
A la falta de entusiasmo, por no decir interés general, se han añadido otros problemas como la ausencia de critero por la lesión de Xavi o de desborde desde que no está Overmars. El asunto se agravó ayer por las bajas de Puyol y De Boer, que invitaron al Mallorca a entrar a saco en el área local. Espantado quizá por el cambio obligado en la portería -a Leo Franco se le murió la madre-, Manzano tapó más de la cuenta a su equipo, que perdió la voracidad y agresividad ofensiva que tanto le han distinguido en campos tan serios como Chamartín. Para gobernar el encuentro, en cualquier caso, le bastó el sentido común, una organización defensiva, el mando de Ibagaza y la seguridad que, tal y como estaba el patio, el Barça se condenaría en cualquier jugada.
El gol de Novo expresó todas las calamidades azulgrana: la falta que le pitaron a Mendieta, que no se sabe muy bien si era sancionable o no; el fallido rechace de cabeza de Sorín, que en lugar de matar la jugada dejando pasar la pelota la pone en juego, a merced de la llegada de Novo; y el remate del volante, que es habilitado por Kluivert, que pasaba por allá, como quien no sabe donde ponerse. Una acción recriminable de principio a fin y, sin embargo, propia de equipo descosido, sin pies ni cabeza, irracional. A su rescate acudió de nuevo Valdés, que en dos mano a mano delicados, le permitió a Antic recomponer la alineación en el descanso, que significa ni más ni menos que recurrir a Riquelme.
Para nada mejoró el equipo, más jorobado que nunca, peleado con la pelota, a merced de un adversario muy guapo en el entrejuego, magníficamente dirigido por el pequeño Ibagaza, pero con el punto de mira desviado. Echó en falta a Pandiani para cerrar el partido cuando lo tuvo en su regazo y le sobró Víctor Valdés, un pulpo frente a Eto´o.
Maledado, el Barcelona se lo dejó hacer todo durante una hora. Le falta carácter y talento en la misma proporción, así que no se sabe muy bien que es lo que tiene. Le queda el arte de futbolistas que tienen vida por si solos, y ninguno como Riquelme. El argentino generó una jugada preciosa, bien conducida por Gabri y rematada por Kluivert, pero el gol del empate avivó al Mallorca. Manzano metió a Carlos e Ibagaza no tardó en conectar con el pequeño delantero y certificar la superioridad de su equipo, colectivamente e individualmente.
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