Salimata Sangare ingresa en un centro de acogida en espera de asilo político
La mujer que sobrevivió 14 días en una patera comienza a estudiar español en Canarias
Salimata Sangare, la joven de 22 años de Costa de Marfil que sobrevivió, junto a cinco hombres, tras pasar dos semanas en alta mar a bordo de una patera a la deriva en la que murieron otros 12 inmigrantes, recibió el alta el pasado lunes en el Hospital Universitario de Canarias (HUC), donde ha recibido tratamiento psiquiátrico desde que ingresó, en febrero pasado.
Sali, como la conocían en la séptima planta del HUC, se despidió con lágrimas de los doctores y enfermeras. Cargaba una bolsa de plástico y dos maletas con muñecos y ropa que le han regalado multitud de visitas y los servicios sociales del Ayuntamiento de La Laguna, que también abonaron el billete de avión entre Tenerife y Gran Canaria.
La joven subió al avión en el aeropuerto de Los Rodeos junto a su traductora y acompañante de estos meses, Tatiana Luna. Pidió sentarse en ventanilla para ver el mar, por primera vez desde que fue rescatada en estado crítico. Su habitación daba a las colinas de Tenerife. Un día la llevaron a ver el mar. Viró la cara y regresó a su habitación. Este lunes, a bordo del aparato que sobrevolaba el Atlántico, confesó a su amiga: "Tendré que acostumbrarme". Un coche las esperaba en el aeropuerto de Gando para conducirlas al centro que el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR) tiene en Vecindario, al sur de Gran Canaria, cuyos abogados tramitan la solicitud de asilo político que ha sido cursada en su nombre.
Aunque sabe leer y escribir en francés y en su lengua materna, djulá, Salimata recibirá clases intensivas de español. Los primeros trámites de ingreso en el centro de CEAR incluyeron la entrega de una tarjeta sanitaria, asistencia jurídica e información sobre las normas de convivencia. También supo que los cinco hombres que sobrevivieron a su destino se alojan en Udjiama, el centro de acogida gestionado por Cruz Roja en Las Palmas.
Salimata Sangare, la segunda de siete hermanos que vivían en una pequeña casa de Abidján (Costa de Marfil), comerciaba con cosméticos. Un día decidió marcharse "a Madrid", que, según confiesa, "es el único sitio de España del que había oído hablar". Embarcó en un vuelo que salía del aeropuerto de Abidján con destino a Rabat. Fue conducida hasta el Sáhara, donde vivió un mes en una tienda hecha con sacos y telas. A principios de febrero embarcó en una patera. Había 22 personas a bordo y otro bote que navegaba en paralelo con una cantidad similar de africanos. A las pocas horas, el motor de su barca se paró. Los cuatro marroquíes que les acompañaban saltaron al otro bote y los dejaron en alta mar. Antes, habían tirado el motor por la borda.
Las 18 personas sólo tenían trozos de pan, algunas galletas, algo de leche y una botella pequeña de agua. Los hombres se disputaban la poca comida. Salimata recuerda al primer hombre que murió: Vatoma, de Costa de Marfil. "Se apoyó en sus rodillas para no moverse más". A los que iban falleciendo les cogían lo poco que llevaban de valor y los tiraban por la borda. La barca comenzó a ser rodeada por "peces enormes con aletas".
"Lo primero que quiero es aprender bien el español, conseguir un trabajo de lo que sea, limpiando o cuidando niños, y ganar algo de dinero para enviárselo a mi familia", dice ahora Sangare.
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