Ponce, inalcanzable
A estas alturas no voy a decir nada de la carrera del torero valenciano que no se haya dicho ya. Pero sí el motivo de este artículo, que no es otro, que el de resaltar, eso que precisamente no se dice y que parece dar tanto miedo. Enrique Ponce es, hoy en día, no sólo el indiscutible número uno, sino el mejor torero de todos los tiempos. Y digo bien, el mejor de la historia. Jamás nadie toreó con tanta estética y belleza, como valor, seguridad y capacidad lidiadora como hace el maestro de Chiva.
Por tener dotes inmensas de excelente lidiador, unidas a una exquisita técnica, han hecho de él, que no sólo ha logrado mandar durante toda una década como los noventa, en donde había matadores de toros tan importantes que cualquiera de ellos podía haber mandado por entonces, en caso de que no estuviese el diestro valenciano. Además, hoy en día ha aguantado el tirón de un fenómeno de masas como Julián López El Juli y de un torerazo como José Tomás. Lo que hace que se mantenga en la cúspide del toreo y que a pesar de su aún juventud, ningún toro o percance le quita o resta ni un sólo apéndice de su tauromaquia. Ya lo demostró el pasado año con sendas cogidas en Sevilla y León, y que no fueron motivo alguno para que lo acusara al restablecimiento de las mismas.
Un detalle más que lo hacen ser diferente al resto de toreros del escalafón, hasta para las cogidas. Después de su triunfo en el Domingo de Resurrección, Sevilla se ha entregado plenamente, y para los más románticos, Sevilla ya tiene novio: Enrique Ponce.
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