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La OPEP se prepara para lidiar con Irak

El cartel se reúne para acordar un recorte de producción que impulse los precios tras la guerra

Fernando Gualdoni

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) afronta esta semana una reunión clave, y en la que la presencia de Irak, con o sin representación física, es crucial. El objetivo de la cumbre del próximo día 24 es acordar un recorte de la producción de en torno a los dos millones de barriles diarios para impulsar los precios, que en las últimas semanas bajaron al ritmo del avance del ejército anglo-estadounidense en Irak. Desde que la guerra comenzó el 20 de marzo, el crudo se ha abaratado de 34 a 24 dólares, y el cartel quiere prevenir un desplome aún mayor.

La cumbre tiene tantos ingredientes como la receta más compleja: precios, producción, el futuro de Irak, el porvenir de la OPEP. Pero lo primero es lo primero, y es revertir la tendencia a la baja de los precios. Para lograrlo, el cartel quiere recuperar su sistema de cuotas de producción, suspendido el pasado 20 de marzo. Si la OPEP pone en marcha este mecanismo, a partir del 1 de mayo los 10 productores no deberían extraer más de 24,5 millones de barriles diarios, es decir, 1,57 millones menos de lo que produjeron en marzo.

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División en el cartel

La expectativa de una drástica reducción de la producción de la OPEP, que incluso puede llegar a los dos millones de barriles diarios, causó a principios de la semana pasada una ligera subida en el precio del crudo. Pero la reacción fue efímera. El mercado petrolero sabe perfectamente que las cosas en el seno de la OPEP, su cohesión y fortaleza, penden de un hilo. El regreso de Irak a la organización, con voz, voto y, sobre todo, poder, ha reactivado una lucha en el seno de la organización que estaba dormida desde el pacto que Venezuela y Arabia Saudí sellaron en Madrid a finales de 1998.

En la capital española, estos dos grandes productores (primero y tercero de los 11 del cartel) acordaron cumplir con las cuotas de producción acordes a la potencia de extracción de cada uno. Ese pacto, con el que en 2002 lograron disparar los precios del crudo de 10 a 30 dólares, ha quedado completamente desfasado en el último año. Mucho ha cambiado desde entonces: el presidente venezolano Hugo Chávez ya no es tan fuerte como hace tres años, los productores ajenos al cartel han avanzado mucho e Irak recupera ahora un papel que perdió hace más de 10 años.

Las cuotas de producción, después de todo, son parcelas de mercado. Quien más tiene más vende y si no lo vende alguien más lo hará. Éste es el caso de Argelia, por ejemplo, que llegó a producir en marzo 1,1 millones de barriles diarios y la cuota que tiene asignada es inferior a los 800.000. Venezuela, por su parte, arguye que como ha sufrido una huelga de 60 días, necesita mantener su producción al máximo posible para recuperar los ingresos y los clientes perdidos durante la paralización del sector. Caracas sostiene, además, que los demás exportadores ganaron mucho mientras duró la huelga, entre diciembre de 2002 y enero pasado, cuando el barril cotizaba a una media de 30 dólares. Nigeria, que vio su producción interrumpida por la escalada de la violencia étnica, también reclama una tregua para recuperar su nivel de producción y mantener sus ingresos.

Irak entra en esta cola de peticiones con mayores argumentos que los demás: tiene una deuda externa de unos 130.000 millones de dólares (excluyendo compensaciones y contratos impagados que suman otros 250.000 millones) y necesita reactivar su producción petrolera, su única fuente de ingresos en este momento. La industria petrolera iraquí, por lo menos los yacimientos del noroeste, en Kirkuk, estarían produciendo para finales del mes próximo, según han constatado los ingenieros de la empresa Kellogg Brown & Root, filial de Halliburton (empresa de la que el vicepresidente estadounidense Dick Cheney fue un máximo ejecutivo). Las fuerzas anglo-estadounidenses sostienen que tienen bajo su control las zonas petroleras y que durante los 20 días de guerra, los daños causados a las instalaciones petrolíferas a lo largo del país fueron mínimos.

El desafío de la OPEP será el de mantenerse unida para sostener el precio del crudo en su banda de entre 22 y 28 dólares y, al mismo tiempo, satisfacer los intereses particulares de sus miembros. El "nuevo Irak" es, desde luego, el factor clave en este objetivo, puesto que puede convertirse fácilmente en el segundo mayor productor del cartel en pocos años y desde dentro o desde fuera de la organización, socavar su poder.

La OPEP, de momento, recortará la producción aprovechando que Irak aún no cuenta. No se espera que un nuevo ministro iraquí se presente en Viena el 24 y agite el tablero, y menos después de que en la pasada cumbre de la oposición iraquí del día 15 en Nasiriya no se decidiera nada. De todos modos, el ex ministro iraquí del Petróleo, Ahmer Rashid, que aparece en los naipes de los más buscados del régimen de Husein repartidos por Washington, hace tiempo que no va por Viena. En las últimas cumbres, Irak ha sido representado en la OPEP por un funcionario del ministerio o la embajada, y sólo porque las decisiones en el cartel se toman por unanimidad.

El poder saudí

A pesar de que el regreso de Irak inquieta al cartel, hay consenso en el sector petrolero de que su peso nunca podrá arrebatar el protagonismo de Arabia Saudí. Aún cuando Bagdad pueda desarrollar su sector petrolero con la ayuda de Washington y las empresas extranjeras, es casi imposible que Irak pueda cerrar y abrir la espita a su antojo como lo hacen los saudíes. Arabia puede, en cuestión de días, dar o privar al mercado de un millón de barriles diarios.

La capacidad de producción que Arabia Saudí puede manejar a su antojo fue desarrollada hace más de 30 años por las compañías privadas a quienes el Gobierno de Riad compensó con la nacionalización de la Saudi Aramco en los setenta. Es prácticamente imposible que eso se vuelva a repetir, puesto que no hay Ejecutivo que tenga suficientes fondos para pagar esto.

El sector también cree que EE UU no desea que Irak debilite la política de recortes de la OPEP. Es sabido que si el crudo se abarata demasiado, la inversión privada en exploración y producción cae drásticamente, y esto no conviene a los grandes importadores como EE UU, que prevé que sus importaciones aumenten a 13 millones de barriles diarios para 2013, una cifra equivalente a todo lo que produce Arabia Saudí y el mar del Norte.

Un mercado a la espera

Los precios del crudo han experimentado un fuerte retroceso desde que comenzó la guerra, cayendo de 34 a 24 dólares por barril en apenas 20 días. La OPEP ha perdido la llamada "prima de guerra" y, añadido a esto, la situación de tres de sus miembros (Venezuela, Nigeria e Irak) ha cambiado prácticamente de forma radical.

Hasta hace un mes ninguno producía, y ahora los dos primeros están recuperando su nivel de extracción normal, y el tercero, ayudado por EE UU, puede llegar a sacar tanto crudo como antes de la guerra en apenas un mes. Tanto crudo, de cara al verano en el hemisferio norte y en plena desaceleración económica, hundirán los precios.

La perspectiva del recorte ha mantenido al mercado expectante durante la última semana. La cotización del crudo brent, en el mercado de Londres, osciló entre 24 y 25 dólares por barril. Nadie quería jugarse demasiado, porque había muchas preguntas flotando. La principal era si Arabia Saudí iba a apoyar el recorte de producción, puesto que la idea había surgido de productores más pequeños dentro del cartel, como Argelia o Qatar.

La OPEP, según fuentes kuwaitíes, debe encarar la reunión con la idea de tomar medidas a corto plazo y pensando en reunirse nuevamente en pocos días más. La clave, según Kuwait, está en seguir muy de cerca los acontecimientos y actuar con rapidez.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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