Triste epílogo para Tristán
Una rotura de fibras en el partido a beneficio de los damnificados por el 'Prestige' culmina el peor curso del deportivista
Diego Tristán acabará la temporada como la empezó: convaleciente de una lesión. Para rematar un curso con más sinsabores que glorias, el delantero sevillano sufrió el pasado martes una rotura fibrilar en un partido sin interés competitivo, el choque a beneficio de los damnificados por la catástrofe del Prestige que enfrentó al Madrid con un combinado de Celta y el Deportivo. Tristán estará de baja al menos un mes, lo que apenas le dejará margen para la enmienda. Al último ganador del Trofeo Pichichi, al máximo goleador, no le han faltado momentos estelares, como un prodigioso tanto frente al Alavés, de los mejores del campeonato. Pero entre las lesiones y las polémicas se le ha ido su peor campaña desde que está en la Primera División.
Sus estadísticas son más que aceptables: ha marcado nueve goles en 23 partidos de la Liga, una cifra meritoria si se tiene en cuenta que sólo fue titular en 16. Algunos han sido muy hermosos, como el citado ante el Alavés o el primero que le marcó al Celta en Riazor. Y, a pesar de todo, la rotura de fibras en el bíceps femoral que sufrió en el Bernabéu deja la sensación de que es casi el punto y final a una campaña más bien fracasada para Tristán.
Puede que esa impresión se alimente de las exigencias que suscita un jugador en el que se adivinan grandes posibilidades no siempre satisfechas. También pesa lo suyo que dé tanto que hablar fuera del campo. Por una u otra razón, en A Coruña ha vuelto a agitar la polvareda que le persigue como una sombra desde que era juvenil. Algunos le idolatran incondicionalmente. Otros le disparan sin misericordia.
El ejercicio de Tristán parece un caso premeditado para demostrar que lo que mal empieza mal acaba. Aún no había arrancado la competición oficial y su nombre ya era la comidilla de la prensa. Llegó a Galicia sin curarse de la lesión que había sufrido un mes antes en la Copa del Mundo, lo que exacerbó sus antiguas querellas con el entrenador, Javier Irureta, quien le acusó de no cuidarse. No sería la primera vez en la temporada. En noviembre fue visto esperando el alba en una discoteca el día antes de jugar contra el Madrid. Irureta se enteró y no le puso ni un minuto. A él no se le ocurrió mejor cosa que protestar, para indignación del técnico, quien volvió a cuestionar su conducta privada.
Mientras Tristán seguía alimentado la vertiente más dudosa de su fama, Makaay se empachaba de goles y le dejaba sin sitio en el equipo. Finalmente, la lesión de Valerón le abrió otra vez las puertas. Como siempre, dejó algunos fragmentos memorables y en algunos partidos se le vio incluso más voluntarioso que nunca. Pero no acabó de enderezarse. Tal vez porque no le cogió el aire a jugar de segundo delantero o porque, por su estado físico, nunca dio la impresión de poder alcanzar el nivel óptimo.
La nueva lesión le ha llegado cuando parecía haber salido otra vez del equipo titular. Si se cumplen las previsiones médicas, estará listo para el mes final de la Liga. Pero, dadas las costumbres de Irureta, que siempre se toma mucho tiempo para recuperar a los que vienen de una ausencia larga, Tristán puede haber escrito ya el triste epílogo a un curso escaso de alegrías.
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