Robert Filliou, 'El Manitas'
Así como para los clásicos, una mujer perdida es un poema ganado, en el caso de Robert Filliou (Sauve, 1926-Les Eyzies, 1987), un talento perdido es un genio recuperado. Sorprende cómo el anhelo recorre ácticamente toda su obra, el deseo de vivir, jugar, amar, el deseo de darle y quitarle nombre a todo lo que se encontraba, de evadir el método y admitir que en todo ser humano existe una cartografía psíquica que le hace encontrar su lado genial, siempre y cuando, eso sí, se aparte de la "institución del Estado, la policía, las fábricas y la familia". Pues el "yo" real de Filliou supo humillarse ante la otredad de su alma más infantil, pues este hombre con aspecto de clown beckettiano había participado en la Resistencia organizada por los comunistas, fue peón de la fábrica de Coca-Cola, trabajó como economista en las Naciones Unidas, dio clases de francés en una base estadounidense, se casó, tuvo dos hijos y fundó un Territorio de la República Genial, con sede en un antiguo molino de la región de Var.
Filliou, como Fälstrom y Diether Roth, participa del espíritu quijotesco del artista que desarrolla su actividad en el universo del juego
¿Pero qué clase de poeta
era ese "yo" de Filliou? ¿Deberíamos entender su arte sólo cuando nuestro ánimo está abatido, rendido ante cualquier objetivo práctico que no sea la libertad, con la esperanza de encontrar en él consuelo? Ciertamente, la obra de Filliou es una amenaza para cualquiera que crea que el arte elevado es una invitación al éxtasis: "Me interesa especialmente este elemento de ficción, es decir, la transición, el punto mínimo entre el arte y la vida, entre la vida y el arte". Todo el trabajo de Robert Filliou consistía en una manera muy particular de salir del asedio de las perspectivas gobernadas por la contingencia de la historia. Así, un día lluvioso de 1973, movilizó a los habitantes y a las autoridades municipales de Aix-la-Chapelle para celebrar el "1.000.010 aniversario del nacimiento del arte" con una manifestación "sin arte" y sin nombre, ya que "hace un millón diez años, el arte era vida; dentro de un millón diez años, lo seguirá siendo". Y porque pensaba que el arte debía volver al pueblo, y a la paz, sugirió a los gobiernos europeos "que con tanta frecuencia se han enfrentado en guerras, que, para sellar definitivamente la reconciliación, deberían intercambiar sus monumentos a los muertos respectivos". Este proyecto se materializó en la pieza Commemor, presentada en 1970 en la Neue Galerie de Aquisgrán, donde se procedió al intercambio simbólico, mediante fotomontajes, de los monolitos. Un original ensayo para el inicio de la dura edad teocrática -no sabemos si cristiana o musulmana- que se nos avecina.
Robert Filliou. Genio sin talento es la imagen del pensamiento individual, un bálsamo para nuestra sensibilidad, tan destrozada, una lección del más puro -y duro- arte conceptual, un juego para los adultos y un aprendizaje para los niños, un estado hipnótico convertido en un taller de bricolaje, un golpe de dados y la respuesta más probable a cómo el artista es capaz de transformar algo tan universal en algo tan propio.
Filliou, como Fälstrom y Diether Roth, participa del espíritu quijotesco del artista que desarrolla su actividad en el universo del juego. Relacionado con el movimiento internacional Fluxus, cercano a la poesía concreta y al surrealismo, su obra contradice casi todos los principios del arte formal y moral. Las 180 obras reunidas para justificar la idea de que "la genialidad es una propiedad a priori de la existencia humana pero que la mayoría de las personas están demasiado ocupadas en ejercitar sus talentos" son el más puro ejemplo de creación en proceso que invita al visitante a la participación, que puede acontecer en cualquier lugar, como demuestra la obra L'immortelle mort du monde" (1960), un texto-collage inspirado en los principios del "teatro dinámico" y del "autoteatro" de su amigo Daniel Spoerri.
En sus acciones por galerías, cafés y cementerios, algunas realizadas en colaboración con Emmett Williams, Benjamin Patterson y Georges Maciunas, Filliou aparecía con su propia galería itinerante (Galerie Légitime, 1962), una chistera repleta de pequeños objetos "momificados" que daban vía libre a la invención intuitiva del público, a la manera de los ready-made. En la muestra se puede ver uno de estos testimonios de nomadismo y se invita al público a que se construya su propio sombrero de papel.
El recorrido que ofrece el Macba está lleno de sorpresas, algunas de un humor muy sutil, otras eluden tímidamente la deuda duchampiana, como la mayoría de las boîte-en valise que esconden secretos imaginativos a medio camino entre los maravillosos sueños encerrados en cajas de Joseph Cornell y la poesía objetual de George Brecht. Poesía, teatro, escultura, pintura, cine, vídeo y performance dan forma a la idea de arte como "creación permanente", una noción que contemplaba tanto la invención como la realización. El utópico Charles Fourier y sus escritos sobre las nuevas relaciones sociales para que reinase una "armonía societaria", inspiró a Filliou en su libro Teaching and Learning as Performing Arts (1970), en donde, basándose en sus estudios de economía política, introdujo datos no cuantificados en el sistema productivo: la alegría, la esperanza, el deseo... El primer principio de la economía poética: "El arte es lo que hace que la vida sea más interesante que el arte".
En 1963, Robert Filliou proyectó en París su Poïpoïdrome, que ahora se reconstruye para esta retrospectiva. Esta especie de parque infantil para adultos es fruto de la experiencia del artista con la tribu dogon y en él se intercambian las culturas orientales y occidentales a través de dispositivos de bricolaje, juegos y dibujos que sirven para explorar las posibilidades creativas de El Manitas. Con George Brecht creó La Cédille qui Sourit, un "taller-escuela de creación permanente", al más puro estilo Fluxus, donde se invitaba a otros artistas con humor, desapego y buena voluntad a crear juegos y jeroglíficos que vendían por correo. Eran las primeras manifestaciones del mail-art.
Tras largas estancias en Corea, Japón, Egipto, España y Dinamarca, Filliou se estableció en Düsseldorf, donde viviría de forma precaria pero acogido por sus amigos que le llevaron a mantener estrechos lazos con el ideario de Joseph Beuys ("la intuición es una forma superior del pensamiento") y con Marcel Broodthaers, de quien admiró la Section Cinéma del museo ficticio. En la exposición se pueden ver los frutos de esta colaboración, en The eternal network (1968) y Principe d'equivalence: bien fait-mal fait-pas fait (1969), una serie combinada de objetos en los que la equivalencia de la idea (sin hacer), el modelo (bien hecho) y el error (mal hecho) denota una actitud combativa frente a los problemas de producción, recepción y percepción de la obra de arte. El ideal de lo "sin hacer" era para él el más importante en el desarrollo de la creación permanente de la "red eterna".
Sus Briquolages (collages con ladrillos) y la instalación Eins, un, one (1984), compuesta por miles de dados de colores con una sola cara, son otras experiencias que el visitante puede compartir con el arte de la locura y la risa de un hombre que, harto de patear las ruinas del mundo occidental, se refugió, ya enfermo, en Les Eyzies, cerca de las cuevas de Lascaux y de un centro de estudios tibetanos, donde nunca olvidó las palabras del lama Sogyal Rinpoché: "El arte es tántrico, transforma el veneno en néctar, pero los propios artistas pemanecen en la confusión". Allí se dejó caer Filliou, para finalmente "comprender cómo funciona nuestro espíritu".
Robert Filliou. Genio sin talento. Macba. Plaça dels Àngels, s/n. Barcelona. Hasta el 29 de junio. Itinerancia: Museum Kunts Palast de Düsseldorf (julio-noviembre) y Musée d'Art Moderne Lille Métropole (diciembre-marzo, 2004). Comisaria: Sylvie Jouval.
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