Del éxito al vértigo
Los trabajadores de Sintel tuvieron un arrojo extraordinario cuando instalaron el Campamento de la Esperanza en el paseo de la Castellana para reivindicar derechos laborales tras la quiebra de la empresa. Se ganaron la simpatía de sus vecinos y de todo el pueblo de Madrid. Se les hicieron reportajes y documentales, que tuvieron repercusión en todo el mundo. Lograron arrancar un compromiso para su recolocación del Gobierno y de Telefónica, propietaria de Sintel hasta que pasó a manos del empresario cubano Mas Canosa. Un éxito sin precedentes.
Después entró el vértigo. Cuando comenzaban a formalizarse los acuerdos para prejubilar a 500 ex empleados y recolocar a casi un millar, apareció de repente una empresa fantasma de supuesta nacionalidad rusa con interés por quedarse con la sociedad. Nunca concretó nada, pero los trabajadores la defendieron mientras la mayoría rechazaba las ofertas. Se abrió paso el desenfreno. Arreciaron las acusaciones de incumplimiento al Ejecutivo, a Telefónica y, sobre todo, a Comisiones Obreras, que se convirtió en el blanco de los ataques. De esas acometidas se han librado alguno de los sectores críticos del sindicato, que les han alentado en ocasiones. Y mientras se sucedían veladas amenazas, los ex trabajadores de Sintel disfrutaban, todavía, del éxito del campamento, como por ejemplo en la última gala de los Goya, donde recogieron con sus chaquetones azules el premio al mejor corto.
Hasta ayer. Justamente el día en que se cumplía el 25º aniversario de la celebración del Primero de Mayo en libertad en España y en que los sindicatos aparecían más unidos que nunca para lanzar mensajes de paz y solidaridad y en contra de la política de Aznar, los trabajadores de Sintel escenificaron el fracaso, algo a lo que no están acostumbrados. Su objetivo era boicotear el acto, las intervenciones de los líderes sindicales, para hacerse notar. Y lo consiguieron. Quizá no esperaran que lo iban a hacer de forma tan violenta. Quizá ahora lamenten que un exaltado se haya propasado. Pero no hay que olvidar que su líder -anterior presidente del comité de empresa-, Adolfo Jiménez, había declarado allí mismo cosas como que "Fidalgo es el mejor ministro sin cartera de Aznar" y que los insultos contra el secretario general de CC OO se habían sucedido durante tres horas. Un caldo de cultivo nada apropiado para pacificar a las masas. Y en la Puerta del Sol había más de 1.000 personas con camisetas o algún distintivo de Sintel y de entre ellos surgió la tranca que abrió la cabeza de Fidalgo.
La agresión dejó en segundo plano el lema ("Por la paz y en favor del empleo. No a la guerra") con el que los sindicatos querían festejar el Primero de Mayo. Había muchos políticos de izquierda. Era la jornada propicia, en vísperas electorales, para lanzar los dardos al Gobierno del PP por su actuación en la guerra de Irak y por su política económica y social; pero, por primera vez en 25 años, no hubo discursos. Méndez y Fidalgo no pudieron resaltar el éxito de la retirada del decretazo tras la huelga del 20-J y el despertar de la juventud.
Sintel ha tenido un pasado atormentado y sus trabajadores reivindican un puesto de trabajo que creen legítimo. Pero son un mal ejemplo de manipulación, primero con una empresa desconocida y después exigiendo que todo el colectivo de trabajadores sea contratado en grupo. Los sindicatos dicen, y parece que tienen razón, que es difícil sostener que se han incumplido las promesas de recolocación cuando hay 965 ofertas y 244 ex trabajadores las han aceptado. Ayer arruinaron, a fuerza de estacazo, no sólo el derecho a manifestarse de otros trabajadores, sino también sus reivindicaciones.
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