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SOS Racismo monta su oficina de Vitoria en la calle tras perder sus sedes

Las quejas vecinales impiden atender a los extranjeros en un nuevo local

La plaza de la Virgen Blanca de Vitoria, foro de encuentro de vitorianos y visitantes, nunca ha tenido un rostro tan mestizo y reivindicativo frente a la xenofobia como ahora. La asociación SOS Racismo ha instalado en este cruce de caminos urbano una improvisada oficina callejera para atender a los extranjeros después de haber sufrido diversos avatares en las ultimas semanas que les han obligado a prescindir sus dos sedes más recientes.

El pasado 11 de marzo, la rotura de una tubería en el Casco Viejo anegó los locales de este colectivo en la capital alavesa. Bajo las sucias aguas y el fango expulsados por las cañerías quedó buena parte de la documentación que SOS Racismo ha recopilado en sus 15 años de presencia en Vitoria, además de varios miles de expedientes de inmigrantes que se han quedado en papel mojado.

Pero el verdadero golpe moral lo sufrió esta asociación algo más tarde. Después de alcanzar un acuerdo de arrendamiento durante tres meses con la propietaria de un bajo situado en el centro de la ciudad, las quejas vecinales complicaron el contrato. El limitado espacio de la lonja obligaba a los extranjeros a esperar su turno en el exterior, hecho que no fue asumido por algunos residentes. De esta forma, se les ha obligado a lograr un permiso especial de actividad para atender al público, lo que les lleva a limitar el uso de esta sede para asuntos propios durante los meses que tarde en lograrse este trámite.

Así, desde este martes la oficina provisional de SOS Racismo es una vetusta mesa y dos sillas plegables ubicadas en los jardines de la Virgen Blanca, donde dos responsables del colectivo reciben a los interesados durante cuatro horas y tres días semanales.

Tres días al raso

"No nos han echado a la calle exactamente", señala Fede García, responsable provincial de la asociación, "pero nadie nos ha apoyado desde que padecimos la inundación". Habla de las malas formas con que se les reprochó la presencia de los inmigrantes en el nuevo local y de la falta de ayuda oficial. De los 100.000 euros anuales que maneja esta ONG en Álava, un 20% proviene de la Diputación y el resto sale de los bolsillos de los asociados.

Personas de rasgos africanos, subsaharianos y magrebíes, además de latinoamericanos, conforman el grupo mayoritario de usuarios del servicio que esperan vez en una zona ajardinada.

Cada uno de los tres días en que han trabajado al raso, los gestores de la organización social han abierto una treintena de expedientes. Se trata tanto de permisos de residencia en los que ejercen de mediadores ante la administración, como de otros asuntos. Este constante movimiento de demandantes de ayuda constata, en opinión del portavoz de SOS Racismo, la "utilidad pública" de esta asociación.

Anuncia que seguirán en la calle "mientras el buen tiempo lo permita" ya que las dificultades económicas que atraviesa la organización no les permiten optar por otra solución. Señala al gobierno del PP por la caída de las ayudas a las ONG que ha protagonizado, además de al resto de organizaciones no gubernamentales locales "que no se han solidarizada para nada con nosotros".

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