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Reportaje:DOCE CIUDADES | Lleida | ELECCIONES 25M | Comicios municipales en Cataluña

A la espera del AVE

Lleida confía en que el tren de alta velocidad ponga fin a su aislamiento

Lleida, el ferrocarril. La marquesina de las vías del AVE sobresale, gaudiniana, casi pavorosa, por detrás de las decorativas torrecillas (sólo les falta un tapetito de encaje) de la antigua estación. Magnífico bocinazo. Atruena: deja en ridículo la propia palabra marquesina. Alguna ancianita leridana se ha quejado del estruendo. Quiero decir algún arquitecto. La marquesina es violenta. El ferrocarril es violento. Cuando el AVE llega hoy a una ciudad, en especial si se trata de una ciudad como Lleida o como Ciudad Real, llega el ferrocarril. Piafando. Imperioso. Algo indecente. Colonial, claro. ¡Abran paso! Cambiando el mundo. Cambiándolo. Tenía que estar en la ciudad a las doce de la mañana y quería venir en tren desde Barcelona. Expuse respetuosamente mis deseos a Renfe. Me dijeron que podía ser. Tenía que coger un tren a las ocho de la mañana y cuatro horas después el tren entraría, triunfal, en Lleida. Me felicitaron porque se trataba de la única posibilidad. Real, factible.

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El interior de la estación aún resulta más imponente. Desgraciado color, sin embargo. Para pintar las grandes columnas han elegido el tosco y chirriante azul popular. El bocinazo pierde un poco de potencia, confiado en ganarla. La marquesina está todavía en obras. Aquí trabajaron José González Moreiras y Francisco Valerio. Algún gesto, algún lienzo, habrá de recordar que aquí murieron, cumpliendo como los pioneros, los dos soldadores. Uno tenía 48 años y se estrelló contra una viga el 26 de agosto del año 2002. El otro tiene 20. Todavía vive mientras yo estoy aquí, bajo la lluvia. Pero esta tarde, 6 de mayo, saldrá el sol, volverá al trabajo y caerá. Las alturas de la estación son un lugar privilegiado para intentar comprender la magnitud de lo que cambia. Lleida gana, de súbito, un terreno comparable al que ocupa la Illa Diagonal en Barcelona. En el centro de la ciudad. Habrá un parque, 500 pisos nuevos y un edificio dedicado al ocio y el consumo, que ya es lo mismo. Ciento cincuenta millones de euros sobre la ciudad sin que la ciudad pague directamente ninguno. Ciento cincuenta millones de euros: el equivalente a 10 años de inversión municipal directa.

Leyendas del AVE. ¡Nada de leyendas! Todo verdadero. La desaforada compra de plazas de aparcamiento en la ciudad. El ingeniero (¡microescala!) que compra piso en la mejor zona de la ciudad y va a seguir trabajando en Barcelona. Las grandes empresas constructoras españolas que han apartado solares en la ciudad. A dos horas de Madrid y a una de Barcelona, la pregunta es hacia cuál de los dos lados viajará más la novedad: Llop, de Urbanismo: "En el turismo, hacia Madrid; en los negocios, hacia Barcelona".

Satisfacción rebosante. Comprensión absoluta. Lleida es probablemente el lugar de Cataluña donde se observan con menor afectación del espíritu los retrasos del ferrocarril. Nadie sabe en la ciudad cuándo se pondrá en marcha. El silencio ministerial, hijo del ridículo, es cerrado. Pero por aquí están acostumbrados a esperar la caída de la fruta madura. Saben que caerá. Es absurdo impacientarse.

Comida. Habas inconcebibles. ¡En primavera! Puede que el AVE también mejore el transporte de materias primas. Los técnicos municipales. El alcalde. El alcalde Siurana ha ido fabricándose una cara que entre pelos, pliegues, medias sonrisas y ojillos bailones resulta poco menos que inexpugnable. Desde 1979, mandando. Dos años de pánico muy serio cuando le birlaron la alcaldía, a pesar de haberla ganado en las urnas. Pero supo trabajar y esperar. No se podía permitir el lujo de la depresión. Cosa de profesionales. Volvió. En dos años no pudieron desordenarle mucho el despacho. La conversación, siempre sobre el tren. El alcalde da un dato de interés, meditable, sobre los retrasos de las obras. La práctica desaparición de la Administración del Estado en Cataluña. La falta de control estricto, constante, sobre las empresas constructoras. Por mi parte, la inevitable observación de que la Generalitat también es Estado. La risa sarcástica del alcalde. La previsión de todos ellos, naturalísima, de que un nuevo Gobierno de la Generalitat supondría para Lleida una explosión de futuro aún mayor que la del AVE. Largo memorial de agravios.

Declinaciones de un lugar. Lleida. El ferrocarril. La conquista del Oeste.

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