El estrés de las batas blancas
Cada día, uno de cada cuatro médicos españoles se levanta para ir a trabajar desmotivado, con la sensación de que nadie valora su esfuerzo y sin la ilusión que un día le empujó a dedicarse a la medicina. Están quemados. O lo que es lo mismo, sufren el síndrome del desgaste profesional, el burnout, una sensación causada por el estrés, la sobrecarga profesional y por la pérdida del control sobre su propio trabajo. Un total de 30.000 médicos españoles lo pueden estar sufriendo en silencio, y aunque a priori ello no implica riesgos para el paciente, sí se sabe que en un 10% o un 20% de los casos esto deriva en depresiones, alcoholismo u otro tipo de adicciones.
Cuando el facultativo es vulnerable por alguna enfermedad mental latente, puede dar lugar a situaciones de riesgo, no sólo para él, sino también para los propios pacientes. Es la cara más amarga del estrés, un fenómeno que puede afectar a todos los trabajadores, pero que los médicos suelen afrontar especialmente mal. "Muchos no lo sabemos ver. Estamos tan implicados en nuestro trabajo, soltamos tanta adrenalina en cada urgencia, nos creemos tan necesarios que a veces no sabemos parar. Encadenamos guardias, consultas, vamos de un hospital a otro, y al final esto pasa factura", explica Montse H., médica de un servicio de emergencia del área metropolitana de Barcelona.
El 'burnout' tiene tres componentes: el agotamiento emocional, la despersonalización causada por la desmotivación y la falta de realización personal
Depresiones, pero también alcoholismo y adicciones a drogas duras, son los problemas más comunes. Algunos estudios indican una mayor tasa de suicidios entre médicos
Cuando el facultativo es vulnerable por alguna enfermedad mental latente, puede dar lugar a situaciones de riesgo, no sólo para él, sino tambien para los pacientes
La reciente muerte de tres personas en manos de una médica residente de la clínica La Concepción de Madrid al sufrir la agresora un brote psicótico puso sobre la mesa que los profesionales de la medicina no están exentos de problemas psicológicos que, en casos muy excepcionales pero no imposibles, pueden acabar con serias repercusiones sobre los pacientes.
Conoce bien estos casos Jaume Padrós, responsable del primer Programa de Atención al Médico Enfermo de España, gestionado por el Colegio de Médicos de Barcelona. Desde 1998, más de 500 médicos han pasado por este servicio, que garantiza el anonimato, para afrontar problemas psicológicos y todo tipo de drogodependencias. "El 15% de los médicos atendidos hasta ahora presentaban al llegar problemas que estaban afectando la buena praxis médica", asegura Padrós.
Controlar la situación
Depresiones, pero también alco-holismo o adicciones a todo tipo de drogas duras son los problemas más comunes. "Algunos estudios demuestran que la tasa de suicidios entre los médicos es más alta que en el resto de la población". Esto se explicaría, según Padrós, porque "al médico le cuesta mucho pedir la ayuda de otro médico. Siempre cree que controla la situación y, por desgracia, no siempre es así".
Vicente Guillem tiene 51 años y desde hace 13 es el jefe del servicio de oncología médica del Instituto Valenciano de Oncología. Trabaja unas 13 horas diarias y tiene a su cargo a otros 11 oncólogos que visitan cada uno a cerca de 25 enfermos al día. "Eso es un 30% o 40% más de pacientes que nuestros colegas europeos y un 50% más que los norteamericanos", señala Guillem. El aumento del número de pacientes a los que debe atender un mismo médico da lugar a situaciones estresantes que pueden repercutir en la calidad de la asistencia.
Y esto lo encajan particularmente mal aquellos médicos que entraron a la profesión movidos por una vocación de servicio y de salvar vidas. "El burnout tiene tres componentes fundamentales: el agotamiento emocional derivado de la percepción de la propia incapacidad para ayudar al paciente, la despersonalización causada por la desmotivación, y la sensación de falta de realización personal", explica Pilar Arranz, psicóloga del hospital universitario La Paz de Madrid y experta en el síndrome del desgaste profesional. Según Arranz, entre los síntomas más frecuentes se encuentran los propios del estrés crónico, cansancio físico y emocional, insomnio, cefaleas tensionales, absentismo mental y laboral, irritabilidad, quejas y actitud cínica o suspicaz, y, en ocasiones, agresividad.
Conoce bien varios de estos síntomas Héctor F., psiquiatra residente de uno de los grandes hospitales de Barcelona. "Seis u ocho días al mes hago mi jornada de ocho horas, empalmo con una guardia de noche y, nada más acabar, vuelvo a trabajar otras ocho horas. A veces es inaguantable". Y es que, en opinión de este médico residente: "Es muy difícil tratar por igual a un paciente cuando has dormido ocho horas que cuando llevas 30 horas al pie del cañón. Y encima, cuando llegas a casa surge el mal humor y, a veces, el insomnio".
Ante estos síntomas, Montse H., especializada en emergencias médicas, puso freno hace dos años a su vorágine profesional. "Trabajaba de 70 a 80 horas semanales, doblando turnos y haciendo guardias en dos hospitales. Mi vida personal se estaba desmoronando, los amigos ya no me llamaban, pues sabían que siempre estaba ocupada; incluso era difícil la convivencia con mi pareja". ¿Por qué lo hacía? "Por ganas de aprender, por falta de un trabajo estable y, sobre todo, porque me apasionaba mi profesión", explica esta médica que ahora tiene 30 años y recuerda que en sus guardias en un hospital comarcal atendía hasta 70 u 80 pacientes en un solo turno: "Acabé con problemas de insomnio, angustia, fatiga constante y sintiéndome mal los días en que no trabajaba".
La convivencia con el dolor
Pero además de la presión asistencial, la falta de recursos y el contacto permanente con el sufrimiento y la muerte, existen otras situaciones que dan lugar al estrés y al burnout, como son los problemas organizativos derivados del mal funcionamiento del sistema sanitario. Alberto Alonso tiene 38 años y forma parte de un equipo de médicos del hospital universitario La Paz de Madrid que desde hace tres años y medio proporciona cuidados paliativos a domicilio a aquellos pacientes terminales que quieren pasar sus últimos días en casa. "Aunque resulte chocante, la convivencia diaria con el dolor no es lo más difícil de nuestro trabajo. De hecho, ocurre más bien al contrario. Los pacientes a los que se les ha dado por perdidos se muestran muy agradecidos cuando ven que intentas paliar su sufrimiento", explica Alonso. "En cambio, lo que sí es una fuente constante de frustración y ansiedad son los problemas derivados de la falta de coordinación y el mal funcionamiento del sistema. Hay veces que tengo que pelearme para que se den prisa en hacer unas pruebas diagnósticas al paciente o para que me hagan llegar los resultados de unos análisis. Y cuando me salto la burocracia, siento que estoy haciendo algo malo", señala Alberto Alonso.
A ello se suma que la sociedad siempre exige al médico que su trabajo sea excelente. No hay lugar para el error. "Antes, los pacientes pedían asistencia; ahora exigen la curación y, además, que el proceso sea rápido", explica Patricio Martínez, psiquiatra y secretario general del sindicato Médicos de Cataluña. Según este profesional, "aunque el médico no debería tener más depresiones que otro profesional, sí está sometido a situaciones de estrés emocional con más frecuencia, y ello puede hacer daño si se suma a una personalidad conflictiva y a determinados condicionantes previos".
Un motivo de preocupación entre los médicos es que el burnout, además de ser cada vez más frecuente, llega a edades más tempranas. En Estados Unidos, por ejemplo, la mitad de los médicos residentes en los hospitales sufren las consecuencias del burnout por motivos muy parecidos a los de sus colegas españoles. "Están formándose en su especialidad en el hospital y, aunque la ley les obliga a librar después de una guardia, muchos no pueden o no quieren dejar pasar la oportunidad de adquirir más experiencia y trabajan más horas de las que deberían", explica Carlos Mingote, jefe de sección del servicio de psiquiatría del hospital Doce de Octubre de Madrid y autor del libro El estrés del médico: manual de autoayuda.
Además, el periodo de residencia es la primera vez que estos médicos se enfrentan a los casos reales de pacientes reales, y pocos están preparados. Vicente Guillem, que trabaja como oncólogo desde 1976, reconoce que el trato diario con los pacientes puede llegar a quemar. "Cada día vivimos situaciones difíciles con pacientes graves a los que tienes que sacar adelante con tratamientos agresivos y altamente tóxicos. Todo el tiempo tienes que estar meditando, calculando y valorando qué le va a pasar al paciente, qué beneficios va a obtener y qué perjuicio le vas a causar". Y por si esto fuera poco, concluye este oncólogo, "sabes que al final, la mitad de ellos acabará muriendo".
Lo que los médicos no ven
No sólo los médicos lo pasan mal ante el estrés. Enfermeras y personal administrativo de los centros de salud soportan en ocasiones situaciones mucho más agobiantes que los propios facultativos. En el hospital del Mar de Barcelona, por ejemplo, una sola administrativa atiende a los pacientes que llegan a la consulta de hasta ocho médicos. Esto significa que en una mañana cerca de 300 personas se dirigirán a esta empleada para hacer múltiples trámites, lo que puede conducir al colapso. "Y cuando un paciente en la sala de espera comienza a quejarse, los otros le siguen y ya tienes montado un buen tinglado", explica una administrativa de este centro. Las enfermeras también pasan su calvario. Sobre todo por falta de reconocimiento. Francisca Calatayud, una enfermera de 49 años que desde hace 22 trabaja en el centro de quemados del hospital La Fe de Valencia, cree que el ninguneo es peor que la propia presión que puedan ejercer los pacientes. "Mi trabajo no es particularmente estresante -explica Francisca-, hay periodos de baja intensidad laboral y otros en los que no paramos, como durante las Fallas. Pero en mi caso no noto un estrés excesivo ni una mayor tendencia a la depresión", comenta Calatayud. "Lo que sí resulta más desesperante es la falta de reconocimiento social de nuestro trabajo. Estamos al pie del cañón atendiendo al paciente constantemente, pero nuestro trabajo no es tan visible como el del médico". El personal de enfermería está en contacto permanente con el paciente y es testigo de toda su evolución y, en ocasiones, de su muerte. Por eso, no es de extrañar que se dé un mayor número de bajas laborales por depresión entre el personal de enfermería que entre los médicos.
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