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Columna
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Y tú más...

La campaña electoral del PP corre el peligro de deslizarse por la pendiente de esas riñas colegiales que cierran la subasta de insultos mutuos con la devolución multiplicada -y tú más...- del último reproche recibido del contrincante. A fin de poder acusar a los socialistas de complicidad con la represión de Castro por supuestas afinidades ideológicas, el presidente del Gobierno ha manipulado el encarcelamiento de 75 disidentes cubanos y el fusilamiento de tres personas para devolverle de esta forma al PSOE la tarjeta de sus críticas al incondicional respaldo del PP a la Administración de Bush durante el conflicto de Irak en clara violación de la legalidad internacional. Desvanecidos los pretextos de la intervención bélica (los arsenales de armas de destrucción masiva, las conexiones con redes terroristas internacionales y el poderío militar de un Sadam Husein equiparado con Hitler), Aznar justifica ahora la guerra con el argumento de que ha servido para derrocar a un dictador; la condena de la represión en Cuba sería congruente, así pues, con ese principio orientador de la política exterior de su Gobierno. En cambio, el secretario general del PSOE, acusado en su día de ser un "compañero de viaje" de Sadam Husein y de oponerse a la invasión de Irak por sus simpatías hacia el tirano, habría confirmado sus ocultas proclividades antidemocráticas. La falta de celo, la debilidad de tono y la insuficiente rotundidad de sus denuncias contra Castro así lo probarían.

Aznar no se conforma con dirigir su Gobierno y su partido con mano de hierro sino que también conduce de la oreja hasta el pupitre a los dirigentes de la oposición para que hagan sus deberes. Al igual que los padres castradores con los hijos indisciplinados, el presidente del Gobierno sanciona las negativas, las resistencias o las tardanzas de los díscolos con la retirada del afecto y del saludo: castigado sin postre por viajar sin permiso a Marruecos, enviado al cuarto oscuro por apoyar la huelga de los sindicatos y puesto de rodillas contra la pared por criticar a la Administración tras el naufragio del Prestige, Zapatero es expulsado ahora del aula democrática por no seguir al pie de la letra las instrucciones cursadas para excomulgar a Castro. Aunque el presidente del Gobierno tampoco fue a la manifestación de protesta por la represión en Cuba convocada el pasado sábado en Madrid, Aznar criticó a Zapatero desde la tribuna de un mitin en Santander por haber preferido acudir -también él- a un acto electoral en Málaga antes que a la convocatoria contra Castro.

De nada valió, en cualquier caso, que altos dirigentes del PSOE estuvieran en la Puerta del Sol. El portavoz socialista en el Congreso, Jesús Caldera, tuvo que ser protegido por la fuerza pública de las amenazas de una parte del público. El director de cine Fernando Trueba, que leyó un comunicado firmado por otros cineastas (entre ellos el satanizado Javier Bardem), también fue abucheado; los silbidos a Raimon en el concierto-homenaje a Miguel Ángel Blanco de 1997 ya habían mostrado la escasa inclinación hacia la tolerancia de un sector del Partido Popular. Aznar ha establecido una relación causal entre las críticas del PSOE a la guerra de Irak y las posteriores agresiones contra cargos y sedes del PP; el presidente del Gobierno, en justa correspondencia, tal vez debiera reflexionar sobre sus propias responsabilidades en los incidentes del sábado. Los apoyos diplomáticos, comerciales y culturales prestados a Castro desde su llegada al poder en 1959 (60 años después de que Cuba dejara de formar parte de España) han tenido ideológica y políticamente un carácter transversal; el legado de la historia, la numerosa población de origen español de primera o segunda generación residente en la isla y el deseo de favorecer la transición pacífica a la democracia explican esa rara peculiaridad. Y Manuel Fraga -presidente-fundador del PP- puede testimoniar, no sólo como ex ministro de Franco sino también como presidente de la Xunta de Galicia, que Castro ha recibido a lo largo de estos 44 años tanto o más apoyo desde la derecha autoritaria que desde la izquierda revolucionaria.

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