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Reportaje:

El aeropuerto que se quedó en paseo

El Ayuntamiento conservará un trozo de la pista 36 en recuerdo de un campo que cambió su destino en la guerra civil

Pedro Gorospe

Ya solo quedan unos mil metros cuadrados de la vieja pista 36. La ciudad ha acabado por devorarla. El aeropuerto viejo de Vitoria, el segundo de los tres que ha tenido la ciudad, el antiguo campo de Elorriaga, se ha convertido en cimientos de la urbanización de Salburua. Desde que el nuevo aeródromo internacional de Foronda fue inaugurado en 1980 apenas si servía para probar aeromodelos, sobrevolar dentro del coche durante los movidos y nocturnos fines de semana o celebrar el Día del Partido del PNV, el último domingo de setiembre.

Sin embargo el aeropuerto viejo fue el nexo de unión entre el floreciente inicio de la aviación vitoriana en el aeródromo de Lakua y la consolidación de Foronda como aeropuerto internacional de carga. Un nexo de más de 45 años, desde 1935, cuando fue oficialmente abierto al tráfico

La única línea regular fue Vitoria-Madrid y sólo duró tres meses en el año 1952

con el nombre de José Martínez Aragón. Pero la aventura, la investigación y los proyectos aeronáuticos pioneros que albergó fueron frenados en seco por el estallido de la guerra civil.

El Ayuntamiento de Vitoria va a mantener el trozo de la viaja pista que queda al sur y la convertirá en el Paseo del Aeropuerto Viejo, con focos y bancos. Mantener los búnkeres y los túneles que los conectaban por el subsuelo, en los que han jugado cientos de niños vitorianos de varias generaciones, será más complicado.

Mirar las sombras

Terminar como paseo será el recuerdo de una pista de aterrizaje que, a su manera, influyó en la historia. La guerra civil y el asentamiento del régimen franquista hizo que la capital alavesa pasara de tener una relación privilegiada con la aviación desde sus inicios, a malgastar tres décadas de marcado carácter militar, sin progreso ni nuevos talentos.

Lo que sí han quedado son fechas y hechos para la parte más oscura del aeródromo vitoriano. El lunes 26 de abril de 1937, hacia las cuatro y media de la tarde, despegaron del aeropuerto viejo cuatro bombarderos Heinkel 111, una de las tres escuadrillas de Junker 52 y una de las dos unidades de cazas Messerschmidt de la Legión Cóndor que tenían como objetivo de destruir Gernika. Arrojaron sobre la ciudad, durante más de tres horas, en un día de mercado, no menos de 10.000 kilos de bombas explosivas, las poderosas bombas minas SC 250, y otros 30.000 kilos de bombas incendiarias. Era la primera vez que se bombardeaba una ciudad abierta, sin especial significación militar. Hubo 2.000 muertos y un millar de heridos. Von Richthofen y el general Mola, en su cuartel general, situado en el ya desaparecido Hotel Frontón de Vitoria, diseñaron la masacre.

Apenas un mes después, el 3 de junio el aeropuerto viejo fue rebautizado con el nombre de Aeropuerto General Mola, en honor del militar sublevado, que falleció cuando volaba hacia Vitoria y su avión se estrelló cerca de Burgos. Tan sólo a partir de finales de los años 50 renació la aviación civil en Álava gracias al Aeroclub de Vitoria Heraclio Alfaro.

La vuelta a Vitoria del laureado ingeniero aeronáutico, que pasó casi dos décadas en Estados Unidos, dio nueva fuerza a la pasión por volar. Alfaro, el piloto más joven de Europa, el primero en construir y pilotar su propio avión en 1914, e impulsor junto a Garnier de la primera escuela de pilotos civiles de España -aunque no diera ningún alumno-, regresó a Vitoria en 1953. El 9 de agosto de hace cincuenta años, un gran homenaje con un espectáculo aéreo que se desarrolló en el aeropuerto viejo empezó a cerrar una sórdida etapa de la guerra y postguerra. Otro de los hitos del aeropuerto viejo, y una de las veces que más gente congregó, fue cuando un trimotor trajo a Vitoria la imagen de la Virgen de Fátima.

Pista corta

El campo apenas contaba con una pista de 800 metros y estaba custodiado por cinco soldados, equipados con una radioayuda. Estaba atravesada en su mitad por la carretera N-1 (Madrid-Irún9, que había que cortar con una barrera cada vez que aterrizaba algún avión, y sólo tuvo una línea comercial Vitoria-Madrid que duró tres meses en 1952. Un Bristol de 48 plazas hizo su primer vuelo 7 de julio y dejó de volar el 17 de octubre. Las autoridades vitorianas no consiguieron dotar a la capital alavesa de nuevos enlaces aéreos estables. El vespertino Norte Express llegó a informar de un proyecto para enlazar Vitoria con otras ciudades con un hidroavión desde los pantanos. Fantasía.

El viejo campo se convirtió a partir de los sesenta en la sede oficial del Aeroclub, que llegó a tener hasta seis aviones, y en la base de operaciones del ya fallecido ex presidente del Alavés, el empresario Juan Arregi, que viajaba con su avión C-90 a distantes puntos del planeta para sus legendarios safaris.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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