El número de visitantes de la Feria de Abril se estabiliza
"La mitad de ustedes están aquí porque no pueden estar en otro sitio", dice el charlatán
Del albero apenas queda rastro. Ahora todo es tierra y chinas que se meten en las primeras sandalias. A media tarde, se cruzan los que vuelven de la playa con quienes van a la feria. El calor trae los biquinis y éstos traen más calor. Al recinto están llegando, sobre todo, familias dispuestas a darles a sus retoños un banquete de manzanas de caramelo, palos de regaliz y cañas de azúcar. Y alguna colleja. Es el último sábado de la Feria de Abril. Hay que apurar ese día con su noche, y el año que viene Dios dirá. En los puestecitos se venden molinillos para los niños. Las gitanas ofrecen teletubbies made in China: "El verde a uno y los demás a dos". "¿Y eso por qué?". "Es que del verde tengo más".
Los niños pasean con globos de propaganda de los partidos políticos. Son globos que duran poco. Muchos críos van vestidos de flamenquitos. Un grupo de niñas con traje de gitanilla ensaya un baile junto a la playa. Otra niña, también de faralaes, se pasea en la moto del tiovivo. Lleva en la cabeza un tocado de plumas como los indios de las reservas. Hoy se ha vestido todo el mundo para empezar a despedir una ilusión. Barcelona es ciudad de ilusiones y de espejismos. Los jubilados se exhiben con chulería de cuadro flamenco, disfrazados de Miguel de Molina. Sus mujeres llevan trajes de volantes y mantones de Manila. En la cara se les ve que son verdaderas. La arruga no es bella, es verdadera.
La arenga de El Figuras
"La mitad de ustedes están aquí porque no tienen dinero para estar en otro sitio", arenga a su público El Figuras, un charlatán de feria que vende muñequitos de resina. Ahora toma la figurita de un jamaicano y la muestra a todo el mundo: "¡Aquí tengo los rastas o fumetas, como ustedes dicen!". Habría que verle actuar en un festival de teatro, con los Accidents Polipoètics de teloneros. O en un festival de poesía, mano a mano con Enric Casasses o con Lizano.
Voy a desearle buen viaje a Pepe, el cortador de jamón de Alcaudete, pero le encuentro tan enfrascado en su trabajo que lo dejo para más tarde. En la caseta de Utrera siguen preparando el pulpo a la gallega. Anuncia la pizarra: "Somos profesionales. Hacemos paella a mediodía". Se me ocurre merendar, les pido mostachones y resulta que no han traído. La señora del pulpo ni los conoce. En el estanco de la feria están de promoción los Galoises Blondes, y el falafel y el shawarma se venden junto a las caretas del ratón Mickey. Un hombre sin dientes ofrece globos y tabaco en uno de los pasillos. Otro huele un queso antes de comprarlo. La arruga es verdadera, pero nadie quiere verla.
Pasan tres mujeres cubiertas con el hijab, cogidas del brazo. Otra, que también se ha tapado el pelo con el pañuelo, lleva a su hija de trenzas negras a ver a unas niñas que bailan sevillanas. La madre mira sonriendo y, cuando acaban, le dice a la hija en castellano "¿Te ha gustado?". Lo mejor del atardecer en la feria es el punto de oleaje que cobra el mar. La gente se acerca al agua hasta donde puede. Hay parejas, solitarios, familias completas... A la playa llega ligeramente el fragor de las atracciones y el mar se va volviendo oscuro a medida que anochece. El domingo todo habrá acabado.
La caseta del PP continúa vacía. "No me extraña, después de la que han liao", me dice un señor. Más tarde habrá unas diez personas. Son los menos populares del recinto. Es una cuestión de estilo, van todos vestidos de señoritos. Los del PSUC Viu bailan por Shakira y los convergentes tocan las palmas. En la caseta de la UGT, una chica con traje de gitana fuma sentada en las rodillas de un chaval que lleva una camiseta del Barça. Se ha cerrado ya la noche y los concejales y alcaldes de la periferia pasean de paisano, y llevan del brazo a sus mujeres. Se confunden con taxistas, albañiles, mecánicos, pequeños contratistas..., es decir, con todo lo que son o lo que han sido. Muchos son también ex campesinos y bastantes ya se sienten ex andaluces. Lo nuevo barre a lo viejo y los volantes de los vestidos barren la tierra, que había sido albero. "Haber venío a la Feria de Abril y haber bailao una sevillana, y ya nos podemos ir tranquilos", dice una mujer.
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