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El gigante Ericsson vuelve a menguar

Reduce a la mitad su tamaño para alejar el fantasma de la quiebra o de su venta

Ericsson no logra enderezar el rumbo y vuelve a soltar lastre. El exgigante sueco de las telecomunicaciones, que tan sólo hace tres años empleaba a más de cien mil trabajadores en un centenar de países, anuncia 13.000 nuevos despidos y va a reducir su plantilla a 47.000 empleados.

Anuncia otros 13.000 despidos con el objetivo de reducir su plantilla a 47.000 personas en 2004. Tenía 105.000 empleados en 2000
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Un declive vertiginoso. Ericcsson absorbía hace tres años el 15% de las exportaciones de Suecia, su acción se cotizaba a 232 coronas y el valor de la marca del consorcio estaba estimado en 69.000 millones de dólares, segun la lista anual de Business Week sobre los 100 mayores grupos del mundo. Hoy emplea a 61.000 personas, sus exportaciones sólo representan el 8% de las ventas al exterior de su país, su acción se intercambia en bolsa entre 6 y 7 coronas, y el valor de su marca ha caído un 49%, hasta 3.600 millones de dólares.

Pero la caída no se detiene. Hace dos semanas el nuevo director ejecutivo del consorcio, Carl-Henric Svanberg, presentó los resultados del primer trimestre y anunció, junto a una pérdida bruta de 3.500 millones de coronas y un descenso del 30% en las ventas, una nueva reducción de personal, que afectará a 13.000 personas, la mitad de ellas ocupadas en Suecia y el resto en otros países no especificados. Su objetivo es que a final de 2004 la plantilla ascienda a 47.000 trabajadores, una cifra similar a la que tenía en 1967.

Carencia de recursos

La noticia, como suele ocurrir cuando se anuncian ajustes y recortes de gasto, provocó una revalorización del 17% en sus acciones. Svanberg, que acompañó su llegada a Ericsson con la adquisición de títulos de la compañía por 100 millones de coronas, en un intento de demostrar su confianza en el futuro del grupo, vio incrementado tras su anuncio en 15 millones el valor de su participación.

"No tenemos recursos para aguardar una rápida recuperación del mercado de las telecomunicaciones. Debemos adaptarnos a la realidad en la que estamos", aseguró el director. "Lo más importante es construir una Ericsson fuerte y rentable, aún en condiciones de desarrollo negativo del mercado". Una receta repetida por los sucesivos gestores del grupo y que hasta ahora no ha servido para virlumbrar una luz al final del tunel. Svanberg matizó su amargo mensaje prometiendo que este ajuste sería suficiente para afrontar el futuro y el último.

Pronosticó que a final de año Ericsson abandonará las pérdidas y tranquilizó a los inversores asegurando que no habrá más emisiones de deuda (hace menos de un año lanzó una emisión de 30.000 millones de coronas).

La situación del mercado de telecomunicaciones, los pronósticos de que la venta de sistemas móviles - el núcleo del negocio-, sufrirá una contracción de entre un 10% y un 15% y de que la demanda de teléfonos móviles, aumentará en virtud las nuevas tecnologías incorporadas pero no en la cantidad prevista, no explican, a juicio de los analistas, la magnitud del achique experimentado por Ericsson en los últimos años. Creen que ha habido también un problema de dirección, porque empresas de otros sectores en crisis, en los que ha habido una buena gestión, han logrado capear el temporal e incluso obtener buenos resultados.

Entre 2000 y 2003, Ericsson ha registrado unas pérdidas antes de impuestos de 70.000 millones de coronas. Los analistas dudan que esta año el grupo pueda volver a números negros y algunos no descartan, ante su delicada situación, su quiebra o su adquisición por alguna competidora.

Nuevas amenazas

Por si la incertidumbre era poca, un nuevo factor ha venido a incrementarla: la epidemia asiática de neumonía. China ha concentrado buena parte de la inversión de Ericsson en los últimos años y su mercado era uno de los pilares previstos para la recuperación del grupo.

Entre el 1,4 millón de accionistas de Ericsson, entre los cuales apenas 2.000 tiene derecho a voto, se halla una gran parte de la sociedad sueca que veía en el consorcio algo más que un fuente segura para invertir el ahorro. Era, como lo fue Volvo en su tiempo, un orgullo de la industria nacional y un ejemplo ético de gestión. En los últimos tiempos, sin embargo, los ahorros de esos accionistas se ha evaporado. Su confianza, tras contemplar el fracaso de sus sucesivos gestores y las indemnizaciones con que se han ido retirando, también se ha esfumado.

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