_
_
_
_
Reportaje:LA TRANSICIÓN EN IRAK | La caída del régimen

El gran hermano de Irak

Miles de documentos abandonados en la sede en Basora del partido de Sadam revelan el férreo control del régimen

Pagos a los jefes tribales, cuotas para las masas para felicitar a Sadam Husein por su cumpleaños, largas listas de pluses pagados a los miembros del partido en las grandes ocasiones estatales, informes sobre familias sospechosas y "traidores" chiíes pro-iraníes en auge. En la sucursal de la Madre de Todas las Batallas del gobernante partido Baaz de Irak, todo lo escribían.

Aquí, en el cuartel general del partido de Basora, la capital del sur de Irak, cerca de las villas de sus dirigentes y de las palmeras datileras de esta decadente elegancia del estuario de Shat el Arab, los funcionarios controlaban casi cada aspecto de la vida diaria. Siguieron el rastro de miles de desertores del Ejército y trataron de reclutar aún más, guardaron numerosos informes de cada camarada de su rango y pasaron advertencias de espionaje sobre espías y saboteadores.

Los papeles revelan que se gobernó con dos herramientas: dinero y miedo
Más información
EE UU captura a un hermano de Sadam que dirigía la policía política
Los vecinos de Irak analizan las repercusiones de la guerra en la región

No había un detalle demasiado insignificante como para que pudiera escabullirse de su atención, desde asegurarse de que las mujeres asistían a un desfile militar hasta determinar el lugar donde debían colocarse las ametralladoras para la defensa de los edificios de la rama local del partido. Incluso el grado de putrefacción del queso ofrecido a los estudiantes reclutados para un grupo paramilitar quedaba bajo la supervisión del partido.

Cuando las fuerzas británicas ocuparon Basora hace poco más de una semana y los guardias desaparecieron de las trincheras con sacos terreros de la entrada a la sucursal de la Madre de Todas las Batallas, estos documentos y miles más fueron dejados desparramados en la saqueada sede del partido a la sombra de un retrato roto de Sadam Husein. Los documentos, de los que cientos de páginas han sido revisadas y traducidas en los últimos días, recogen las minucias de la vida del partido en la dictadura, detalles no conocidos antes de la caída del Gobierno de Husein.

Docenas de entrevistas en Basora durante la semana pasada -con miembros del partido Baaz y antiguos miembros y residentes ordinarios a los que afectaban las decisiones del partido- ayudan a explicar lo que esta burocracia del secretismo significaba para la vida diaria: niños a los que se instaba a informar sobre los padres, funcionarios del régimen que fueron detenidos y torturados y después enviados de vuelta a su trabajo; estudiantes que se unieron a las filas del partido y nunca creyeron en él más que como un instrumento de ascenso por las filas del poder.

Para aquellos que se beneficiaron, y hubo muchos entre la minoría musulmana suní de Basora, el baazismo significó poder, seguridad y culto de héroe a Sadam. A pesar de que algunos líderes del partido han sido detenidos, muertos o simplemente han huido, la mayoría de la jerarquía del partido continúa en Basora y un número desconocido aún cree que -como dijo el otro día Alí Ahmed Majid Alganim, un miembro del partido, en su espaciosa vivienda familiar- "Sadam Husein no está acabado, y el partido Baaz, tampoco".

"Cada familia tiene tres o cuatro miembros en el partido", señaló, sentándose junto a su hermano Adnan Aganim, que fue uno de los dirigentes del Baaz en Basora. Al preguntarle dónde está ahora Sadam, contestó llevándose la mano al pecho: "En mi corazón".

Sobre todo, los documentos y las entrevistas ofrecen una imagen del régimen que gobernó con dos herramientas: dinero y miedo. El miedo era de un partido que vigilaba a todos, que ordenaba la detención de quienes se le oponían, que torturaba y utilizaba formas más mundanas de coerción como impidir el trabajo y la educación universitaria a quienes rechazaban unirse a sus filas. El dinero era para aquellos que cooperaban con el sistema, tanto líderes tribales cuya autoridad ha ido en aumento en los últimos años como tecnócratas educados que obtuvieron ascensos y poder.

"Estábamos hechos para ello", comenta Yakthem Husein, un oficial de policía que hasta hace unas semanas llevaba a cabo las órdenes de detención del partido. "Cada empleado en Irak, incluidos los estudiantes, estaba en el partido Baaz. Era una orden, pero no nos lo parecía". Un compañero oficial de policía y miembro del Baaz, que estaba a su lado, fue detenido por no obedecer una orden, pasó más de un año en la cárcel y luego fue forzado a volver al trabajo. "Por supuesto, todos teníamos miedo", afirmó Husein. "Los únicos que estaban a salvo eran los que estaban en la cúpula del partido".

Pero la rama de la Madre de Todas las Batallas, que en los tiempos recientes ha sido dirigida por un miembro de la adinerada tribu Sadun y supervisada por el primo del presidente Alí Hasán Majid, el brutal general conocido como Alí el químico, por utilizar armas químicas contra los rebeldes kurdos en 1988, no era el poderoso lugar que parecía.

Los documentos abandonados aquí revelan también los puntos flacos del régimen, grandes y pequeños. Las deserciones del Ejército eran tal vez la mayor preocupación, junto con la falta de comida y agua adecuadas para las tropas y la incapacidad de cumplir la cuota de reclutas. A pesar de la consigna Una nación árabe, un mensaje eterno, en la cabecera de la correspodencia baazista, hay poco contenido ideológico en los papeles, aparte de la veneración oficial de Husein, al que se denomina "el camarada, nuestro líder".

Diecisiete veces al año, se entregaban los pluses a los leales. Había una escala que oscilaban entre los cinco millones de dinares (1.700 euros antes de la guerra) para los líderes tribales importantes y los 100.000 para el jefe de una sección del partido. Las manifestaciones del partido eran más importantes que el trabajo, "incluso para los campesinos que trabajaban la tierra y los obreros de las fábricas". Los papeles dicen que se reclutaron millones para grupos paramilitares, "pero en la realidad no pudieron encontrar ni a 10".

Baadi Anasazi ha sido una cosa rara en el Irak de Sadam Husein: un auténtico creyente en el original partido Baaz, que era una mezcla de nacionalismo pan-árabe y socialismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_