La verdadera decadencia
La decadencia está en el toro. Es una perogrullada, pero conviene recordarlo de vez en cuando. Han acabado con el poderío, la casta, la fiereza, la bravura y todas las cualidades que algún día adornaron al toro de lidia. El de hoy es un animal enfermo, debilucho, inválido y manso, más parecido a la mula de carga que a la vaca que lo trajo al mundo.
De todos modos, la verdadera decadencia reside en la aceptación diaria del fraude por un público de feria indocumentado y benévolo al que han convencido de que debe abonar un dineral para ver a unos cuadrúpedos rodar por la arena y a unos señores vestidos de oro que hacen alardes de valor ante un cadáver. Este público es el primer defensor del sistema implantado por los taurinos y no duda en recriminar a quien se resiste ante la tomadura de pelo. Ayer, sin ir más lejos, mientras unos protestaban la manifiesta invalidez del primer toro de Morante, otros gritaban: "Lo que tienen que hacer es prohibirles la entrada".
San Lorenzo / Jesulín, Morante, García
Toros de Puerto de San Lorenzo (tres rechazados en el reconocimiento), -el 5º, devuelto por inválido-, mal presentados, inválidos y descastados; el sobrero de El Serrano, noble e inválido. Jesulín de Ubrique: media estocada y un descabello (silencio); un pinchazo y casi entera caída (silencio). Morante de la Puebla: seis pinchazos, un descabello -aviso- y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y casi entera perpendicular (silencio). Iván García, que confirmó la alternativa: -aviso-, dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo y estocada tendida (oreja). Plaza de Las Ventas, 16 de mayo. 6ª corrida de feria. Lleno.
A eso se llegará, sin duda si esta Fiesta continúa por los derroteros actuales. Pero no será necesaria la prohibición; se irán solos, perdida la ilusión y la esperanza.
Mientras tanto, deben aguantar tostones como el de ayer, protagonizados por toros de feas hechuras, inválidos, descastados e inservibles para despertar la más mínima emoción. A pesar de todo el público entusiasta aprovecha cualquier motivo para aplaudir, y otros, como la familia de al lado, para ponerse morados. Cuando el aburrimiento se apoderaba de la plaza, sus tres integrantes dieron buena cuenta de suculentos y hermosos bocadillos de jamón, una cajita de donuts y unas rosquillas bañadas en crema. El padre de familia coronó la gesta con un puro de aquí te espero. A ver quién es el guapo que convence a esta familia de que la Fiesta está en decadencia. Pero así es la vida.
La decadencia también se contagia. No hay más que mirarle la cara a los toreros: qué tristeza, qué aflicción, qué agobio, qué falta de inspiración... Cualquiera diría que Jesulín lo intentó después de su obligada ausencia. A su primer toro lo protestaron con energía por su manifiesta invalidez. El presidente resistió y el toro sorprendió a todos. Era una sardina, pero se movió con celeridad y pudo con Jesulín. Su faena resultó desordenada, desligada y sin hondura. Quiso arreglarlo en el otro, pero la falta de casta se lo impidió. Morante es la tristeza misma. Ausente, cansado y sin ideas, dibujó tres verónicas y su ingenio no dio para más. Muchas probaturas y más precauciones ante un lote de inválidos. Iván García cortó una oreja por su enorme decisión ante el sexto, el único que embistió. Es torero de buenas maneras, y banderillero fácil. Su éxito no redime a la Fiesta de la verdadera decadencia.
Babelia
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