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Columna
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Implacables y anacrónicos

A la voz arbitral de "segundos, fuera", los púgiles abandonan sus respectivos rincones en el cuadrilátero y se enzarzan en la pelea. Aquí, en la contienda electoral que se viene desarrollando de manera larvada, aunque incesante, la voz y la campana ha sonado apenas se ha pespuntado una tregua en la guerra de Irak. Ya no estallan los misiles, las imágenes televisadas nos inducen al tedio, a fuerza de abrumarnos, hay visos más que menos imaginarios de que ha terminado el fragor de la batalla y, en consecuencia, es el momento de ponerse el mono de faena y, en lo que al PP respecta, recuperar las adhesiones perdidas y los créditos cancelados. Es la hora de demostrar que ni su candidato está noqueado ni el partido vuela con plomo en las alas.

Para ello, nada más adecuado que plantarse en medio de las doce cuerdas y anonadar al adversario mediante cuatro rugidos retóricos, expresivos de la confianza reencontrada y, simultáneamente, liberadores del desasosiego padecido por la influencia negativa de los avatares bélicos sobre los votantes. "¿Estáis contra la guerra? Pues dos tazas", se han dicho Francisco Camps y sus muñidores electorales, sacudiéndose el enervamiento. Y a renglón seguido, una andanada en lo que sobreentienden que es la línea de flotación de sus antagonistas más directos, súbita y sorprendentemente reputados de socialistas, comunistas y vendidos al estatuto catalán. Una dialéctica que se quiere conscientemente agresiva e implacable, pero que atufa de tan alcanforada. ¿A quién se le habrá ocurrido tan conmovedor anacronismo?

Ignoro si tan pueriles exabruptos van a constituir la médula de la campaña electoral. Sería realmente chocante que el PP intentase persuadir al vecindario -y no digamos de las nuevas promociones que se incorporan al censo electoral- aventado el temor a los tataranietos de Lenin y a una rocambolesca coalición de izquierdas que, obviamente, nos expropiaría la camisa, abocándonos a la inanición. ¡Valiente insensatez de un partido que declama tener por santo y seña la defensa de su propalada modernidad y centrismo! Por lo que estamos viendo, y no sin estupefacción, lo único claro es el instinto agresivo revestido con los ropajes más rancios. ¿O no es rancio rememorar, como hace el portavoz popular Alejandro Font de Mora, unas amenazantes e indefinidas "técnicas comunistas de división de la sociedad"?

Ésta es la jerga que, al parecer, ilustrará la ofensiva general que ha de concretarse en un ataque sin condescendencias contra el aspirante socialista a presidir la Generalitat, Joan Ignasi Pla. El especialista en desdenes ingeniosos, el ya citado portavoz, lo reputó de "fúnebre" y "enterrador" en una ocasión no lejana. Estos días pasados ha vuelto a exhibirse con otra agudeza y ha comparado el entusiasmo que despierta con el propio de "un huevo de gallina". Como émulo de Quevedo no es gran cosa, ciertamente. Ahora solo falta ver cómo se faja el líder socialista con esta mansalva de golpes que le propinan, y de qué manera describe a su antagonista, que ya fue tildado de "mormón vendiendo trozos de cielo".

Al pairo de esta amenidades, propias del lance electoral, todas las partes miran de reojo hacia Oriente Medio, sabedoras de que, a la postre, su suerte se dirime allí, a poco que estallen de nuevo los misiles.

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