Bélgica decide hoy si revalida su 'arco iris' político o apoya la opción democristiana
Liberales y socialistas son favoritos para estas elecciones, mientras los verdes pierden fuelle
Bélgica, junto a Alemania, Suecia y Grecia, ha resistido al avance conservador en la Unión Europea. La coalición de liberales, socialistas y verdes, el llamado arco iris, que en 1999 acabó con 50 años de poder democristiano y ha modernizado profundamente el país, intenta hoy reafirmar su mayoría en pleno descenso de la popularidad de los verdes y una clara recuperación socialista. El actual primer ministro, el liberal flamenco Guy Verhofstadt, podría repetir, pero el complicado panorama político belga y los empates abren incluso la opción del regreso de los democristianos.
Los grandes fiascos de esta legislatura no han hecho mella en las dos familias en el poder
Los sondeos prevén la recuperación de los socialistas, sacudidos por varios escándalos
Bélgica ocupa el cuarto lugar en índice de desarrollo humano, según datos de Naciones Unidas. Sus niveles de riqueza real, educación y esperanza de vida sólo los superan Noruega, Suecia y Canadá. En los últimos cuatro años, los cambios de nuevo signo se han acelerado. Ha despenalizado la eutanasia y el consumo de cannabis, ha legalizado el matrimonio entre homosexuales, ha creado un fondo de envejecimiento para afrontar el pago de las pensiones sin recortes sociales, ha rebajado los impuestos de sociedades, ha condenado a muerte a la energía nuclear, ha permitido la clonación terapéutica y ha promovido una minicumbre europea con Francia y Alemania (además de Luxemburgo) con la idea de alentar una auténtica defensa común al margen de la OTAN y de Estados Unidos.
El primer ministro, Guy Verhofstadt, que esta semana ya ha empezado a barajar nombres para su próximo Gabinete, promete seguir modernizando el país, reformando la justicia y aligerando de burocracia al aparato estatal. Su partido apuesta por garantizar una pensión pública mínima que sea complementada con seguros privados, pero si los socialistas siguen siendo imprescindibles para gobernar, como prevén las últimas encuestas, Bélgica promete mantenerse a contracorriente y no acometer reformas que están generando importantes protestas sociales en otros rincones europeos.
"No se van a tocar las pensiones, porque es nuestra condición para participar en el poder", afirma a este periódico la ministra socialista de Empleo, Laurette Onkelinx.
Según todos los sondeos, los grandes fiascos de esta legislatura no han hecho mella en las dos grandes familias en el poder, liberales y socialistas. Se computan entre los fracasos la quiebra de la compañía aérea Sabena -participada en un 49% por el Estado-, la reforma del funcionariado, la lentitud de la justicia (la última fecha convocada para el inicio del juicio al pederasta Marc Dutroux es la de principios de 2004 para unos delitos cometidos en verano de 1996) o el impedir el derecho al voto de los inmigrantes.
Pero, como dice el secretario general del sindicato socialista FGTB, André Mordant, todas las posibilidades están abiertas en un país dividido en tres regiones totalmente autónomas (Flandes, Valonia y Bruselas capital), en el que los partidos flamencos y valones, del mismo signo, no siempre son equiparables. De hecho, la actual coalición gubernamental está formada en realidad por seis partidos, porque cada gran familia se compone de dos partidos: uno flamenco y otro francófono, y el mayor peso lo tiene siempre el primero, dado que los flamencos son el 60% de la población belga.
Las cábalas
Los más recientes sondeos arrojan una recuperación importante de los socialistas, que se vieron sacudidos en el pasado por varios escándalos de corrupción, como el de Augusta. Una recuperación que se registra incluso en Flandes (en Valonia ya fue el partido más votado en 1999), lo que ha servido para disparar las especulaciones sobre la posibilidad de un primer ministro francófono, algo insólito en Bélgica, y se ha lanzado el nombre de Elio di Rupo, el presidente de los socialistas valones.
Sin embargo, los liberales belgas parecen haberse radicalizado en las últimas semanas. Los verdes valones han abandonado el Gobierno hace dos semanas por un asunto aparentemente menor (las rutas aéreas nocturnas sobre Bruselas), tras mantener un duro enfrentamiento con los liberales.
"Ahora nos acusan de todos los males", dice la senadora de Ecolo Marie Nagy. "Pero yo creo que es sólo ruido electoral, porque seguimos manteniendo una expectativa de voto del 15%, la más interesante de toda Europa".
Los liberales tienen claro que los verdes van a ser los grandes perdedores en estas elecciones generales y no ocultan su preferencia por una coalición, "más natural", con los democristianos, que en el lado francófono tienen por líder a una mujer muy bien valorada en las encuestas, Joelle Milquet. Los socialistas, sin embargo, podrían forzar la permanencia de los verdes en el poder y mantener el arco iris actual.
La extrema derecha flamenca, que en algunas ciudades como Amberes logró el 30% de los votos en las últimas elecciones municipales, avanza un poco, pero no representa una amenaza importante a nivel federal. El Vlaams Blok obtuvo en 1999 el 15,6% de los votos flamencos, y el Frente Nacional, el 4,1% de los votos valones. Los sondeos les auguran un máximo del 18,1% y del 6,9%, respectivamente, y el resto de los partidos no les ofrecen posibilidad alguna de coalición. De hecho, en Amberes todas las fuerzas políticas se unieron para cortar el paso a un Vlaams Blok con una fuerte tendencia de extrema derecha que exige la independencia de Flandes.
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