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Juegos, triquiñuelas y opacidades

Es muy triste que el debate público más intenso en Cataluña, cuando el mundo nos envía mensajes muy diferentes, esté centrado en un pequeño, deplorable y vergonzoso episodio de manipulación de encuestas por parte de quien es considerado la mano derecha del flamante conseller en cap y candidato. En efecto, la cuestión es más interesante como indicio o síntoma, como indicador de calidad moral y política, que por su magnitud o trascendencia. Pero el proceso al que hemos asistido desde las primeras noticias hasta el cierre de la comisión de investigación nos aporta lecciones útiles y algunas reflexiones obligadas:

En Cataluña gobierna (?) un grupo (pequeño) de gente dispuesta a lo que sea, incluso al ridículo, con tal de mantenerse en el poder, usando y abusando de un amplio presupuesto y, si es necesario, negando las evidencias o engañando infantilmente a los ciudadanos, como se acaba de comprobar.

El Parlament, que no dispone de los instrumentos adecuados de control de la acción de gobierno que el Estatut le atribuye como función central, se ve obligado a trabajar con informaciones parciales o datos fragmentarios suministrados por los medios de comunicación. Los partidos, quizá prisioneros de una lógica democrática de confrontación, se ven empujados a decidir en busca de rentas a corto plazo al servicio de las respectivas estrategias preelectorales.

Pero el intento de CiU de quitarse el muerto de encima, primero, negándolo todo y, después, traspasándolo a otras administraciones a través del conocido "y tú más", con el visto bueno activo del PP (experto en la materia) y el entusiasmo equidistante de ERC, degrada más a sus autores que las propias manipulaciones.

Los medios no han tardado en dar crédito a la hipótesis más fácil: ¡quién no tiene alguna vergüenza que esconder! Ilustres comentaristas coinciden por una vez. Pilar Rahola, además, añade su personal preocupación por los amigos, confirmando el horror de los pactos entre iguales, tan evidentes que no admiten duda ni necesitan interpretación. Así, la hipótesis se convierte en dato, en verdad indiscutible: si en la Generalitat hay un señor con nombre y apellidos (se ha demostrado e incluso ha dimitido con "honor"), seguro que en el Ayuntamiento hay otro que tiene un laboratorio de fabricación de encuestas que, desde hace años, engaña, manipula y ahora exige un pacto de silencio para protegerse de sus compañeros que, de forma ingenua, osaron abrir la Caja de Pandora. Fantástico.

De acuerdo, el final de la comisión de investigación no ha sido, seguramente, la mejor manera de negar todo lo anterior ni de verificar el afán exigible de transparencia que, aunque se trate de una nimiedad, debería haberse garantizado por vías más ordinarias. A mí tampoco me ha gustado ese final. Se puede admitir sólo como muestra de voluntad prudente de no prolongar una confrontación institucional en pleno periodo preelectoral una vez asumida la responsabilidad política principal. Pero en ningún caso se puede interpretar como un pacto entre las dos formaciones políticas.

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Pero si el efecto inmediato es que la hipótesis se convierte en clamor mediático y político..., entonces, no estoy de acuerdo. En el Ayuntamiento de Barcelona ni se oculta, ni se manipula ni se inventan encuestas. Precisamente fue la iniciativa del gobierno municipal, ya en 1996, la que sirvió de referencia para impulsar el famoso Registro autonómico dos años después.

Desde entonces, hace ya siete años, el Ayuntamiento formula el Plan de Estudios Sociológicos incluyendo todas las encuestas de contenido político que, periódicamente, se elaboran, difunden y se entregan a los grupos municipales y a los medios de comunicación. Claro, hay otras encuestas de gestión, análisis de servicios y control de calidad que no forman parte de este plan y que, por tanto, no se difunden por el mismo sistema. Algunas son presentadas por sus responsables sectoriales o territoriales, y otras, no. Pero todos estos estudios quedan sometidos al procedimiento normal en la Administración local de control de acceso a la documentación e información.

Quizá es fácil admitir ahora que hubiese sido mejor aceptar hace tiempo la propuesta de crear un registro similar al del Parlament.Pero no se trata de hallar manipulaciones que nunca han existido sino de optimizar el derecho, vigente, a la plena accesibilidad y transparencia al qué, cómo y cuándo referido a los estudios de opinión.

Lo más curioso es que el grupo municipal de CiU, aplicando con normalidad y legitimidad el procedimiento ya establecido por el Ayuntamiento de Barcelona, está analizando todos los estudios elaborados durante el actual mandato. Seguramente este procedimiento es mucho más natural y profundo que el que se hubiera derivado de la difunta comisión de investigación, aunque el espectáculo hubiese sido mucho más divertido y con más atractivo mediático.

Quizá por esto, mi amiga Pilar, la misma que hace algo más de cuatro años me exigía, sin conseguirlo, que ocultara las encuestas que la dejaban sin posibilidades de obtener representación en las elecciones, ahora me acusa de ser opaco, situando al Ayuntamiento en el mismo paquete que el actual Gobierno de la Generalitat, y dando por hecho un pacto de silencio entre CiU y PSC. Pilar, te agradezco tu amistad pero, como ves, el Ayuntamiento no tiene nada que esconder. Esta institución está sometida a un control más severo y exigente que el de una comisión de investigación, y más fiable que el ofrecido por un registro burlado por sus teóricos celadores.

Seguramente no hay que dar más importancia a un muchacho que fabrica sobre el papel la realidad que desea y no encuentra. Seguramente no hay que preocuparse demasiado por un conseller en cap que sigue confiando en ese muchacho para dirigirle la campaña electoral (magnífica noticia) y que no duda en demostrar que, para él, la política consiste en el intercambio de favores personales, especialmente cuando se trata de proteger comportamientos que bordean la legalidad, como es el caso de su socio-adversario Piqué.

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