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Viajes en la Red: ¿Una muestra del futuro?

La industria de las reservas de viaje es uno de los pocos negocios que florecen en Internet. Los grandes actores del sector -Travelocity, Expedia y Orbitz- están creciendo y Expedia ya obtiene beneficios. Las tres están ampliando sus negocios hoteleros, que son más diferenciables y menos competitivos en los precios que los billetes de avión. Entretanto, Priceline, que permite a los usuarios poner precio a las habitaciones de hotel y a los billetes de avión, ha obtenido beneficios.

Lo que está sucediendo es lo que tenía que suceder: Internet está dando poder al consumidor al darle más información y más donde elegir. Los viajeros se están aprovechando de ello, forzando los precios a la baja y obligando a las líneas aéreas a ser más eficaces.

Internet da más poder al consumidor, al ofrecerle más sitios donde elegir y más información. Los viajeros se aprovechan de ello, forzando los precios a la baja.
Se libra una batalla en el sector de viajes: los "opacos" Priceline y Hotwire (que revelan precios, pero no la compañía implicada); y los "transparentes" Orbitz Travelocity y Expedia.

Los nuevos intermediarios -agencias de viaje electrónicas- salen beneficiados, mientras que a los viejos intermediarios -agencias de viajes no electrónicas con estructuras de costes más elevados- les resulta cada vez más difícil sobrevivir.

Todo esto ha ocurrido más rápido de lo que nadie se esperaba. Era inevitable, pero el 11 de septiembre lo aceleró. Cuando el mercado de los viajes se colapsó hace año y medio, las compañías aéreas recurrieron a la distribución por Internet como una forma de ahorrar costes. Redujeron o eliminaron las comisiones que pagaban a las agencias de viaje, de modo que la mayoría de las agencias ahora cobran al consumidor una tarifa por la reserva.

Desgraciadamente, el cambio a las reservas por ordenador se volvió contra las compañías aéreas. Jeffery Boyd, presidente del consejo de administración de Priceline, dice que las líneas aéreas estadounidenses ahorraron 2.000 millones de euros en costes al pasarse a la distribución electrónica. Pero a la vez expusieron todos sus precios al consumidor, precisamente en un momento en que la gente de negocios empezaba a fijarse en ellos con la misma atención que los turistas. Cuando la gente empezó a volar otra vez, buscó precios más baratos en Internet y los descubrió.

La consecuencia, al menos según Priceline: las compañías aéreas perdieron 14.000 millones de euros al no poder ya controlar los precios por culpa de la transparencia.

Orbitz, que es propiedad de cinco importantes líneas aéreas, atribuye el declive a la oferta y la demanda, además de a la transparencia. "En un año típico", dice el jefe ejecutivo de Orbitz, "las empresas pueden apañárselas con un inventario barato y aumentar la oferta de estas tarifas, pero después del 11-S, lo que hay es un exceso de oferta". En otras palabras, la transparencia puso de manifiesto el exceso de oferta, pero fue el desequilibrio entre la oferta y la demanda lo que realmente empujó los precios a la baja.

En la actualidad se libra una batalla en el sector electrónico de viajes que hace presagiar conflictos similares en otros mercados.

Dos campos opuestos han surgido: Priceline y Hotwire (revelan los precios, pero no la compañía implicada) ofrecen "opacidad", mientras Travelocity, Expedia y Orbitz anuncian "transparencia".

Como Hotwire y Priceline no revelan los horarios de vuelo exactos ni la identidad de la compañía hasta que el cliente ha comprado el billete, permiten a las líneas aéreas no publicar sus tarifas y mantener el precio general visible ligeramente más alto.

A primera vista, puede parecer que el consumidor sale perjudicado; pero si la mitad de las líneas desaparecen, las que quedan subirán los precios.

Aunque la publicidad de los precios pueda ser buena para los pasajeros, algo de opacidad conviene a los más preocupados por el precio, ya que los más baratos les están reservados a ellos. Eso se traduce en que los que viajan por negocios -que tienen menos flexibilidad- subvencionan a los viajeros accidentales.

No hace mucho, el presidente del consejo de administración de Hotwire Karl Peterson declaró: "La opacidad es buena para los proveedores porque pueden vender su mercancía en apuros sin echar por tierra sus precios, y es bueno para los clientes flexibles porque pueden conseguir una ganga".

Las condiciones actuales no son sostenibles. Las líneas aéreas no pueden funcionar eternamente con un exceso de oferta y con pérdidas. Quizá la transparencia no haga sino poner de manifiesto la irracionalidad más rápidamente, y así obliga al mercado a realizar ajustes.

Hay demasiados actores en el sector y no han conseguido diferenciar efectivamente sus productos. Dentro de un par de años tendremos menos actores, y sin duda surgirán unos cuantos nuevos cada año.

Entretanto, la batalla entre la transparencia y la opacidad terminará en una tregua, en la que la transparencia se llevará la mejor parte. Sin embargo, con el tiempo, las posiciones se volverán más definidas. La opacidad será verdaderamente opaca: puede que uno no sepa los detalles hasta la víspera del despegue, en vez de cuando se adquiere el billete, lo cual da al vendedor la máxima flexibilidad.

En el lado de la transparencia, es probable que las cosas se muevan en la dirección de concretar más lo que uno obtiene: se pagará una prima de 20 euros, por ejemplo, por un asiento de pasillo y podremos estar seguros de que si no pagamos la prima, acabaremos en el asiento de en medio entre dos personas que sí la pagaron. En otras palabras, los asientos de los aviones serán más como camas de hotel, cada vez más diferenciadas. Al final, toda esta transparencia significará que uno obtendrá exactamente lo que compra.

© 2002 EDventure Holdings Inc. Distribuido por The New York Times Syndicate.

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