Retales de vida como ficción
Dice el autor al frente del libro que "ésta es la historia de una vida que podría haber vivido si las cosas hubiesen sido distintas, unas memorias imaginarias" y luego lo llama cuento chino intencionadamente exagerado. ¿Por qué? Si el libro pretende ser una invención literaria, ¿a cuento de qué viene lo anterior?; y si no lo es, ¿por qué esconderlo? Mi otra vida tiene un protagonista exhaustivo llamado Paul Theroux y, salvo a los cotillas, a nadie se le da una higa si es cierto o falso lo que cuenta, pues lo que está escrito debe defenderse por sí mismo. ¿Habrá querido este eminente escritor de viajes y menos eminente novelista pasarse al género actualmente de moda conocido con el nombre de non-faction?
MI OTRA VIDA
Paul Theroux
Traducción de Diego Friera y María José Díez
Seix Barral. Barcelona, 2003
576 páginas. 23 euros
Este libro es la historia de un escritor que está encantado de ser escritor y de haberse conocido; tan encantado que incluso se fustiga con la verdad descarnada cuando es necesario. La primera parte -descontando un relato tópicamente americano como es la historia de su tío Hal- trata de la felicidad conyugal, de la paternal y de ese modo de vida que Hemingway dejó fijado para siempre con el comentario "cuando éramos más pobres y más felices"; la segunda parte trata de la soledad tras la separación conyugal, de la vida insulsa del escritor solitario y desmotivado y de su recomienzo vital y literario, que sólo queda insinuado.
El libro está formado por 19 capítulos de diferente extensión unidos entre sí como si se tratara de un patchwork. Diecinueve retales de diferentes colores y texturas, cosidos entre sí formando un dibujo abigarrado y colorido. Sin embargo, hay una línea de unión entre todos ellos que se erige en hilo conductor del relato: el propio Theroux (el real o el fingido, para el caso da lo mismo). El libro va contando en saltos de tiempo hacia adelante la formación y consolidación de un escritor a lo largo de unos años decisivos, al cabo de los cuales su condición de escritor es lo único que queda en pie, además de una relación de objetos contenidos en el último capítulo que, merced a ellos, se convierte en el capítulo más aplastantemente narcisista de todos.
Hay que decir que los capítulos más breves (y más decididamente anecdóticos) resultan ser los más atractivos, como, por ejemplo, el que cuenta la historia de María Middleton o El escritor y su lector. Lo que sucede con éstos es que son los más anecdóticos y los más sencillos de resolver para un escritor tan bien dotado como Theroux. En el excelente capítulo titulado El día más corto del año, Theroux (o su sosias) dice: "La gente siempre le ofrece historias a un escritor, como si le diera hilo a un tejedor. Las historias que me llegaban a mí, a veces eran mejores, pero con mucha más frecuencia, peores de lo que la gente creía. Siempre había una pregunta importante que el que la contaba no era capaz de responder". Es un párrafo esclarecedor porque, en primer lugar, determina el tipo de escritor a la americana que es Theroux: un profesional eficaz, dinámico y concienzudo; en segundo lugar, muestra al narrador de raza, ese que sabe que en toda historia lo importante no es la historia en sí por muy apetitosa que parezca, sino el sentido de la historia, es decir, la razón por la que se escribe esa historia. Un verdadero escritor es ese tipo que, ante una misma escena, ve lo que los demás no ven: ve lo distinto, no lo obvio o lo evidente. Por eso es escritor, por esa razón sólo le interesan las historias que contienen una pregunta importante en su propio desarrollo y que sólo pueden desarrollarse gracias a la respuesta que exige llevarla hasta sus últimas consecuencias. Haría bien Theroux en aplicarse el cuento. Pero estas (falsas o verdaderas) memorias de formación de un escritor no dejan de ser retales, acaso trozos desprendidos de un material verdaderamente interesante que no encontraban acomodo en ninguna historia o libro de viajes del autor. No digo que sea así, digo que lo parece y ésa es la imagen que queda del libro. Quizá la excesiva extensión le haya jugado una mala pasada, quizá los capítulos estén desequilibrados, quizá el hilo conductor no sea suficiente para coser bien cosido este variado material, quizá esté concebido como un texto transitorio... Un poco menos de autocomplacencia -explícita o implícita- y un poco más de exigencia estructural hubieran ayudado a que fuera más entretenido de lo que es. A lo mejor no cautiva a sus lectores habituales, pero desde luego no los defraudará.
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