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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

EE UU, en libertad condicional

Timothy Garton Ash

Estados Unidos está en libertad condicional. Ése es, en pocas palabras, mi veredicto sobre la segunda guerra del Golfo.

Estados Unidos está todavía a tiempo de probar, con lo que haga durante los próximos años en Oriente Próximo, que tenía razón en lo que hizo durante este último mes de guerra. Por lo que veo de momento, me temo que Estados Unidos va a demostrar que se ha equivocado. No hasta el extremo de resultar grotesco o criminal, pero sí desde el punto de vista de la prudencia y la política. Si es así, es posible que "el juicio de la historia", invocado por Tony Blair el martes pasado en la Cámara de los Comunes, llegue en las famosas palabras de Talleyrand: "Fue peor que un crimen; fue un error".

Se habla mucho últimamente sobre el nuevo imperio americano. Pero el mayor peligro no es el imperialismo estadounidense; es su inconstancia
Un soldado arruina la "caída del muro de Berlín" de Irak al cubrir con la bandera de las barras y estrellas la cabeza de la estatua de Sadam que iba a ser derribada
Por cada víctima que hemos visto en este mes de guerra, ha habido muchísimas más en los 30 años de tiranía de Sadam; y esos cuerpos mutilados no los hemos visto

¿Cómo puedo ser tan cruel como para no llamar criminal a esta guerra, cuando miro la cara inocente y confusa de Alí Ismail Abbas, el chico de 12 años al que una bomba estadounidense dejó huérfano y sin brazos? Nunca olvidaré esa imagen. Pero tampoco olvidaré nunca la fotografía, sacada de los archivos secretos de la policía iraquí, de una víctima anónima de su tortura, tendida en un suelo de cemento, retorcida, escuálida y muerta, como un prisionero de Bergen-Belsen.

Por cada víctima que hemos visto en este mes de guerra, ha habido muchísimas más en los 30 años de tiranía de Sadam; y esos cuerpos mutilados no los hemos visto. El jefe de informativos de CNN acaba de escribir un artículo asombrosamente sincero sobre la terrible historia procedente de Irak de que la CNN estuvo muchos años sin enviar informaciones desde Bagdad para conservar su acreditación y su posibilidad de acceso bajo la dictadura. Tampoco podemos ver las víctimas que habrían podido producirse si Sadam Husein hubiera adquirido armas nucleares, como está claro que intentaba hacer.

El frío cálculo moral consistente en comparar el número de víctimas de cada bando resulta siempre inhumano: más de 100.000 kurdos asesinados por Sadam frente a las víctimas civiles de esta guerra, que tal vez lleguen incluso a 10.000; el pasado contra el presente, la realidad contra la posibilidad, el Gulag contra el Holocausto. ¿Qué posible consuelo pueden ser las estadísticas para Alí Ismail Abbas? Toda pérdida de vida humana es infinita. La guerra siempre es horrible, incluso cuando se lleva a cabo con tanto cuidado como ésta.

Tengo inmenso respeto por el pacifista que dice que la guerra siempre está mal. El Papa se aproxima mucho a esa posición (se opuso incluso a la resistencia armada contra la ocupación nazi en su Polonia natal), igual que uno de los primeros judíos detractores de Ariel Sharon, llamado Jesucristo. Sin embargo, no es ésa mi postura. En mi opinión, a veces, la guerra es un mal menor. Es decir, esta guerra no ha estado mal sólo porque fuera una guerra. Tampoco ha estado mal por cómo la han llevado a cabo las fuerzas estadounidenses y británicas. Hubo algunos incidentes terribles en los que soldados de la coalición dispararon sobre civiles o sobre camaradas suyos, y es preciso sacar las enseñanzas correspondientes de esos hechos; pero no ha existido nada parecido a las bombas incendiarias de Dresde, una atrocidad que sembró dudas sobre la justa causa a la que debía servir.

¿Un error político?

No obstante, todavía puede ocurrir que la segunda guerra del Golfo demuestre haber sido un error político, y, por consiguiente, en definitiva, también moral, cuando sepamos más sobre sus verdaderas causas y veamos más consecuencias. La libertad condicional de Estados Unidos, en este momento, se compone de tres partes. Para empezar, ¿encontraremos armas de destrucción masiva en el Irak ocupado o, al menos, pruebas más convincentes de que ha habido esfuerzos recientes para desarrollarlas? Si no es así, la principal justificación de la guerra quedará muy debilitada. Por lo que sabemos hasta ahora, no veo ningún buen motivo para no haber continuado con las inspecciones exhaustivas de la ONU durante otros seis meses, al tiempo que se mantenía una presencia militar intimidatoria en la región. Pero no creo que podamos esperar nada concluyente en ningún sentido.

En segundo lugar, ¿qué va a hacer Estados Unidos con Irak? El columnista de The New York Times Thomas W. Friedman advierte al Gobierno de Bush de que habría que aplicar la norma de la tienda de vajillas: "Si lo rompes, te lo quedas". Tal vez no sea exactamente la postura del derecho internacional, pero el argumento está claro. Estados Unidos se ha responsabilizado de reparar los daños en Irak, muchos de ellos causados, en realidad, por Sadam y sus predecesores, incluidos los británicos. No creo ni por un momento que Washington quiera establecer una colonia en Irak. Estoy seguro de que le encantaría que mañana surgiera una República Federal de Irak libre, próspera, estable, pacífica y autónoma. Ahora bien, ¿sabe Estados Unidos cómo dar a los iraquíes la capacidad para crearla?

Los primeros indicios no son prometedores. Tal vez no fuera posible prever el alcance de los saqueos y la anarquía, pero es indudable que era una contingencia con la que había que contar. Los principales partidos shiíes de la oposición boicotean las primeras negociaciones políticas. En el norte, los kurdos van a seguir por su cuenta. Un soldado estadounidense arruina la "caída del muro de Berlín" de Irak al cubrir con la bandera de las barras y estrellas la cabeza de la estatua de Sadam Husein que está a punto de ser derribada. Un general norteamericano se instala como virrey con una torpe retórica, digna del Reader's Digest, sobre el honor de estar en la antigua Ur. Por increíble que resulte, se propone a un ex jefe de la CIA como ministro de Información, en sustitución del también increíble Mohamed Saeed al Sahhaf (¿se trata de que los números cómicos se sucedan sin parar?). Lo que veo ahora me parece demostrar el mismo tacto que un elefante en una cacharrería; pero espero equivocarme.

La tercera parte de la libertad condicional de Estados Unidos es lo que haga en Oriente Próximo en general. Washington está diciendo cosas sensatas sobre el problema palestino, pero ¿podemos pensar que vaya a hacerse algo en serio antes de las próximas elecciones presidenciales, en noviembre de 2004? ¿Y qué va a hacer respecto a Siria, Irán y Arabia Saudí?

Se habla mucho últimamente sobre el nuevo imperio americano. Pero el mayor peligro no es el imperialismo estadounidense; es su inconstancia. El mismo día en el que se proclama la victoria, el presidente Bush vuelve a centrar la atención en los recortes fiscales. Seguramente, su asesor político, Karl Rove, le está diciendo que no va a ganar las elecciones con la política exterior. Así que Irak desaparece de las pantallas. Después de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos arremetió como un gigante herido, primero contra Al Qaeda en Afganistán y luego contra Irak. Pero luego, el gigante herido se retira pronto a su remota guarida mientras murmura: "Es la economía, estúpido". Los ideólogos neoconservadores del imperialismo democrático, a los que tanta atención prestamos en Europa, se quedan fuera de juego.

El amigo británico

Estados Unidos no ha sido nunca el Gran Satán. A veces ha sido el gran Gatsby: "Eran gente descuidada, Tom y Daisy: aplastaban cosas y criaturas, y luego se refugiaban en su dinero o su gran despreocupación...". Una de las tareas del Reino Unido como mejor amigo de Estados Unidos -pero una tarea que también corresponde a todos los europeos, reunidos esta semana en la Acrópolis- consiste en recordar a Tom y Daisy que ahora tienen unas promesas nuevas que cumplir.

Un <b><i>marine </i></b><b>se relaja en los jardines de uno de los palacios de Sadam.</b>
Un marine se relaja en los jardines de uno de los palacios de Sadam.REUTERS

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