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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nervio democrático

Rodríguez Zapatero ha adelantado algunas de las medidas de reforzamiento de la calidad de la democracia que se propone llevar a la práctica si llega a La Moncloa. Coincide con el arranque de la primera campaña nacional que tiene que afrontar como secretario general del PSOE. Tiene, por tanto, algunos meses por delante para defender su alternativa y en algunos casos empezar a ponerla en práctica en las comunidades autónomas y ayuntamientos que gobierne su partido. Este tipo de propuestas obliga al escepticismo, vista la distancia entre promesas y realidades que suele haber en política. Pero el deterioro creciente de la calidad de nuestra democracia exige con urgencia correcciones en la línea que ha planteado Zapatero.

Algunas de las medidas tienen que ver con hechos de rabiosa actualidad, como el de la participación en conflictos bélicos. El Gobierno ha esquivado someter al Parlamento la decisión de tomar parte en una guerra y en la ulterior ocupación de un país. En una acertada iniciativa, Zapatero propone regular mediante ley esa aprobación parlamentaria.

Una medida pendiente desde que se inauguró nuestra democracia es la reforma en profundidad de la radiotelevisión pública para corregir de una vez por todas su manipulación permanente a cargo de los Gobiernos de turno. Zapatero tiene un buen banco de pruebas en las televisiones autonómicas que controlan los socialistas. Tiene enorme interés el acceso de los ciudadanos a los contratos públicos y a la ejecución de los presupuestos a través de Internet. La transparencia informativa es la mejor contribución a que los ciudadanos se interesen por las cuestiones públicas. Las propuestas de reformas electorales y parlamentarias pueden ser discutibles, pero apuntan en la buena dirección. En todo caso, se trata de iniciativas que exigen al menos el acuerdo de los dos partidos mayoritarios.

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Aznar se comprometió cuando estaba en la oposición a regenerar la vida política y a situar en su centro al Parlamento. No ha hecho ninguna de las dos cosas. Zapatero tiene por ello una oportunidad todavía más clara, primero, para convencer a una ciudadanía cada vez más escéptica ante las promesas de los políticos, y después, para mejorar efectivamente la calidad de nuestra democracia.

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