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Cerca de 120 inmigrantes malviven en Níjar tras el abandono del Gobierno

La policía les dejó en libertad y sin papeles tras trasladarlos a la Península desde Canarias

Llegaron hasta Almería vía Canarias, después de que hace ocho meses alcanzaran las islas en patera. El Gobierno los trasladó por avión hasta Valencia y Madrid y, desde allí, tomaron un autobús hasta Almería. Se trata de un grupo de unas 120 personas procedentes de países como Malí, Costa de Marfil o Guinea Bissau que malviven en el interior de un invernadero en la barriada de San Isidro, en Níjar y comen de la caridad.

El padre Tomás, de 68 años, no da abasto para atender al campamento de inmigrantes, todos varones, establecido a tan sólo 300 metros de su parroquia. Él y tres religiosos más de los Padres Paúles, junto con un grupo de mujeres Mercenarias de la Caridad, suministran diariamente agua, comida y ropa a jóvenes como Mamaru, de 32 años, que llegó a Níjar en autobús hace sólo ocho meses. "No quiero volver a Mali. Allí todo es peor".

A pesar de la llegada repentina de estas personas, la reacción de los vecinos ha sido "bastante buena" y sin apenas rechazo, según describe el religioso. "Tenemos un trato meramente asistencial. Cogen agua de la fuente que hay frente a la iglesia para beber, lavarse y asearse. Pero claro, se acuestan con la misma ropa con la que están todo el día. Vamos a poner duchas, una lavadora y una secadora para que estén mejor", afirma el padre Tomás.

El primer grupo de subsaharianos pisó la comarca nijareña antes de Navidad y llegaron en autocar desde Madrid, después de volar desde Tenerife. Durmieron durante muchas semanas en los bancos de las calles del municipio hasta que, con las primeras lluvias del invierno, se refugiaron en el invernaderos en el que ahora se alojan.

El segundo grupo, de unos 30 o 40 extranjeros, llegó más tarde y desde Valencia. Posteriormente, se trasladaron al invernadero otros inmigrantes provenientes de Roquetas de Mar y El Ejido.

Las chabolas levantadas con cartones, maderas o plásticos se reparten por el interior del invernadero con relativo orden y disciplina. En un recodo del mismo que se antoja más privado, se ubican las dos duchas -dos cabinas de plástico con grandes piedras en el suelo,- en las que los extranjeros se lavan después de acarrear el agua en garrafas desde la fuente de la iglesia. Ninguno de ellos tiene trabajo.

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El alcalde de Níjar, el socialista Joaquín García, puntualizó en días pasados la responsabilidad del Gobierno por la situación creada en su municipio. "El Ayuntamiento no es el que tiene que tomar medidas sino el Gobierno central. Todos han venido de Canarias vía Madrid y quien tiene responsabilidad en la materia debe atenderlos".

El objetivo inmediato del padre Tomás es el de confeccionar listas con sus nombres e identificaciones para antes del próximo 21 de abril, fecha tope ofrecida por Cruz Roja para gestionar la ayuda de alimentos ante el Ministerio de Agricultura. Tampoco es fácil, la falta de documentos es un obstáculo casi insalvable y lo peor, según el religioso, es que estas personas dicen que se les despojó de su documentación ya en territorio español.

El problema de la vivienda

El problema de la vivienda para los inmigrantes ha vivido varios capítulos en la provincia almeriense en distintos municipios y sin distinción de los colores políticos de estos.

El conflicto se ha vivido en El Ejido, en Roquetas de Mar y hasta en la propia Almería, además de las tierras descritas por Juan Goytisolo en su novela Campos de Níjar (1959). De los más de 60.000 inmigrantes que viven en Almería se calcula que unos 10.000 no tienen su documentación en regla.

Aseguradoras como Mapfre intentaron mediar en el alquiler de viviendas con resultados nulos, mientras que sociedades agrarias como COAG encontraron una solución a medio camino con el acondicionamiento de ocho albergues para temporeros con permiso de residencia en España.

La mayoría de extranjeros ocupan cortijos, barracones o almacenes deshabitados el tiempo que dura la campaña agrícola.

Según información suministrada por el Gobierno central, hace tan sólo 10 meses Níjar contaba con 2.500 inmigrantes, la mayoría marroquíes (1.673), seguidos en número por lituanos (312), rumanos (106) y ucranios (104). Ese cálculo oficial no incluía, sin embargo, a ninguno de los subsaharianos que llegaron hace tan sólo ocho meses y que se han instalado en un invernadero.

La situación actual recuerda capítulos como el vivido en la capital almeriense hace un año, cuando el Centro Municipal de Acogida se encontraba saturado y desbordado por la cantidad de inmigrantes africanos sin un techo bajo el que cobijarse. "Parece mentira que, habiendo municipios con el mayor número de hoteles en la provincia y con dinero para construir plazas de toros, sea la capital la que tenga que alojar a los inmigrantes que ellos reciben", decía por entonces al edil de Políticas Sociales, Arancha Locubiche, en clara alusión a Roquetas.

El problema salpica ahora a Níjar, uno de los cuatro municipios más extensos de España con 34 barriadas diferentes que confluyen a una doble y radicalmente distinta trayectoria: las agrícolas como San Isidro o Campohermoso y las turísticas como San José, Rodalquilar o Aguamarga.

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