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Columna
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Canalladas

En la madrugada del Jueves Santo, seis encapuchados apalearon a tres ciudadanos marroquíes que dormían junto a la estación de autobuses de Huelva. Dos de ellos resultaron con lesiones. El tercero quedó muerto. Murió a palos. Unos hechos que la Delegación del Gobierno y los instructores policiales quieren hacer ver que son aislados. Y, lo que es peor, pretenden convencernos que esta canallada nada tiene que ver con la condición de extranjeros marginados de los agredidos y del muerto. Ahí quedan las palabras de la Delegación en este sentido. Ahí está el atestado policial, en el que se destaca la condición de indigentes de los agredidos y se atenúa su condición de extranjeros como causa de la agresión.

Sin embargo, la realidad es tozuda. La realidad pone de manifiesto que, precisamente, las agresiones se han producido porque los agredidos, y el muerto, eran extranjero e indigentes. Mantener lo contrario es distorsionar unos hechos que no son aislados, sino continuación de otros de la misma intensidad racista y xenófoba. Es intentar tapar la realidad. Unas tapaderas que son muestra de la ceguera con la que se quiere ocultar el racismo que rezuman estos actos. Y una ceguera por este interés mal entendido de muchos, que, hasta ahora, sólo ha servido para posibilitar la aparición de grupos que actúan alevosamente contra los más desfavorecidos.

No están lejos los sucesos de El Ejido, ni otros en Huelva, que demostraron que hechos racistas vienen sucediendo con demasiada frecuencia, sin que, al día de hoy, conozcamos que la repuesta policial, y judicial, hayan sido conformes con la alarma social que produjeron. Tampoco está lejos, sino más cerca, la agresión que otro marroquí sufrió antes de estos hechos, y otra más, en el que a otro inmigrante le quemaron los pies con gasolina. Tan cerca como el mes pasado -el 21 de marzo-, en la misma ciudad y por una pandilla de encapuchados. Como ahora.

Ante esta realidad sólo cabe la reacción de las autoridades. Una reacción que pasa por la detención de estos canallas. También porque autoridades, y políticos, empiecen a admitir que el racismo está apareciendo y que se va a castigar, como de verdad dicen nuestra leyes. Sólo su ejemplo, favoreciendo la integración y el respeto, pueden poner freno a estas canalladas.

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