¿Quiénes son los modernos?
El término moderno -y todos sus derivados como modernidad, modernización o modernismo- ya era utilizado en la antigüedad en el ámbito artístico. Desde entonces ha modificado tantas veces su significado como movimientos de ruptura con el periodo anterior han ido apareciendo. Sin embargo, es un término que sigue poseyendo un enorme poder evocador y que no ha perdido su vigencia, como demuestra el hecho de que se siga utilizando cada vez que aparece la conciencia de pertenecer a una época nueva. Según la curator y experta en arte povera, Carolyn Christov-Bakargiev, el impacto de las nuevas tecnologías digitales en la creación artística contemporánea ha marcado el fin del posmodernismo que ha caracterizado la historia del arte de los últimos treinta años y ha dado comienzo a una nueva modernidad: los artistas dejan de citar y vuelven a inventar.
La exposición defiende que ha llegado el fin del posmodernismo: los artistas dejan de citar y vuelven a inventar
Christov-Bakargiev intenta demostrarlo a través de los creadores que ha seleccionado para I moderni/The
moderns, su primera muestra como jefe de exposiciones del Museo de Arte Contemporáneo Castello di Rivoli de Turín (Italia), donde se presenta hasta el 3 de agosto. "Con este proyecto no quiero demostrar una tesis, sino señalar una sensibilidad creativa distinta a la que caracterizó los años ochenta y noventa. Estos artistas son hijos de una revolución tecnológica parecida a la revolución industrial de finales del siglo XIX que, como aquélla, ha generado un deseo y una actitud experimentales. Hoy, hay artistas de todo el mundo que hacen referencia a la modernidad o utilizan iconos de la modernidad en sus obras como elementos narrativos o fantásticos. El mundo digital es internacionalista como lo era el de los vanguardistas, aspira a superar la dicotomía local-global y a la vez se expande en territorios nunca alcanzados por los artistas de principio del siglo XX", afirma Christov-Bakargiev.
Sus artistas miran hacia el futuro, admiran y utilizan sabiamente la tecnología digital, pero al mismo tiempo cultivan la referencia a las utopías de los modernos de principio del siglo XX. Por un lado están los que trabajan con las imágenes en movimiento, como Tacita Dean, Susan Phillips, Liam Gillick y Daria Martin, cuyas obras son deudoras de las experimentaciones de los pioneros de la historia del cine, símbolo mítico de la modernidad. "Por otro lado están los artistas que, a través de la pintura y la escultura, demuestran su interés por el experimentalismo, el formalismo, el lenguaje abstracto y otros elementos clave del lenguaje moderno", añade Christov-Bakargiev. Entre los pintores de la que ella denomina generación post Twin Towers destaca Julie Mehretu, cuyas grandes pinturas multicapas parecen mezclar técnicas digitales y medievales. Son representaciones de mapas superpuestos de carreteras, circuitos digitales y otras arquitecturas, que actualizan el concepto de deriva de los Situacionistas.
También destaca la obra de Sarah Sze, una artista china de Boston que ha creado un mundo subterráneo de autopistas fantasmagóricas hechas de platos de plástico rotos y minúsculas casas de ciencia-ficción que en un examen más atento resultan ser vitaminas; un mundo que debajo de un cristal se engloba en la arquitectura histórica del castillo como un hallazgo arqueológico a la espera de visitantes del futuro. Otra de las obras realizadas para la exposición es una espectacular instalación del italiano Massimo Bartolini, que aprovecha el espacio del siglo XVII de las salas de la Manica Lunga para proponer su particular visión de los métodos y los valores del constructivismo con unas formas que "no imitan modelos preexistentes ni siguen huellas o herencias, sino que crean algo totalmente inédito", como se explica en el libro que acompaña la exposición (Ediciones Skira, en italiano e inglés), que recoge una antología de ensayos del periodo moderno elegidos por los artistas de la muestra. "Pueden encontrarse textos poco conocidos, como uno de Henri Bergson, elegido por el artista turco Haluk Akaçe, lo que pone en relación los flujos vitales descritos por el autor en 1907 con los flujos digitales y la mutación continua del espacio mental a través de las nuevas tecnologías de la comunicación", comenta la comisaria.
En la selección no figura ningún español, mientras que América Latina está representada por el diseño funcional de las instalaciones del cubano Jorge Pardo y por las obras del venezolano Arturo Herrera. La muestra se completa con una sección audio con artistas que utilizan el sonido como medio expresivo. "Todas las obras de los modernos apuntan a trastornar la estética purista y autorreferencial del arte posmoderno y minimal. Aquí lo familiar y cotidiano se convierte en maravilla y cambia nuestra percepción del arte", concluye.
La resurrección del 'Laberinto Eléctrico'
THE MODERNS va acompañada de una presentación especialmente emocionante para el público italiano. Se trata de la reconstrucción de la instalación Electric Labyrinth que el arquitecto japonés Arata Isozaki realizó para la Trienal de Milán de 1968, y que se inauguró en una de las fases más calientes de la contestación estudiantil. Isozaki concibió una obra fuertemente crítica y reivindicativa sobre las ciudades del pasado y del futuro, la tragedia de la guerra y la crisis de la sociedad. Sin embargo, el público nunca llego a verla: los estudiantes la destruyeron el 30 de mayo durante la rueda de prensa de presentación, en el marco de una histórica ocupación que se prolongó durante 10 días. Después de 35 años, la obra representa uno de los momentos clave de la experimentación interdisciplinar de los años sesenta. La estructura está formada por paneles de aluminio con las imágenes de los bombardeos atómicos mezcladas con grabados de historias de fantasmas, que se activan cada vez que pasa un espectador gracias a un sistema de rayos infrarrojos, que generan movimientos y efectos sonoros.
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