La gira catalana de Zapatero
El líder encuentra un ambiente de victoria en su inmersión en el mosaico socialista de Cataluña - El líder socialista ha mostrado en tres días de mítines que comparte con Pasqual Maragall la idea de la España plural
"Vamos a tomar posiciones, porque si no, no sale". Es Angélica, la asistente que acompaña al líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, en su gira por Cataluña. Comienza a tomar posiciones, como ella dice, cuando Zapatero finaliza su discurso, a la una de la madrugada, en una cena mitin del PSC con 1.500 personas en Terrassa.
Zapatero entusiasma a los suyos. Ha hecho que recuperen la autoestima y eso es lo que aflora a su paso. Sea en los mítines, sea en la calle o donde quiera que vaya. El líder del PSOE ha estado tres días en Cataluña. Una inmersión en el mosaico del socialismo catalán, con un par de breves paseos al aire libre. Sabadell, Mataró, La Seu d'Urgell, Tarragona, Terrassa y Girona. En todas partes lo mismo: máxima calidez, fácil conexión con los auditorios. Ambiente de victorias próximas. En todas partes las mismas palabras: "Ya sabéis que me siento muy a gusto en Cataluña".Cuando Angélica piensa en formar un pasillo junto con los escoltas y el personal de la organización para que Zapatero pueda salir del pabellón ferial de Terrassa, muchos de los asistentes están pensando en hacer lo que sea para estrechar la mano del líder socialista, darle un abrazo, besarle. "Claro que le beso, claro que le beso", exclama una mujer de unos treinta y tantos años al sumergirse en el remolino humano que se ha formado junto a Zapatero.
"En España mucha gente espera que Maragall presida la Generalitat", dijo en Sabadell
En Guissona quedó impresionado por el peso de la inmigración
Los partidos están en precampaña electoral, algo difícilmente distinguible de la campaña. Zapatero lo alienta: "Aquí hay ambiente de partido ganador", exclamó en Terrassa, "y ahora hay que hacer que ése sea el ambiente en toda España".
Pero fuera de este ambiente también puede verse que Zapatero cuaja como líder. Sucedió el sábado en Guissona, donde hizo un alto en el trayecto entre La Seu d'Urgell y Tarragona para comer en el área de servicio de esta localidad. La organización había reservado mesa para las ocho personas de la comitiva: chóferes, escoltas, un acompañante del PSC, Angélica. La dirección les hizo entrar en el comedor por una puerta de emergencia. Pero en la otra entrada había una larga cola de clientes. "¡A la cola, a la cola!", empezaron a gritar indignados los clientes que llevaban rato esperando. Zapatero giró rápido sobre sí mismo. Se fue hacia la cola. Lanzó la mano, que inmediatamente fue acogida y estrechada. Lo que eran improperios dio paso de inmediato a efusivas felicitaciones.
Y a un diálogo aleccionador. "Yo soy de las Alpujarras", le dijo orgullosa una mujer. Un poco más atrás, un hombre se presentó: "Yo soy de Madrid". Zapatero les explicó que no tenía inconveniente en hacer cola y pidió excusas por no haberse dado cuenta. No le dejaron hacer cola. Ni hablar.
Sentado ya en la mesa, se presentaron al poco rato tres miembros de la organización local del PSC. Tres trabajadores, dos de ellos de inequívoco acento catalán y otro de no menos inequívoco acento extremeño. Fue el que primero habló. "Somos de la organización del PSOE de aquí", dijo, antes de explicar, sin que se lo preguntaran, que era de las Hurdes y llevaba tres años trabajando en la cooperativa de Guissona como los otros compañeros. Zapatero les hizo sentar a su mesa, frente a él.
-¿Qué tal la agrupación?
-Bien, vamos mejorando. Éste es un sitio difícil. Aquí hay mucho nacionalista.
-¿Quién gobierna en el Ayuntamiento?
-Esquerra Republicana. Mayoría absoluta. Y antes, CiU, con mayoría absoluta.
-¿Cuántos concejales tenemos?
-Uno. Ahora esperamos doblar.
-¿Y el PP?
-Aquí no existe.
En esas estaban cuando se presenta el director del centro. Entrega a Zapatero unos vídeos con explicaciones sobre la Cooperativa Agraria de Guissona. "Aquí trabajan 2.500 personas, de 24 nacionalidades distintas", destacan los tres socialistas locales, a lo que Zapatero replica: "Impresionante".
Mientras todo esto sucede, se acerca a la mesa un niño de unos 9 o 10 años. Le entrega a Zapatero un folio blanco, en el que ha dibujado con bolígrafo azul un gran corazón y ha escrito la palabra paz. Le pide que se lo firme. Se lo firma, claro.
La gira de Zapatero comenzó en Sabadell, en un pabellón deportivo en el que el alcalde, Manuel Bustos, metió los habituales autocares de jubilados llegados de todos los barrios y de otras localidades de la comarca del Vallès. Es un componente habitual de los mítines socialistas. Lo que llaman "el voto PSOE". En Sabadell como en Málaga. O el Palau Sant Jordi de Barcelona. La audiencia que le escuchó en La Seu d'Urgell era muy distinta. El Pirineo era otra cosa. Un público que había participado en unas jornadas de estudio sobre los problemas de la montaña, "donde viven 30 millones de europeos", como subrayó el alcalde Joan Ganyet. A Zapatero le encantó La Seu d'Urgell y no lo ocultaba. Era sábado, día de mercado, y por él paseó recogiendo saludos, felicitaciones por su rechazo a la guerra de Irak. Incluso algún aplauso desde los balcones.
En Tarragona y Girona, en sendos mítines de formato parecido, en torno a 1.200 personas, los asistentes son la mezcla de autóctonos y gentes llegadas de toda España. Zapatero habla ante ellos de la España plural, tan cara a Pasqual Maragall, a quien da con seguridad por próximo presidente de la Generalitat. "Al PP le encanta que apoye a Maragall. Eso les excita", bromeó ayer en Girona.
Zapatero ha repetido en todas sus intervenciones públicas de estos días su apuesta por la España plural. Ha dicho y repetido que apoya a Maragall. Da por descontado que el PP va a continuar intentando convertir eso en un problema. Pero no le inquieta. En Sabadell dijo que "en España hay mucha gente que espera que Maragall sea presidente de la Generalitat". En Girona ofreció su ayuda al PP "por si cree que hay peligro para la cohesión de España".
Junto a esto hay un discurso sólido, que deja claro, mitad como crítica al PP, mitad como afirmación propia: "Quien gobierna una sociedad plural tiene que saber reconocer la identidad de cada cual. Y la identidad de Cataluña no es un problema para España. Es una riqueza para España".
Lo que arrasa en los mítines es, sin embargo, otra cosa. Los aplausos llegan cuando Zapatero se compromete a gobernar desde la proximidad y el diálogo. Cuando dice que tan importante como ganar es ganar bien, sin un insulto. Cuando dice que quiere que España sea "un modelo de tolerancia". Eso es lo que entusiasma.
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