T+T
La vida es así de despiadada, pero también así de misericordiosa: después de escuchar en la radio las últimas noticias sobre la posguerra en Irak (y de paso en España, porque también el clima de posguerra, como parte beligerante que somos, parece aquí definir gran parte de nuestro paisaje político), y con las imágenes de los últimos daños colaterales impresas aún en la memoria, uno tiene que concentrarse en un guión cinematográfico de Woody Allen, porque hoy toca hablar de esta obra en la clase de literatura.
Se trata de Delitos y faltas, y en ella aparece un personaje, Lester, un triunfador en artículos mediáticos de consumo, un enorme pijo neoyorquino (más o menos como los que dibuja Forges), que dice algo muy oportuno al caso: "Comedia es igual a tragedia más tiempo". O en lúcida forma matemática: C=T+T. Él mismo aporta un ejemplo: "La noche que mataron a Lincoln no era para tomarla a broma. No se podía hacer chistes con eso. Imposible. Pero ahora es distinto, ya ha pasado el tiempo, la cosa admite el humor. Eso es lo que quiero decir. Tragedia más tiempo".
T+T: ésta es la consigna. Teoría que, en efecto, se cumplirá en el propio guión, donde un hombre (honrado donde los haya) asesina a su amante para proteger su estatus familiar y profesional y, tras escenificar ritualmente los remordimientos, sólo necesita unos meses para olvidar y ser feliz sin mayores escrúpulos. Moraleja: la historia la escriben los vencedores. Ahí está si no para decirlo cínicamente otro personaje de la obra, May: "Si los nazis hubiesen ganado, las futuras generaciones entenderían la Segunda Guerra Mundial de manera muy distinta".
La historia la escriben, pues, los vencedores, y estamos justo en el momento en que comienza a perfilarse la versión oficial de la última guerra. Es la hora de los escribanos. Los dueños de las bombas parecen exigir ser también los dueños del lenguaje, acaso porque el último y más preciado despojo del vencedor es la palabra. ¿Ganarán con ellas la posguerra? ¿Invadirán y tomarán la Realidad como hicieron antes con Irak? T+T: quizá sólo necesiten un poco de tiempo para hacer creíbles ciertos monstruos semánticos que hace bien poco parecían del todo inverosímiles. Recapitulemos: para casi todos, ésta fue una guerra ilegal, pero los que iban a vencer dijeron sin rubor que actuaban bajo el mandato de la ONU; ésta fue una guerra arbitraria, perfectamente evitable, pero ellos aseguran que fue justa y necesaria; ésta fue una guerra inmoral, inspirada en turbios intereses de poder, pero ellos sostienen que sólo les movieron ideales nobles y afanes altruistas; ésta fue sencillamente una guerra, pero algunos de ellos niegan incluso esta evidencia y hablan de "conflicto", de "graves consecuencias", de "movimiento de liberación". Oponerse a la contienda, según esta falacia sistemática, es defender a un dictador. Los muertos de hoy se neutralizan -números cantan- con los muertos de ayer.
Y es que en las guerras ocurre, en efecto, que las palabras, y con ellas el pensamiento, son los primeros caídos en combate. Véase si no con qué desenvoltura hablaban de paz y de legalidad los promotores y mantenedores de esta guerra. O cómo ahora andan intrigando para que Francia pase de héroe a villano en sólo unas semanas, y cómo aquí los populares intentan que los líderes de la oposición se despeñen por ese mismo derrotero, en tanto que ellos creen o fingen que su camino es justamente el inverso. Ya algunos incluso se coronan con laureles municipales en su marcha triunfal.
Cuidemos las palabras y cuidémonos de ellas, porque su poder es inmenso. Como nos recuerda Octavio Paz: "No sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro". Y no está mal en esta hora recordar al más grande y genial villano que nos ha dado la literatura: a Yago. Yago pervierte el lenguaje, y con palabras sediciosas envenena los oídos de Otelo y desencadena la tragedia. Con el poder de su elocuencia consigue convertir a Desdémona en una ramera, y a Otelo, en un asesino, y eso es lo que Shakespeare nos advierte entre líneas: tened cuidado con quienes corrompen el lenguaje, porque os están corrompiendo también a vosotros.
"Comedia es igual a tragedia más tiempo", dice Lester, pero sutilmente Woody Allen nos evoca a Edipo, que veinte años después de los hechos que originarán su caída, y siendo un vencedor que podría escribir a su modo la historia, prefiere la verdad a la falacia o al olvido. Edipo, hoy, es un ejemplo para quien sepa escuchar su lección.
T+T. Pronto, el 25-M, veremos cuánto tiempo necesita la conciencia para quedar absuelta, y cuánto para que la tragedia se quede sólo en esperpento.
Luis Landero es escritor.
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