Tres asuntos
Azulgranas. El Barça pasó el trago en Atenas y ya se encuentra a tres partidos de alcanzar su sueño-pesadilla, la Copa de Europa. Cierto que era un partido de todo o nada, en los que el resultado justifica cualquier cosa, incluido el mal juego, pero cada jornada crece la impresión que ahora, que llegan las semanas decisivas donde te juegas toda la temporada, los de Pesic han perdido gas y se encuentran bastante lejos de la fortaleza que mostraron, por ejemplo, en la Copa del Rey de hace un par de meses. En Grecia, ante Olympiakos, un equipo muy lejos de aquéllos que convirtieron esos campos en auténticos martirios, el Barça volvió a evidenciar más problemas de los que podrían derivarse por la importancia del compromiso. Afortunadamente sigue manteniendo una buena capacidad para resolver partidos y un Bodiroga en el que se puede confiar incluso después de no dar pie con bola en todo el partido. Pero como casi siempre, los puntos definitivos fueron suyos y, con él, el Barça tiene un tesoro: unas manos en los que confiar su presente y su futuro.
Argentino en canzoncillos. No acaba de encontrar su sitio el fin de semana llamado de las estrellas. A pesar de todos los esfuerzos propagandísticos, parece llegar siempre a desmano, sin una justificación suficiente, lo que hace complicado conseguir la necesaria atención. Al menos sirvió para poner definitivamente en el firmamento a Walter Hermann, jugador del Fuenlabrada, un argentino al que ya colocan en el Real Madrid (la lista de futuribles blancos da ya para hacer varios equipos) y al que hay que agradecer todos sus esfuerzos para dotar al evento de su único objetivo: la espectacularidad, la originalidad, la búsqueda de opciones inviables en la pura y dura competición. Walter fue el que lo entendió mejor y todo su éxito fue sin duda merecido.
Canarios. Desde tiempos lejanos, las islas no tenían el protagonismo que ha conseguido el Auna. Sin llamar excesivamente la atención, poco a poco, como se construyen los equipos estables, ahí están gracias a un estilo reconfortante, agresivo no solo para defender, que es lo habitual, sino para atacar la canasta. No deja de llamar la atención que su éxito repose en la dirección de dos bases españoles tan pequeños de tamaño como grandes en cualidades. Gonzalo Martinez Arroyo y David Brabender, diferentes y complementarios, están llevando con muy buen tino a un equipo que sin duda lleva la firma de su entrenador, Pedro Martínez y al que no hay otra cosa que felicitar no sólo por sus victorias sino por el camino que han elegido para conseguirlas. Que cunda el ejemplo.
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