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Columna
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El guirigay

"Alboroto confuso producido por varias personas que hablan o gritan a un tiempo". Así define el término el indispensable Seco. Y guirigay es lo que tenemos estos días, con la diferencia de que los del alboroto electoral no sólo hablan y gritan a un tiempo sino que suben aun más los decibelios prometiendo y prometiendo. ¡Cómo se preocupan por nuestro bienestar, por nuestro porvenir, los candidatos de todos los partidos! ¡Qué buena gente son! ¡Qué hombres y mujeres más desinteresados! En Madrid los carteles del PP ostentan a una sonriente Esperanza Aguirre junto al lema: "Tu futuro, nuestro compromiso". No recuerdo haber visto jamás, ni aquí ni fuera, promesa electoral tan contundente (ni tan alucinante) en cuatro palabras. ¡Todo un partido político volcado en velar por el futuro de uno! ¡Es que no cabe mayor generosidad!

Creo que fue Winston Churchill quien dijo que la democracia, gracias al mecanismo de pesos y contrapesos que la define, es el menos malo de los sistemas políticos inventados hasta el momento. Lo cual no es lo mismo que decir, claro está, que sea bueno. Lo importante, de todas maneras, es que las urnas ofrecen la posibilidad de echar del poder, después de unos años, a los que los votantes consideren ineptos o incumplidores, y poner a otros en su lugar. Por lo cual acudir a la cita electoral, aunque sea para votar en blanco, se puede considerar un deber cívico insoslayable y no sólo un derecho.

Naturalmente, como ciudadano responsable, uno sigue de cerca en estos momentos las propuestas electorales de los distintos partidos del municipio y provincia donde vive, en mi caso Granada. Aquí el PSOE promete seguir, si gana, con el proceso de peatonalización del corazón de la capital, lo cual equivale a decir con el acoso al coche particular. Hace unos lustros fueron ellos quienes construyeron un aparcamiento subterráneo en Puerta Real, en pleno centro de la ciudad, con el resultado previsible de atraer más coches al mismo. Es de sabios rectificar. Granada con menos coches dentro será más habitable, y más turísticamente atrayente. Me parece la única política urbana decente. Ahora bien, no noto en los socialistas granadinos la determinación de arremeter con igual energía contra el ruido, una de las mayores plagas que asola a Andalucía y el vicio que más disgusta a los forasteros que nos visitan.

¿Por qué no tener como meta convertir poco a poco a nuestra comunidad en la región con más conciencia verde de España, empezando con el derecho constitucional de sus ciudadanos a poder disfrutar un entorno libre de agresiones acústicas, sobre todo por la noche? En mi pueblo, después de tres años de quejas, el estruendo de motos y ciclomotores (sólo hacen falta dos o tres jóvenes) sigue impertérrito, sin que el Ayuntamiento del PSOE, con mayoría absoluta, haya hecho nada por impedirlo. Pasa lo mismo en muchos lugares de Andalucía. Se acaba de saber que la Consejería de Medio Ambiente de la Junta ha decidido asumir el control de ruido cuando los municipios no atiendan las protestas del vecindario. Buena noticia, pero ¿qué hacemos entretanto?

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