Los prisioneros de guerra se amotinan en Um Qasr
6.000 presos se amontonan en tiendas de 250 plazas en el campo controlado por las tropas
A cualquier hora. Autobuses repletos de prisioneros de guerra iraquíes son desembarcados, tanto de día como de noche, en Camp One, el único campo de detención en todo Irak. Se encuentra en algún lugar de Um Qasr, pero no se puede revelar su situación exacta, aunque todo el mundo sepa cómo llegar a él. "No tengáis miedo", les dicen los soldados norteamericanos a través de un megáfono a su llegada al centro de detención.
Los iraquíes reciben una pastilla de jabón, una taza, un plato, comida y una toalla
Los prisioneros son cacheados hasta la extenuación. No se sabe quién tiene más miedo. Si ellos o los jóvenes soldados de la coalición, aterrados ante nuevos ataques suicidas. Por eso les palpan cada milímetro del cuerpo a conciencia. Buscan explosivos.
Algunos de los prisioneros de guerra iraquíes llevan ya más de tres semanas arrestados. Y los incidentes rebrotan. Se lanzan piedras, se tiran botellas de arena, se agreden con estacas de madera. "Se tiran cualquier cosa. Desde rocas a los palos de las tiendas de campaña", aseguró a la agencia Reuters el sargento Brian Mathias. Llegan de cualquier punto del campo de batalla en que se convirtió Irak desde el pasado 20 de marzo. Conviven 250 prisioneros en cada tienda de campaña. Y hay 6.000 en Camp One.
Hasta el momento, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha visitado y registrado 3.851 prisioneros detenidos por las fuerzas de la coalición. Estados Unidos asegura tener en su poder 7.300 iraquíes, mientras que el Reino Unido habla de 6.500. Camp One tendrá capacidad para 24.000 prisioneros cuando acabe de construirse. Entonces serán 15 en cada tienda de campaña y habrá agua corriente.
Las disputas se producen por casi todo. Se discute porque la cola para la comida va lenta. Empieza uno y le siguen los demás. Vuelan las piedras. Hay peleas entre los diversos grupos étnicos. Chiíes contra suníes. A palos. "Casi cada día hay un motín", dice el mayor Droba, citado por Reuters, perteneciente al batallón de Operaciones Psicológicas. El domingo pasado los disturbios se desencadenaron cuando algunos prisioneros se negaron a secundar una huelga de hambre propuesta por un general iraquí.
EE UU ha sido muy criticado por los grupos de defensa de los derechos humanos por mantener en condiciones infrahumanas a los detenidos en la base militar de Guantánamo (Cuba) tras la guerra de Afganistán. Washington clasificó a los retenidos en Guantánamo como "combatientes ilegales", clasificación que no les garantiza los derechos establecidos en la Convención de Ginebra para los prisioneros de guerra. Según fuentes militares en Kuwait, todos los detenidos en Um Qasr tienen el estatus de prisioneros de guerra.
La capitán Lisa Weidenbush, oficial a cargo del campo de Um Qasr, asegura que EE UU ha sido "sensible" a esas críticas y que los prisioneros iraquíes reciben un tratamiento "humano". Reciben comida, asistencia médica y se les proporciona una alfombra para rezar y copias del Corán, dicen las fuentes militares. Tamara al Rifai, la portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja en Kuwait, asegura que han entrevistado a más de 3.800 detenidos. Pero sólo hacen comentarios a las partes implicadas. Si hay algún problema, si los presos no están siendo tratados correctamente, el CICR se lo comunicará a los carceleros, en este caso, la coalición.
Una pastilla de jabón, una cuchilla de afeitar, una taza, un plato, una caja con comida y una toalla. Eso es lo que se les da a los detenidos al llegar y antes de ser conducidos a los dos metros cuadrados que le corresponde a cada uno por tienda. Después, en una enorme carpa rellenarán una "ficha de captura".
Encorvados sobre sus ordenadores, decenas de soldados toman sus datos: edad, nombre y lugar de procedencia. Los militares les dan un número que llevarán atado a sus muñecas. Tanto los chiíes como los suníes son mantenidos aparte del resto de los prisioneros. Los soldados regulares y los fedayin, también. A las afueras del campo de detención se agolpan los familiares de los detenidos. Buscan a sus maridos, hermanos, hijos. Nadie les da respuestas. Puede que estén al otro lado de la verja del centro de detención. O muertos en cualquier trinchera entre Mosul y Basora.
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