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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

25-M

El nivel de participación es una de las claves de las elecciones locales (en toda España) y autonómicas (en 13 comunidades) que se celebran el día 25, y cuya campaña se inició el viernes. En las anteriores elecciones municipales la participación fue del 63%, muy por debajo del 70% de las de cuatro años antes. La tendencia a la abstención es proporcionalmente mayor en las zonas urbanas que en las rurales. Cataluña (especialmente Barcelona), Madrid y Baleares fueron en 1999 las comunidades más abstencionistas. Las últimas citas electorales revelan un mayor absentismo de los votantes sin adscripción ideológica concreta y de los que se identifican genéricamente con la izquierda.

Que la tendencia a la abstención se manifieste especialmente en las elecciones locales, que en teoría deciden sobre las cuestiones más próximas al ciudadano, revela un problema de la democracia española. La fuerte personalización de la política en los líderes nacionales es seguramente una de las causas. Y, por lo visto hasta el momento, esos líderes no hacen nada por evitar tal efecto. Al revés: asumen un gran protagonismo en la campaña y colocan en primer plano los mensajes de política general que les interesa potenciar de cara a las generales de 2004. Los de la oposición, aquello que más han desgastado al Gobierno en el último periodo: la crisis del Prestige y la guerra de Irak. Aznar, el problema del terrorismo y, por extensión, la crisis vasca. Esto último constituye una constante en el presidente del Gobierno: porque es un terreno en el que él personalmente se siente fuerte, y porque sabe que es un campo en el que la oposición apenas puede diferenciarse del Gobierno dado el consenso social existente al respecto.

Otro factor que favorece ese efecto es la proximidad de las legislativas. Por tercera vez consecutiva las elecciones locales se celebran un año antes de las generales, dándoles un carácter de ensayo o de "primarias". Son, por otra parte, los primeros comicios de ámbito nacional con Zapatero como jefe de la oposición, y los últimos de Aznar, que ya no repetirá como candidato a La Moncloa. Los efectos de esa doble novedad son difíciles de prever. Hace cuatro años, cuando Aznar llevaba tres al frente del Gobierno, se registró un empate en número total de votos, lo que no impidió que un año después el PP ganase por mayoría absoluta. Las encuestas indican que la incorporación al censo de cerca de dos millones de nuevos votantes -muchos de los cuales se han estrenado en política con temas como el Prestige y la guerra de Irak- favorecerá a Zapatero y a Llamazares.

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Un problema del PP es que se ha quedado sin aliados. Eso explica su empeño en referirse a la oposición como "coalición social-comunista" y en augurar pactos del PSOE con los nacionalistas en algunas comunidades sin importar los principios. El mensaje es que sólo el PP garantiza la unidad y la cohesión nacional. El otro es que el PP es el partido de los hechos, frente a una oposición "de grito y pancarta". Es un mensaje demagógico, con derivaciones del tipo de que si ganan los socialistas acabarán con el equilibrio presupuestario, lo que provocará endeudamiento, menor crecimiento y paro. Cuando Zapatero es el único líder de la izquierda europea que defiende el déficit cero. Y cuando, lejos de limitarse a criticar, acaba de presentar una serie de propuestas de reforzamiento de la calidad de nuestra democracia -reformas de la Ley Electoral, control de los Presupuestos, modelo de RTVE, etcétera- de gran calado.

En estas elecciones se juega mucho poder inmediato. En 1999, los socialistas, muchas veces en alianza con IU, lograron equilibrar un mapa previo casi monocolor. De las 13 comunidades que concurren a las urnas, el PP gobierna en siete y los socialistas en cinco. Las batallas más reñidas serán las de Madrid, Baleares y Aragón. El trasvase del Ebro será, tras la aprobación del Plan Hidrológico Nacional, decisivo en las comunidades afectadas. Especial interés tendrán los resultados en el País Vasco, sobre todo en Álava, cuya actual mayoría constitucionalista es un dique contra el plan soberanista de Ibarretxe.

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