Tres asuntos
- Ahora o nunca. Es un sentimiento que rondará la cabeza de los jugadores y sobre todo de los aficionados. Ya lo hemos oído antes. Se dijo en Zaragoza o en París. El deporte, máxime en lo reflejado a través de los medios de comunicación, tiene ese grado de radicalismo que hace buscar la excepcionalidad en todos los rincones. Vivimos entre "oportunidades únicas", "partidos a vida o muerte", "choques del siglo" y cosas por el estilo. Pero la historia enseña que el nunca, como el siempre, no existen. Tuvo sus oportunidades el Barça y nadie debería dudar que las volverá a tener. Hoy no se acaba el mundo, aunque ciertamente las circunstancias añaden un punto de excepcionalidad que debe ser aprovechado positivamente. Jugar al baloncesto es muy bonito; ganar es la bomba, y hacerlo ante tu público, insuperable. Pero si algo ha demostrado el Barça es su inequívoca intención de mantenerse en la élite, por lo que, pase lo que pase, volveremos a verlo en otras finales, como desde los años 80. No es un razonamiento para aliviar la posible derrota, sino para masticar previamente, liberar las mentes y colocar en su justa medida la final.
- Fucka. Sin llegar a la categoría de héroe de la semifinal, pues el partido no requirió un comportamiento individual tan excelso, fue el mejor. No está siendo fácil su estancia en el Barcelona. Estamos ante un jugador contrastado, talentoso, capaz, al que le traiciona su figura algo desgarbada y la expresión de sempiterno cabreo que luce su rostro. Transmite cierta agonía en el esfuerzo que no cuadra con una facilidad para moverse por la cancha a pesar de su estatura, lo que le acerca a su predecesor en el puesto, Pau Gasol. No tiene fácil ganarse el corazón de la hinchada, siempre más tendente a celebrar las cabriolas de Navarro o el indiscutible liderazgo de Bodiroga, pero su mejora en el rendimiento de las últimas semanas supone un alivio para los azulgrana y una esperanza para el encuentro de esta noche.
- Benetton. En la semifinal se vio lo mejor y lo peor de este equipo. Hay que suponer que la versión horrible fue producto de la relajación al observar tanta superioridad ante el Montepaschi. Sin duda, no obedece a los cánones habituales con los que identificamos no sólo el baloncesto, sino todo el deporte italiano: el resultado por encima de todo, buen gusto, talento y espectáculo incluidos. Juega de cara, corre, no especula y da espacio y tiempo para desarrollar las cualidades de gente como su base y alma, Edney; Langdon o Garbajosa. Tácticamente, está bien trabajado y acude supuestamente liberado de la obligación de ganar. Aunque eso no se lo cree nadie. Estamos ante una final europea. Y lo es para todos.
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