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Los musulmanes de Francia eligen un consejo de representantes entre críticas de la Iglesia católica

Los pasados seis y 13 de abril, los musulmanes franceses eligieron por primera vez a sus representantes. Votaron 4.000 delegados nombrados por 995 mezquitas con el objetivo de cubrir las plazas de miembros de una asamblea general y un consejo de administración del Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM). La iniciativa ha sido propiciada por el Ministerio del Interior, que ha impuesto que, durante los dos primeros años de funcionamiento del CFCM, un tercio de quienes lo integran hayan sido cooptados por la comisión organizadora.

El resultado del voto no satisface las expectativas del ministerio. La lista más votada, con 16 escaños, es la presidida por el rector de la mezquita de Evry, que recibe ayudas de Marruecos; la segunda, con 14 puestos, está muy próxima a los integristas Hermanos Musulmanes, mientras que la de la mezquita de París, respaldada por Argel, ha tenido que conformarse con seis. A pesar de ello, y gracias a un acuerdo adoptado antes del escrutinio, el primer presidente del CFCM será un personaje dócil y burocrático, Dalil Boubakeur, que lleva años al frente de la mencionada mezquita de París.

El CFCM debiera servir, dicen, para canalizar la voz de los cuatro o cinco millones de personas procedentes de países musulmanes que viven en Francia. El ministerio quiere que el recién creado organismo sirva, pues, para negociar con los poderes regionales asuntos como los permisos para construir mezquitas, la organización de los rituales de la fiesta del Aid el-Kébir de acuerdo con las exigencias sanitarias, el nombramiento de visitadores para hospitales y prisiones, la creación en los cementerios de espacios reservados a musulmanes, la reglamentación del mercado de la carne o la formación de imames.

Que una de las listas vencedoras defienda el derecho a utilizar el velo islámico en la escuela es un anticipo de futuros conflictos. El modelo belga, que ha servido de referencia, tampoco augura lo mejor, pues, cinco años después de su creación en Bruselas, sigue sin funcionar y se encuentra en permanente litigio con el Estado.

El cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, ha lanzado varias cargas de profundidad contra el CFCM, considerando que "el Gobierno convierte al islam en una religión de Estado", algo parecido a lo que en su día intentó Napoleón con el catolicismo, con el judaísmo y con el protestantismo. Para Lustiger, "sólo el 10% de los musulmanes son practicantes" y no le parece "exacto reducir la cuestión de la inmigración magrebí a la del islam". A su juicio, "el problema de la identidad árabe dentro de la identidad francesa sigue sin ser abordado" y anticipa el peligro de que "haya que ir a las mezquitas para ser identificado". El temor más extendido es haberle facilitado una plataforma legal al integrismo y favorecer la confusión entre los términos "árabe" y "musulmán".

Es posible que, si el CFCM funciona y tiene la consideración de representativo, entonces el Gobierno tenga que afrontar una crisis de otro tipo, pues la República Francesa es alérgica, constitucionalmente alérgica, al reconocimiento comunitario, tal y como lo probó en su día la imposibilidad de admitir la existencia de un pueblo corso.

En el seno de la República Francesa sólo hay franceses. Los datos relativos a creencias religiosas u origen étnico son estrictamente privados y no figuran en ningún documento. De ahí también las cifras que se manejan, que se hable de cuatro o cinco millones y que se quiera circunscribir la misión del CFCM a resolver pequeños roces entre religión y sociedad.

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