De frontera de chabolas a mayoría conservadora
Arganzuela, un distrito que ha ganado población al convertir sus industrias en viviendas, dio un tercio de sus votos al PP en 1999
En las calles de Arganzuela apenas se ven ya monos de trabajo ni se escuchan sirenas. Pero hasta hac
e menos de dos décadas ésta era una de zonas más industriales de la ciudad. En barrios como el de Méndez Álvaro, las factorías y talleres se han convertido en bloques de viviendas, muchas de ellas de lujo. La metamorfosis ha provocado que, después de Vicálvaro, sea éste el segundo distrito que ha ganado más población en los últimos años. Ahora son 142.444 los madrileños empadronados en este vecindario situado a orillas del Manzanares, frente a los 114.700 de 1996, un 24% más.
Se trata de una población bastante envejecida (un 18% tiene más de 65 años) y cada vez más multicultural (el 14% son inmigrantes). En las últimas elecciones municipales y autonómicas uno de cada tres votos fueron al PP; el PSOE obtuvo un 21% de las papeletas en las locales y un 19% en las del parlamento regional e IU recibió un 5% y un 4% respectivamente. Otro tercio de los electores se abstuvieron.
La renta per cápita anual de los vecinos de Arganzuela, de 12.341 euros, supera la media del municipio (11.961). Tampoco es uno de los distritos con más parados, aunque, con un 8,2% de su población activa desempleada, supera la tasa municipal (7,86%). Pero en él existen grandes diferencias. Las viviendas lujosas se levantan a pocos metros de otras antiguas, pequeñas, sin calefacción ni ascensor. En los pisos más defectuosos viven muchos ancianos y también, cada vez más, numerosos inmigrantes, especialmente hispanoamericanos, que están asentándose en la zona. Pese a la importante presencia de mayores, no hay ninguna residencia pública.
Ha pasado ya medio siglo desde que este distrito marcaba el final de la zona urbanizada de la ciudad. Calles como Jaime el Conquistador hacían entonces de frontera entre las vivien
das y un mar de chabolas.
El envejecimiento al que estaba abocado este vecindario se ha paliado, en parte, por la llegada de parejas jóvenes a las nuevas viviendas construidas y también por la creciente presencia de trabajadores extranjeros con sus hijos. Pero este aumento de la población menuda, que ahora supone el 14% de los habitantes, ha puesto en evidencia, según las asociaciones de vecinos, la carencia de escuelas infantiles.
Los atascos y los ruidos producidos por el tráfico son una de las mayores pesadillas de este distrito, junto al que discurre la M-30 y con calles tan concurridas como los paseos de las Delicias y Santa María de la Cabeza. El desmantelamiento del paso elevado de Santa María de la Cabeza, finalizado este año, es una de las obras que mayor polémica ha originado y, en consecuencia, mayores protestas vecinales ha levantado en la zona.
La herencia industrial todavía es patente en Arganzuela, un distrito formado por los barrios de Imperial, Las Acacias, Legazpi, Delicias, Palos de Moguer, La Chopera y Atocha. Algunas de las viejas fábricas se han convertido en equipamientos culturales. Así ha ocurrido con la antigua fábrica del Águila, donde el lúpulo ha sido reemplazado por los documentos del Archivo Regional de la Comunidad, el llamado Leguidú. Al matadero tampoco llegan ya reses. Algunas de sus naves albergan un invernadero y en la llamada Casa del Reloj existe un centro cultural y de servicios sociales con una empinada escalera de acceso por la que tienen que trepar, con gran esfuerzo, los ancianos que acuden a estas dependencias. Sobre otras naves planean proyectos diversos todavía sin materializarse.
El distrito alberga algunas infraestructuras básicas del transporte madrileño, como la Estación Sur de autobuses y la del ferrocarril de Atocha. El cubrimiento de una vía de tren, la que unía las estaciones de Príncipe Pío y Delicias, dio origen a la primera operación de crecimiento urbanístico de la zona, la del Pasillo Verde. En la actualidad el precio del metro cuadrado construido es de unos 2.430 euros.
Otro punto de aglomeraciones es el estadio Vicente Calderón, sede de los atléticos, que celebran este año su centenario. Los parques de la Arganzuela y Tierno Galván son los dos únicos pulmones verdes de este distrito, aunque este último es también un punto de prostitución, ejercida en buena parte por toxicómanas. La presencia de meretrices en los alrededores no es nueva, se remonta a hace más de un lustro, cuando algunos vecinos del entorno organizaron patrullas para frenar esta actividad junto a sus viviendas.
Otro punto conflictivo es la glorieta de Atocha, frontera natural entre los distritos de Centro y Arganzuela, frecuentado por trileros que despluman con sus engaños a algunos incautos y por todo tipo de buscavidas. Por ella deambulan toxicómanos y personas sin hogar que se refugian en invierno en un túnel de la estación de Atocha, mal ventilado y peor dotado de servicios básicos; pìstoleros de la construcción que buscan mano de obra inmigrante a bajo precio y saltándose leyes de seguridad y convenios...
Arganzuela, un distrito tradicional en el que proliferan los bares y las pequeñas tiendas, cuenta ahora también con grandes centros comerciales y de ocio en Méndez Álvaro, uno de los barrios que más ha cambiado en los últimos años.
La presencia de inmigrantes se traduce también en la apertura de locutorios, restaurantes y empresas de envío de dinero al extranjero. Las inmediaciones de la estación de Atocha y de las glorietas de Embajadores y Legazpi se convierten cada día, en un mercadillo donde numerosos subsaharianos, ecuatorianos y marroquíes intentan sobrevivir ofreciendo su mercancía: desde calcetines a CD pirateados. Cada cierto tiempo una intervención policial dispersa a los manteros, pero horas después el pequeño zoco vuelve a instalarse.
El distrito actual, lleno de casas y con una población nueva cuya tendencia política se verá en estos comicios, tiene ya muy poco que ver con el que inmortalizó Pío Baroja en La Busca.
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