El servicio de atención al cliente de Correos
Quisiera advertir a futuros incautos que, como yo, un día confiaron en Correos y Telégrafos, para que no caigan en la trampa en la que yo caí. En el mes de julio hará un año que contraté un servicio que ofertaban, y mientras un empleado me hablaba de las ventajas del producto y yo pagaba religiosamente la cuota, todo fue bien. El problema comenzó cuando el servicio no se me prestó y eso me trajo una serie de inconvenientes y trastornos que sería muy largo enumerar. Reclamé por todas las vías posibles el importe que había pagado, más una indemnización por los perjuicios sufridos como consecuencia de la inoperancia de alguien y, a pesar de haber remitido numerosos escritos, incluso aportando pruebas, y de haber realizado numerosas llamadas, la respuesta siempre ha sido la misma: "No se preocupe, que tomamos nota para que esto no se vuelva a repetir, pero sólo podemos devolverle el importe que usted abonó".
El colmo de la mala educación ha llegado ahora, junto con el límite de mi poder de asombro, cuando después de remitir dos cartas (espaciadas entre sí unos tres meses) al responsable máximo de un departamento denominado atención al cliente, descubro que este señor debe de estar un poco harto de que los clientes reclamemos tanto y que le fastidiemos con quejas absurdas, porque ni se ha molestado en enviarme una simple nota dándome a entender que ha leído mis cartas. Y yo me pregunto: ¿qué atención y a qué clientes atiende este señor en su trabajo? A ninguno, desde luego. Y eso me lleva a pensar la cantidad de personas eficaces que hay en las listas del paro y que estarían encantadas de ocupar el puesto de esta persona. Lástima que Correos no tenga una competencia que le haga sombra.
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