Ronaldo corona un partido glorioso
Tres goles del brasileño conceden la clasificación del Madrid frente a un Manchester que nunca se rindió
Un partido memorable, uno de los más brillantes que se han visto en la Copa de Europa, consagró la clasificación del Real Madrid y la autoridad de Ronaldo ante una afición que había dudado de su excepcional categoría. Autor de tres goles, formidables de principio a fin por las jugadas que les precedieron, Ronaldo salió de Old Trafford entre las ovaciones de las 65.000 almas, todas rendidas ante el astro brasileño, por fin coronado en el Madrid. Ronaldo fue el héroe de una excepcional noche de fútbol, tan extraordinaria que su hat trick no impidio la victoria del Manchester, vibrante equipo que hace grande a este juego.
El partido tuvo épica, dinamismo y estilo, cada uno en el suyo. El Madrid salió con la decidida intención de gobernar el juego, de disponer del balón en dosis masivas, circunstancia que no se había producido en los últimos encuentros. Contra pronóstico, y ante la sorpresa general, Del Bosque alineó a McManaman, del que no se tenían noticias en los últimos meses. Limitado a un papel irrelevante, había quedado fuera de algunas convocatorias y parecía condenado a vegetar en la condición de figurante. Nada hacía pensar en Macca como protagonista de uno de los encuentros trascendentales de la temporada. Pero finalmente hay una peculiar fe de Del Bosque en el jugador inglés, héroe de un par de noches inolvidables del madridismo: la final de París y el partido del Camp Nou del pasado año. Quizá hay algo cabalístico en la desordenada confianza del entrenador en Macca, pero el caso es que jugó en Old Trafford. Por supuesto, hubo una intención futbolística evidente, que pasaba por el control de la pelota como antídoto de lo que suponía una avalancha del Manchester. Y para abundar en esa idea, Del Bosque eligió a Guti en lugar de Flavio. De repente, el Madrid estaba lleno de centrocampistas con manejo, con un insuperable Zidane a la cabeza. Atrás quedaba el equipo fracturado
MANCHESTER 4 - REAL MADRID 3
Manchester: Barthez; Brown, Ferdinand, Silvestre (Phil Neville, m.79), O'Shea; Solskjaer, Butt, Keane (Fortune, m.82), Verón (Beckham, m.63), Giggs; y Van Nistelrooy.
Real Madrid: Iker Casillas; Míchel Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Makelele, Guti; Figo (Pavón, m.87), Zidane, McManaman (Portillo, m.69); y Ronaldo (Solari, m. 67).
Goles: 0-1. M. 12: Pase de Guti y disparo de Ronaldo. 1-1. M. 43: Van Nistelrooy, a pase
de Solskjaer. 1-2. M. 50: Zidane pasa a Roberto Carlos, que envía a Ronaldo para que marque. 2-2. M. 52: Helguera, en propia meta. 2-3. M. 59: Ronaldo, de gran disparo. 3-3. M.71: Beckham, de lanzamiento de falta. 4-3. M.84: Beckham remacha un balón desviado por Hierro.
Árbitro: Collina (Italia). Amonestó a Verón, Figo
y Fortune (m. 93).
66.000 espectadores en Old Trafford.
En torno a Zidane y Guti, el Madrid armó su paciente y delicado juego, lleno de ingenio, de una precisión matemática. Había que medir a Guti en un partido de esta exigencia, y su respuesta fue intachable, a la altura del formidable futbolista que lleva dentro. Nadie se benefició tanto de su presencia como Zidane, liberado para flotar por el campo, con la condición de definir la geometría final del Madrid. En Old Trafford, Zidane se levantó sobre los demás para ofrecer una actuación memorable, sin intermitencias, con momentos que resultaron definitivos, como el arranque del 0-1, una hermosura que surgió de la nada, de un rincón donde el astro francés comenzó una aventura que prosiguieron Figo, Guti y Ronaldo, cuyo remate tuvo ese aire seco, medio despiadado, que casi nunca encuentra la respuesta de los porteros.
A Zidane y a Guti, a Casillas y un excelente Makelele, les correspondió el protagonismo de una gran noche. A todo el equipo le sobró coraje y decisión. Pero el héroe fue Ronaldo, que remitió a sus días gloriosos, cuando resultaba imparable. Ronaldo salió entre abucheos del encuentro de ida. Poco ha importado que sea el máximo goleador del equipo en la Liga, que sus goles hayan sido cruciales en partidos del máximo rango, o que su explosiva velocidad haya permitido una variante desconocida en el Madrid de los últimos años. A Ronaldo se le ha discutido más allá de lo prudente, y su respuesta fue atronadora en Old Trafford. Marcó los tres goles del Madrid, el último de ellos de una violencia que dejó mudo al estadio por un instante. Luego comenzaron a levantarse los hinchas ingleses de sus asientos para saludar al genio, que se despidió poco después del campo entre las ovaciones de la muchedumbre. Toda la dignidad del fútbol, la que se deriva del reconocimiento del enemigo, presidió el lento camino de Ronaldo hacia el vestuario.
Sin embargo, sus tres goles no sirvieron para dar la victoria al Madrid, y eso habla del carácter del Manchester, de la manera de entender el fútbol que le ha convertido en una institución admirable. Siempre estuvo en uno posición casi indefendible, recibiendo goles de Ronaldo y sin demasiados recursos para detener el fluido juego del Madrid. Y hasta se podía observar la sensación de sorpresa y decepción que generó la ausencia de Beckham en el inicio. No era una noche para condenarle al banquillo, para humillarle, para decir al mundo que Beckham es un cualquiera en los reds. Salió en la segunda parte porque no había más remedio. El Manchester se había vaciado para contestar al primer gol, pero necesitaba más que el empate. A Beckham, y un excelente Van Nistelrooy, correspondió el papel principal en la victoria del Manchester, por poco que le sirva. A él, sí. Old Trafford le despidió al grito de there´s only one David Beckham (solo hay un Beckham), después de admitir la gran actuación del Madrid en un partido inolvidable.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.