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LA CRÓNICA
Columna
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El sabor de la diversidad

Karakia es una palabra maorí que, según la mitología de las islas Samoa, se utilizaba como conjuro para abrir la tierra y para cocinar en sus entrañas el manjar de los dioses. Cuando Josep Mulet buscaba un nombre para el programa que dirige en el Canal 33 y dio por azar con esta palabra, pensó que le iba como anillo al dedo. "Karakia suena bien y en el fondo habla de cocina y de diversidad, que son los rasgos principales del programa", comenta. Karakia, que está preparando ya la tercera temporada (empezará a emitirse en septiembre), se ha convertido con el tiempo en un programa de culto que tiene ahora continuidad en una serie de libros que publica la editorial Horsori. El primero, dedicado a la comunidad china, ya está en las librerías.

Aunque hay quien lo cataloga como un espacio de cocina, 'Karakia' va más allá: se mete en casa de los inmigrantes y viaja a otros mundos sin salir de éste

Aunque hay quien lo cataloga como programa de cocina, Karakia va más allá: se mete en las casas de los inmigrantes, literalmente hasta la cocina, y aprovecha el ritmo lento de los fogones para ir contando historias y costumbres de las distintas comunidades. Es decir, hace exactamente lo contrario de Afers exteriors, el programa de Miquel Calçada: en vez de ir a buscar catalanes por países lejanos, viaja a otros mundos sin salir de éste. Otra diferencia es el presupuesto: mientras que el kilo de catalán le sale a Mikimoto por un ojo de la cara, los de Karakia se mueven en unas cifras discretas. "Nuestro viaje es interior, hacia dentro", explica Mulet con un brillo en la mirada, "pero en los últimos años ha habido tanta inmigración que puedes viajar a distintos países sin salir de Cataluña. Como experiencia es brutal e incluso puede ser más fuerte que desplazarte a un país exótico. Cuando viajas, de hecho, te mueves a menudo en un terreno superficial, mientras que Karakia nos permite conocer a fondo gente diversa, culturas distintas".

En el primer año del programa, 2001, se emitieron 10 reportajes; en el segundo, 13, y en éste van a salir 17. "Cuando empezamos, pensamos que podíamos reflejar la vida de unas 40 comunidades", señala Mulet, "pero la fuerte inmigración ha hecho que nos planteemos llegar hasta 50. Países como Ecuador, que hace unos años no tenían presencia aquí, son ahora muy visibles a través de sus ciudadanos". La temporada del pequeño equipo de Karakia, con Alba Casals-Potrony en la producción, comprende un mes dedicado a preparar contactos (enero), un periodo de rodaje intensivo (de enero a mayo), unos meses de montaje (de mayo a agosto) y tres meses de emisión (de septiembre a enero), que a menudo se alargan por la intromisión de las retransmisiones deportivas.

Insiste Mulet en que "el programa se concibió desde un inicio como una apuesta por la diversidad, no como un programa de cocina". "La cocina es la excusa para mostrar culturas distintas", puntualiza. "También explicamos recetas, pero no queremos que sea sólo un programa de cocina. El objetivo es acercar a las personas otras culturas. Barcelona es una gran metrópoli, pero la gente no conoce a los otros". Aunque el primer planteamiento de Karakia era mostrar la diversidad a través de los restaurantes, pronto cambiaron de idea. "El aumento de la inmigración en los últimos años nos permitió dar con familias y tratar la cocina casera", cuenta Mulet.

Josep Mulet lleva en TV-3 casi desde su fundación, pronto hará 20 años. Empezó como ENG (mezcla de cámara y redactor a la americana) y pasó por programas como Trossos, donde demostró su sensibilidad con una serie de excelentes reportajes en los que se ganó fama de hombre fiable y tranquilo, con buenas dosis de esa calma que suele asociarse a la isla de Mallorca, donde nació. En 1994 presentó la idea de Karakia y en 1995 rodó un programa piloto, pero es sabido que las cosas de palacio van despacio y hasta 2000 no recibió el plácet de la dirección. "A la hora de buscar gente para el programa preferimos huir de la vía institucional", comenta. "A veces los encontramos a través de amigos o de llamadas de telespectadores. El rodaje no es sencillo, ya que la mayoría trabajan y no es fácil quedar con ellos. Además, para que vayan surgiendo historias interesantes hay que darles tiempo. No se puede ir con prisas. La gente que participa, por suerte, valora el programa y tiene ganas de dar una imagen positiva de su comunidad. Están cansados de salir sólo en los sucesos. Nosotros no hablamos de conflictos. Eso ya lo hacen los informativos. Lo que hacemos es abrir una ventana para mostrar cómo son".

El primer capítulo de Karakia estuvo dedicado a la comunidad china; posteriormente han pasado o pasarán por él holandeses, rumanos, italianos, iraquíes, griegos, palestinos, libaneses, indios, argentinos, japoneses, vietnamitas, rusos, tailandeses, africanos... "Es interesante ver que hay platos que se repiten en cocinas muy distantes", comenta Mulet. "Por ejemplo, el maqlubi iraquí es muy parecido al tombet mallorquín. Por otra parte, al rodar el capítulo de cocina japonesa vimos que la tempura es de origen español o portugués, ya que la introdujeron los jesuitas en Japón". Cuando le pregunto sobre el ingrediente más universal, Mulet no lo duda. "La cebolla", dice. "Muchos platos de distintos países empiezan cortando cebolla. Tendríamos que declararlo ingrediente básico universal".

Una prueba de que la apuesta de Karakia sintoniza con los nuevos tiempos es que el Fòrum 2004 ya ha contactado con ellos por su visión de la diversidad. "Esto significa que en 2004 seguiremos en antena", sonríe Mulet. "En el futuro, sin embargo, el sueño sería poder viajar a los distintos países a través de la gente que ha salido en los capítulos de Karakia y seguir allí sus experiencias. Sería una buena manera de seguir mostrando la diversidad".

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