¿Tuvo Madrid alguna vez alcalde?
Lo raro de las elecciones en Madrid ciudad es que nadie parece ser responsable de los últimos años de gestión municipal, que la mayoría de los ciudadanos califica de desastrosa. Tiene razón la socialista Trinidad Jiménez cuando denuncia que el Partido Popular actúa como si la capital no hubiera tenido alcalde desde 1999. La genial maniobra de escamoteo es obra de Alberto Ruiz Gallardón, que se ha deshecho de su antecesor, José María Álvarez del Manzano, con una habilidad insuperable. En el debate que se celebró el pasado domingo en la cadena autonómica Telemadrid se mostró tan en desacuerdo con tantas cosas que pasan en la ciudad y ofreció cambiar tantos horrores que Inés Sabanés, la candidata de Izquierda Unida, no pudo evitar mirarle entre boquiabierta y admirada: "Señor Gallardón, por favor, está usted haciendo la mejor oposición que he visto nunca a Álvarez del Manzano". Gallardón se echó a reír, pero no replicó. Cualquier cosa antes que mencionar a su antecesor.
Un filósofo francés decía que el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, "pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él que incluso los que son más difíciles de contentar no están acostumbrados a desear más del que tienen". Lo mismo ocurre con las elecciones municipales, en España y en cualquier lugar del mundo. Salvo que se produzca una auténtica catástrofe para alguno de los contendientes, al día siguiente del escrutinio no hay un ganador y un perdedor evidentes, sino que todos los partidos afirman que están muy satisfechos del resultado obtenido.
Muy probablemente, el 26-M tanto el PP como el PSOE se proclamarán vencedores, e incluso IU, PNV y CiU consideraran que han mejorado sus posiciones. El PP solamente creerá que ha sido derrotado si sufre una auténtica debacle, algo poco previsible; el PSOE se considerará ganador si logra un número global de votos superior al de su oponente, algo bastante probable, y sobre todo si recupera algún símbolo, como la Comunidad de Madrid.
De momento, unos y otros se mueven exclusivamente con sondeos en la mano y da la impresión de que el PP dispone ahora de datos más numerosos, y más recientes, que los socialistas. El PSOE, bien por falta de dinero, bien por exceso de confianza, maneja sondeos demasiado próximos a la guerra de Irak, mientras que el PP tiene información día a día, en la que asegura que se relativiza el efecto de la guerra y sobre todo su impacto en el voto femenino, uno de los que peor reaccionó ante la invasión y bombardeos de Irak.
El PSOE tiene por delante un reto difícil, sobre todo porque parte de unos resultados, los de 1999, que se han casi olvidado pero que fueron especialmente buenos. Entonces, los socialistas consiguieron hacerse con comunidades como Asturias, Baleares y Aragón y recuperar varias capitales de provincia, incluida Sevilla o incluso Palencia, un golpe de mano en pleno corazón del feudo de Aznar, la comunidad de Castilla y León.
Para los socialistas, la principal duda en esta ocasión procede del posible comportamiento del voto más joven y abstencionista. Los especialistas dicen que, normalmente, sólo acude a las urnas el 50% de los electores que se incorporan al censo por primera vez, quizás una cifra insuficiente para que se produzca una auténtica oleada de cambio. Pero nadie sabe en realidad el efecto que puede causar ese porcentaje de voto nuevo en centros urbanos y en sus cinturones suburbiales. Dependerá mucho, según algunos técnicos, de la capacidad de arrastre y liderazgo que haya desarrollado José Luis Rodríguez Zapatero. Mucho va a depender de él, quizás demasiado, dado el extraño carácter "nacional" y personal que está imprimiendo el PP a la campaña.
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