20 años con la rueca finlandesa
A la familia Kaasinen siempre le gustó andar subida en los escenarios. Cuentan que Mari se encaramó a las tablas por primera vez cuando tenía dos años y medio y apenas levantaba un par de palmos del suelo. La chiquilla entonó un par de melodías tradicionales ante el asombro del público, pero al poco rato decidió hacer mutis: para horror de sus hermanas, que le imploraban que finalizara la actuación, Mari se sentía fatigada y prefirió irse a jugar con sus muñecas.
Sólo con semejante historial de precocidad puede explicarse que Mari Kaasinen, que hoy suma 31 primaveras, pueda andar ahora inmersa en la celebración del vigésimo aniversario de Värttinä, un colectivo del que fue fundadora en 1983 y en el que ejerce la portavocía en todos los sentidos. Lo que al principio era una modesta agrupación juvenil femenina que entonaba romances tradicionales en las fiestas, acompañada por una legión de típicos kanteles (los pequeños salterios finlandeses), se ha convertido en la banda más poderosa, internacional y admirada de toda Finlandia, con un currículo que contempla centenares de recitales por los cinco continentes.
Värttinä tomó su nombre del huso de las ruecas, la herramienta con la que las mujeres tejían la tela en las culturas tradicionales. El mismo bautismo simbolizaba ya el poderío femenino en el grupo en la temática de las composiciones y hasta en el tratamiento gráfico, con los seis integrantes masculinos relegados, en todas las imágenes de la formación, al papel de figurantes en un segundo plano.
"Nuestra música sigue hablando sobre la vida cotidiana de las mujeres porque cuestiones como el amor, el dolor o el deseo son argumentos a la vez universales y atemporales", corrobora Mari Kaasinen. E Iki, el disco con el que conmemoran estos cuatro primeros lustros de actividad, no podía constituir una excepción. Las nuevas canciones de Värttinä, traducidas en la magnífica edición española, abarcan desde la afectación de Morsian/La novia ("Compartimos los sueños, las añoranzas / Y doy gracias a mi buena fortuna / de haber encontrado un hombre bueno") hasta el escarnio pícaro e incisivo de Nahkaruoska (látigo de cuero), donde las voces de Kaasinen, Susan Aho y Johanna Virtanen despellejan a un bribón infiel: "Allá va otra vez el sinvergüenza / Con sus amoríos el pillo, con sus fechorías / Pero la esposa sabia se enteró de lo que contaba la gente / Ya empiezan a sonar los latigazos / ya suenan los azotes: zas, zas, zas".
En lo musical, Iki (aliento eterno), décimo lanzamiento de los fineses, constituye una relativa vuelta a los orígenes. La nueva grabación ha sido dirigida por el finlandés Janne Haavisto y registrada en Helsinki a lo largo de cuatro semanas escasas, con toda la banda tocando en el estudio. Kaasinen reconoce que el cuerpo les pedía un disco "más casero" tras sus múltiples experiencias foráneas. "La desaparición de Wicklow, el sello de Paddy Moloney que nos fichó como uno de sus grupos estelares, supuso uno de los mayores disgustos en nuestra historia. Además, nos estábamos convirtiendo en materia prima para esas remezclas de baile que tanto se llevan ahora. Y son divertidas, sí, pero no estoy segura de que me gusten...".
Junto a las deliciosas armonías vocales de las chicas, repletas (al igual que en muchos países de la Europa oriental) de intervalos disonantes de segunda y cuarta, el sonido de Värttinä conserva unos ritmos irregulares riquísimos y muy característicos. El nuevo batería del conjunto, Jaska Lukkarinen, confiesa que los músicos occidentales a menudo le tienen que preguntar en qué compases están escritas las distintas composiciones. "Yo siempre les explico que no nos sometemos a ninguna medida, sino que interiorizamos la melodía y, a partir de ahí, empezamos a tocar sin preguntarnos si aquello es un siete por cuatro o un cinco por ocho. El verdadero músico no tiene que contar, sino que sentir".
Durante los primeros ensayos, Lukkarinen, natural de Helsinki, recuerda que era incapaz de entender las letras de las canciones. "Por más que prestaba atención, todas me sonaban a tutití-kakikí-badidadá", exclama, socarrón. Sucede que los temas están interpretados en el endiablado dialecto de Carelia, la región del sureste finés lindante con los dominios rusos donde nació y creció Värttinä. Pese a las dificultades idiomáticas, la faceta del grupo como embajador de la cultura finesa por el mundo constituye una inesperada realidad.
"En Japón, muchas chicas y chicos se han aprendido nuestras letras y las cantan con sorprendente precisión", revela el percusionista. "Y hace poco estuvimos charlando en finlandés con un muchacho canadiense que se empapó de nuestra cultura a raíz de que se entusiasmara con la música del grupo".
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