Los nuevos 'narcos'
Aunque parezca increíble, las mafias de los grandes capos de la droga se acabaron en Colombia. Las épocas de los poderosos carteles de Cali y Medellín son cosa del pasado. Ahora quienes están inundando de cocaína Estados Unidos y el mundo son una confederación de cartelitos, integrados por narcos de una segunda generación que manejan un perfil muy distinto al de los capos de sombrero de ala ancha, gafas negras y collar de oro. Ya no tienen la intención de pavonearse ni exhibir su riqueza. Ahora se mueven a través de pequeñas oficinas clandestinas que llaman boutiques.
Los llamados capos de última generación, hombres y mujeres cuyas edades en pocas ocasiones superan los 40 años, procuran mantenerse en el anonimato, sobre todo en las grandes ciudades. No les interesan los medios de comunicación. Y aunque ya no defienden nombres de territorio, sino su buen nombre y la calidad del producto (algo así como la imagen corporativa), estos nuevos narcos forman parte del grupo significativo de organizaciones independientes que operan por toda Colombia. "Técnicamente no son carteles, sino un sinnúmero de organizaciones que se unen para realizar envíos grandes. Se caracterizan porque dentro de esas organizaciones nuevas hay especialidades: un grupo controla los precursores, otro la producción, otro la distribución y otro más las rutas", cuenta a la revista Semana el representante del programa de la ONU para la fiscalización internacional de drogas, Klaus Nyholm.
Los llamados 'capos de última generación', hombres y mujeres menores de 40 años, procuran mantenerse en el anonimato, sobre todo en las grandes ciudades
Los asesores de los 'capos' sirven para todo, desde conseguir una orquesta y mujeres para una parranda hasta comprar propiedades en otros países
Los 'capos' manejan un ritmo de vida que les permite desayunar en La Guajira, almorzar en Leticia, cenar en Bogotá y dormir en una de sus fincas en el Valle
Para esa segunda generación trabajan unos lugartenientes de la Mafia que son totalmente evasivos en cuanto a su actividad comercial, pero que aún les gusta mezclarse con la sociedad en discotecas, gimnasios, clubes, y les encanta lucir su éxito y su plata.
Pero el negocio de la droga, como tal, tiene hoy un estilo diferente.
¿Cómo funciona el negocio?
Para las autoridades, hoy en día un cartel es una red de oficinas donde trabajan, sin conocerse, cientos de personas. Sólo en el proceso de producción de la droga se mueven: proveedores de semilla, cultivadores, raspachines [campesinos que cultivan la coca y la amapola], cocineros, empacadores, transportadores y vigilantes. En el país hay unos 30 grupos expertos en el manejo de estas actividades y quienes conocen del negocio aseguran que se produce una cocaína de muy alta calidad. "La llamamos excelsa, y tiene un grado de pureza hasta del 102%. En Colombia, el kilo se vende en cinco millones de pesos (1.554 euros). En Miami, ese mismo kilo se coloca en 10.000 euros. En Nueva York, en 15.000, y en Europa, en 25.000", explica un experto en el negocio.
Más sorprendente aún es la teoría que sostiene el general Francisco René Pedraza, comandante de la Tercera División del Ejército, con sede en Cali, quien dice que "el precio de la droga en Estados Unidos fluctúa como en cualquier otro mercado de acuerdo con los riesgos, la oferta y la demanda. Por eso con cada atentado que hay en Colombia los inversionistas americanos proyectan una ofensiva contra los productores de droga y el precio sube, como sucedió tras la tragedia de El Nogal. Al otro día del atentado, el kilo de coca, precio mayorista en Estados Unidos, subió a 25.000 dólares", sostiene el oficial.
De acuerdo con estos precios de la cocaína, y teniendo en cuenta que los narcotraficantes sacan de Colombia alrededor de 1.000 toneladas al año, es evidente que el negocio está igual o mejor que antes. Basta con observar el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, con sede en Washington, en el que se revela que 3% del PIB (producto interno bruto) de Colombia, o sea, seis billones de pesos o 2.000 millones de dólares, proviene del dinero del narcotráfico. Otros cálculos llegan al 10% del PIB.
Y por si esto fuera poco, en el último informe sobre Estrategia Internacional de Control de Narcóticos del Departamento de Estado se asegura que la tonelada de cocaína proveniente de Colombia se vende en las calles de Estados Unidos a 100 millones de euros, y dos veces más si se le han agregado otras sustancias. Ponen este ejemplo: "123 toneladas de cocaína colombiana tendrían un valor en las calles de Estados Unidos de más de 12.000 millones de dólares. Aun si una parte de estas utilidades regresara a las organizaciones de drogas, no se trataría de cientos de millones, sino de miles de millones de dólares", dice el informe del Departamento de Estado.
Trabajar en 'celdas'
No es gratuito que cada día más personas se metan en el negocio y cada una tiene una especialización. Pero muchas de ellas trabajan en celdas. Es decir, que una persona que trabaja como cocinero jamás conocerá a uno que trabaja en la oficina de contabilidad. Esto asegura al capo que su organización está protegida frente a las delaciones y traiciones que tan a menudo se dan en el mundo de la Mafia.
Existen otros asesores que ayudan a la organización a comprar las armas, les consiguen los elementos para procesar la coca y hasta las mujeres. "Los asesores sirven para todo, desde conseguir una orquesta y mujeres para una parranda, hasta comprar propiedades en otros países", señala el comandante de la Policía en el Valle del Cauca, coronel Álvaro Caro.
De manera independiente trabajan los especialistas en productos químicos que aprovisionan los centros de producción. Después están los colaboradores financieros y administrativos, que se encargan de que a la gente de la producción no le falte nada, de cobrar y de pagar los envíos de la droga. Luego están los que dominan las rutas terrestres, aéreas y marítimas. Se ha detectado que son más de 50 estructuras las que realizan esta labor.
Y les siguen los colaboradores que lavan el dinero y manejan las inversiones lícitas, más conocidos como testaferros. La cadena, además, la integran contables, abogados, contrabandistas, pilotos, asesores financieros, y, por último, está el grupo de escoltas especializados y sicarios reclutados de la delincuencia común, quienes se encargan de ejecutar labores de convencimiento, control interno y ajuste de cuentas. "Hoy en día los muchachos que están haciendo los encargos tienen entre 13 y 14 años, ellos saben que metiéndose a trabajar con la Mafia se aseguran un futuro que en otro trabajo no tienen, y todos van con la esperanza de llegar algún día a ser el gran capo del cartel", cuenta un integrante de este tipo de organizaciones en el norte del Valle.
De esta segunda generación del narcotráfico las autoridades han identificado 162 grupos, de los cuales 40 ayudan a financiar a la guerrilla y a las autodefensas, y por lo menos 4.000 personas, conocidas como traquetos, se mueven dentro del negocio.
La mano de los 'manitos'
Aquel conocido concepto empresarial denominado outsourcing no podría entenderse entre los narcos colombianos sin la alianza que tienen con los grandes carteles de la Mafia mexicana, que es la encargada de recibir la droga e introducirla en el mercado estadounidense a través de sus 5.200 kilómetros de frontera. "Los lazos con los mexicanos son muy fuertes, pero ha cambiado la relación de poder, ya que, a diferencia de años atrás, hoy son ellos y no los colombianos los que controlan la parte final del negocio, que es la más rentable, el ingreso a Estados Unidos", dice Nyholm, del programa de fiscalización de la droga de la ONU.
La explicación del negocio se entiende más con el ejemplo que dio un narcotraficante: "Ahora es menos complicado. Los mexicanos se encargan de bajarla en su costa y les pagamos con el 50% de la inversión. Es decir, si coronamos 10 toneladas, cinco son nuestras y cinco de ellos".
La manera más común que utilizan para sacar la droga es en lanchas rápidas, y el sitio preferido, los 1.600 kilómetros del Pacífico colombiano. El año pasado la Armada Nacional se incautó de 57 toneladas de cocaína, y en lo que va de éste le han quitado a la Mafia 19 toneladas del alcaloide.
"De las 57 toneladas, el 60% salieron por las zonas aledañas a Tumaco. Es una región inhóspita, llena de canales, en donde ya no es necesario que utilicen los puertos para alcanzar el mar. El Caribe está muy controlado, pero el Pacífico es ideal porque es mucho más extenso y no es posible ejercer un control tan estricto", sostiene el almirante Mauricio Soto, comandante de la Armada Nacional.
Ese control que ejercen las autoridades y los decomisos y acciones contra el lavado de activos obligaron a los nuevos narcos a diversificar sus acciones y formar pequeñas estructuras regionales que dividen las utilidades. Según comenta un oficial de antinarcóticos: "Ahora se ha vuelto común que un cargamento no tenga un solo dueño, como ocurría antes. Ahora, varios narcos amigos se asocian para realizar un envío y dividen los gastos que esto implica. Lo que buscan con eso, aparte de negar una cabeza visible, es reducir los riesgos, porque si el cargamento es decomisado las pérdidas no serán tan grandes porque también se dividen", asegura el oficial.
El sur, en la mira
Ese salto generacional en el mundo de la Mafia se ve muy marcado en el norte del Valle del Cauca porque las autoridades colombianas y estadounidenses enfilaron sus baterías contra el narcotráfico en el sur del país. Ahora la guerra se trasladó hacia esa zona, en donde se tienen identificados amigos que manejan el negocio y traquetos que están a su servicio. "Le hemos dado mayor entrenamiento a la Brigada Antinarcóticos para aumentar su movilidad. Sin embargo, ahora se ve que muchos laboratorios están operando en Nariño. Necesitamos un fuerte impacto contra el narcotráfico en el sur del país", sostiene la embajadora de EE UU, Anne Patterson.
Otra característica de los nuevos capos es su don de la ubicuidad. Saber dónde están ha resultado imposible para las autoridades. "Los capos manejan un ritmo de vida que les permite desayunar en La Guajira, almorzar en Leticia, cenar en Bogotá y dormir en una de sus fincas en el Valle", afirma el coronel Caro, comandante de la Policía en el Valle.
Pero resulta paradójico que en los territorios, en este caso los del Valle, en que se mueven los nuevos narcos, Trujillo, La Unión, Versalles, Roldanillo, Bolívar, Restrepo, Zarzal, Cartago, La Victoria, Tuluá y Andalucía, entre otros, la sociedad ha convivido con ellos. Y aunque no es la primera vez que figuran en informes de inteligencia, hasta hace sólo nueve meses la Policía y la DEA los tienen en la mira como objetivos.
Uno de ellos es Diego Montoya Henao, conocido como Don Diego. Es el narcotraficante colombiano más perseguido actualmente. Tiene 43 años, y, según los registros de antinarcóticos de la Policía, se inició en el mundo de la droga como ayudante de los hermanos Urdinola Grajales, ex jefes del llamado cartel del norte del Valle del Cauca.
Desde octubre del año pasado el nombre de Don Diego fue incluido por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en su lista de traficantes sujetos a sanciones económicas, y figura en la lista del FBI como uno de los terroristas más buscados del mundo.
La Policía y la DEA intentaron infructuosamente conseguir colaboración para capturarlo con fines de extradición, lanzando afiches desde avionetas, en los que se ofrecían 1.000 millones de pesos (311.000 euros) por su cabeza.
Informantes que apetecían el jugoso botín les dieron pistas a las autoridades, pero, como en los viejos tiempos de las grandes fugas de los capos, Don Diego se les ha escapado varias veces.
La última vez fue en un espectacular operativo hace ocho meses cuando 30 hombres de la CIA, la DEA, el FBI y la Policía colombiana sobrevolaron en helicópteros el lago Calima, un embalse artificial a media hora de Buga, en el Valle, rodeado por casas campestres. La operación tenía que ser sorpresa, con tan mala suerte que los helicópteros se demoraron en llegar y dicen que Don Diego tuvo todo el tiempo del mundo para planear su escape. Más aterrados quedaron aún los hombres de las agencias federales y de la Policía cuando se enteraron de que Don Diego no estaba solo. Con él se encontraban Miguel Solano y Ever Villafañe, dos hombres reconocidos en el mundo de las drogas.
El buen negocio para todos
Es evidente el esfuerzo de la Policía, del Ejército y de la Armada por combatir al narcotráfico, pero también es cierto que el negocio de la droga continúa más rentable que nunca y cada día tiene más aliados.
Por algo Paul Collier, director del grupo de investigaciones del Banco Mundial, señala que "los narcotraficantes reciben 5.000 millones de dólares anuales del comercio de la droga que sale de Colombia". Y el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz reiteró, en su reciente viaje a Colombia, que "existe una doble moral de Estados Unidos sobre el negocio de las drogas y sobre los miles de millones de dólares que le ingresan a su torrente económico".
Pero, a la par de la ilegalidad de la industria de la droga, los narcos han invertido en tierras colombianas una buena parte del capital acumulado.
El más reciente informe del Incora revela que los narcos tienen tierras en un 85% del Valle, en el 71% de los municipios antioqueños, el 84% de Córdoba, en el 75% del Quindío, el 70% de Cundinamarca, el 60% en Risaralda y el 66% del Magdalena, La Guajira y Tolima.
El Valle del Cauca presenta el mayor incremento de ingresos de la droga en su economía, pero particularmente los narcotraficantes de esa región han comprado tierras en siete municipios del nororiente del Cauca y en Nariño para poder justificar sus ganancias, según dijo la última investigación de Fedesarrollo.
Por ahora la guerra contra las drogas se trasladó al sur del país. Mañana las autoridades enfilarán sus baterías hacia cualquier parte del territorio colombiano.
© Semana.
Cómo son los 'capos de última generación'
LA PASADA GENERACIÓN de narcos, de la que formaba parte Pablo Escobar, se caracterizó por buscar el reconocimiento y el respeto de la sociedad mediante la intimidación y la violencia. Errores como éstos, que pagaron con la vida o con la cárcel, se transformaron con el tiempo en una valiosa lección para los llamados capos de última generación. El uso de la fuerza como elemento principal para lograr sus objetivos ha sido desplazado por un gran poder de persuasión basado en la corrupción.
La seguridad también hace parte de las diferencias. Antes, los narcos se desplazaban rodeados de impresionantes dispositivos de seguridad, conformados por numerosos vehículos y hombres armados. Ahora no sólo se movilizan en automóviles de gama baja o de uso popular, sino que difícilmente se les ve rodeados de guardaespaldas, lo que les permite confundirse con los ciudadanos comunes y tener acceso sin resistencia a sitios públicos.
A diferencia de los viejos capos, los nuevos buscan trabajar esencialmente con destacados profesionales en distintas ramas. Ahora, analistas de inversiones se encargan de manejar profesionalmente el portafolio del negocio y tienen un pequeño grupo de profesionales especializados en diversas áreas, como transporte, comunicaciones y, especialmente, tecnología. Los nuevos ven al narcotráfico como una industria o una empresa formalmente constituida, y no como una actividad al margen de la ley.
Si bien el prototipo del capo ha cambiado, no así el de sus lugartenientes. Éstos han recobrado ciertos estereotipos del pasado que los hace bastante visibles.
El 'capo'
Accesorios: han abandonado el apego por los costosos relojes de oro con incrustaciones de diamantes. No utilizan gruesas cadenas, anillos, ni esclavas.
Coches: se movilizan en vehículos de gamas intermedia e incluso baja.
Ropa: se visten con ropa que generalmente no es de grandes diseñadores. Pueden ir con vaquero, camiseta y zapatos adquiridos en cualquier almacén de cadena.
Dinero: atrás han quedado aquellos capos que llegaban a un restaurante o discoteca y pagaban en efectivo la cuenta de todas las personas del local.
Mujeres: sus acompañantes son, al igual que ellos, discretas.
Casas: aunque están ubicadas en los mejores lugares de cada ciudad, las fachadas y la decoración interior son discretas. No tienen baños chapados en oro ni excesos de mármol.
Armas: evitan llevar armas, y si las portan, lo hacen discretamente.
El lugarteniente
Accesorios: es común el uso de relojes costosos. Prefieren los de estilo deportivo de gran tamaño.
Coches: prefieren las costosas camionetas 4×4 blindadas o con apariencia de serlo.
Ropa: de diseño. Está de moda vestir camisetas negras apretadas y pantalones negros y calzar zuecos.
Dinero: aunque no son ostentosos, sí buscan que en los lugares públicos se den cuenta de que tienen dinero.
Mujeres: son generalmente muy llamativas. Son evidentes las operaciones estéticas en ellas, al igual que su forma de vestir, camisas ombligueras y pantalones muy apretados. Son exhibidas como trofeos.
Casas: muebles y accesorios costosos. Las fachadas evidencian su nuevo estatus financiero. El mármol salta a la vista, y el oro brilla.
Armas: portan visiblemente costosas pistolas de importación.
Bólidos en alta mar
SEGÚN DATOS DE LA DEA, el 92% de la droga que sale de Colombia lo hace por vía marítima y en lanchas rápidas llamadas go fast, que envidiaría la misma aduana de EE UU. Transportan de 500 a 4.000 kilos de cocaína y utilizan entre dos y cinco motores fuera borda. Esto les facilita alcanzar velocidades cercanas a los 80 kilómetros por hora. Partiendo desde el norte de La Guajira, una lancha de éstas llega a Aruba en tan sólo dos horas, y si sale de Buenaventura, puede alcanzar las costas mexicanas en 76 horas.
Estas lanchas están dotadas de sofisticados equipos de navegación, como GPS (sistema de posicionamiento global), sistemas de comunicación vía satélite, y disponen de lentes de visión nocturna. Tienen una gran autonomía de viaje gracias al uso de hasta 20 bidones de gasolina de 55 galones cada uno, lo que les permite contar con tanques adicionales y reaprovisionarse en alta mar a través de los buques nodriza, especialmente barcos pesqueros. Generalmente son de color negro, azul o verde, lo que les permite camuflarse en el mar.
La go fast más económica cuesta entre 60.000 y 80.000 dólares, pero la última generación puede superar los 100.000. Logran transportar entre dos y cuatro toneladas de cocaína, están provistas de dos motores y dos turbinas internas, y su diseño, copia de un bote de carreras italiano, le permite superar los 100 kilómetros por hora. En cada go fast viajan entre tres y cuatro personas. Un piloto, que recibe por viaje 100.000 dólares; un ayudante, que gana 50.000 dólares, y uno o dos tripulantes, que reciben 20.000 dólares cada uno. En algunas travesías, los dueños de la droga envían a una persona de confianza para vigilar que la droga llegue a su destino.
La mayoría de estas lanchas son de importación, aunque las nuevas generaciones de narcotraficantes han creado astilleros para hacer sus propias go fast. "En los últimos seis meses, varios de estos astilleros criollos han sido descubiertos por la Armada, escondidos en esteros (canales navegables con salida al mar) de la selva entre Buenaventura y Tumaco. Estas nuevas lanchas pueden transportar hasta seis toneladas de cocaína.
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