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Reportaje:LA ESTRATEGIA MILITAR

Un plan militar flexible y complejo

Una guerra en la que un bando espera vencer en el terreno militar y el otro en la cancha política del propio enemigo, para lo cual el primero planifica sus acciones constreñido por el imperativo de reducir al mínimo las bajas civiles, mientras que el segundo elabora una estrategia que tiene como objetivo alimentar la protesta antiguerra con muertos, si es posible soldados enemigos y en todo caso civiles propios, es sin duda una guerra singular.

Si lo es tanto como para convertirse en algo distinto a todo lo que en materia de guerras hemos conocido con anterioridad, como nos anunció el general Franks, al mando de toda la operación, es más discutible, puesto que todo tiene antecedentes, y será muy discutido, puesto que estados mayores y estudiosos académicos se abalanzarán sobre la experiencia bélica para extraer las lecciones que aplicar a doctrinas militares, estructuración de fuerzas, política de adquisiciones, etcétera.

La defensa concebida por Sadam no ha dado una sola batalla, no ha realizado una sola maniobra, no ha presentado la más mínima resistencia organizada
EE UU ha empleado una Infantería corta en número si se la compara con las fuerzas adversarias desplegadas, pero de una gran movilidad y potencia de fuego
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Sin duda, lo que ahora hemos visto es la culminación de procesos iniciados en la guerra del Golfo de 1991, pero podemos afirmar que también sin duda se parecerá más a la forma de hacer la guerra en el futuro que en el pasado.

Antes de empezar, todo parecía cantado de antemano, la estrategia tenía un curioso nombre, conmoción y espanto, y se nos anunciaba cuántas bombas, de qué tipo y en cuánto tiempo iban a llover sobre qué blancos y con qué resultados. La pregunta era, pues: ¿y dónde está la preceptiva sorpresa? Al parecer, el margen quedaba reducido a retrasar algún que otro día el ataque inicial. Pero ni eso, porque se produjo casi en el momento en que vencía el ultimátum dado por el presidente americano a su colega y sin embargo enemigo, Sadam Husein.

Pero, al parecer, eso no estaba previsto, fue una improvisación, una adaptación a las circunstancias. En estos días se ha popularizado el aforismo militar de que los planes duran hasta que se entra en contacto con el enemigo. Como el ajedrecista, que va modificando los suyos a cada movimiento del contrario. En este caso, la inteligencia -el espionaje de toda la vida- descubrió una vulnerabilidad sustancial del contrario. La oportunidad de decapitarlo en la jugada inicial. Sin embargo resulta un poco chocante la sucesión temporal que se nos ha relatado. Más de cuatro horas entre la información inicial y la orden de ataque. Pudo haber sido una apuesta sobre la base de inteligencia previamente adquirida: el conocimiento de un importante centro de mando donde era probable que la cúpula iraquí estuviese reunida en el momento en que vencía el ultimátum.

Sobre el resultado de ese ataque no hemos tenido nunca certeza. Las posteriores apariciones de Sadam en la pequeña pantalla carecieron siempre de elementos de datación, y de identificación, seguros. Si Sadam quedó fuera de combate, entonces uno de los supuestos básicos del plan americano se vino abajo, porque el régimen no sólo no se desplomó inmediatamente, sino que ofreció una capacidad de resistencia más bien inesperada.

No fue ésa la única sorpresa, pero el plan americano era indudablemente flexible y modular. Si buscaba un primer ataque mortal, crear las condiciones propicias para un golpe de Estado, para la rebelión de las tropas o para la rendición o deserción en masa, no se quedaba ahí. La alharaca mediática del comienzo de la segunda semana sobre la magnitud de la resistencia imprevista, la pausa estratégica, la escasez de fuerzas para seguir adelante, ha quedado reducida al ridículo por la evidencia de los acontecimientos posteriores.

Sabemos que desde agosto de 2001 hubo un persistente pulso entre el más conservador Ejército de Tierra por una parte, reclamando un gran volumen de fuerzas, al menos como reserva, por si acaso, y Rumsfeld y sus halcones civiles apoyados por el Ejército del Aire, de donde procede Myers, el jefe de jefes. Uno tras otro, Rumsfeld fue devolviéndole sus planes a Franks, para que los hiciera más ligeros e imaginativos, más en línea con la transformación de las Fuerzas Armadas que pretende llevar a cabo.

Al final, Rumsfeld se salió con la suya y venció la partida con una participación muy poco visible, pero sin duda importantísima, en efectivos y papel, de fuerzas especiales, según la experiencia afgana, la explotación a fondo de la imparable superioridad aérea y una infantería minúscula comparada numéricamente con las fuerzas teóricamente desplegadas para detener su avance, pero de enorme movilidad y extraordinaria potencia, alcance y precisión de fuego. Y lo más importante de todo, lo que constituye la mayor hazaña de la tecnología aplicada sabiamente al arte de la guerra: una perfecta cooperación entre todos esos elementos.

Si hubiera que destacar uno de entre los muchos elementos novedosos, mi selección iría a la capacidad de destrozar los medios pesados de la división Medina de la Guardia Republicana, la mejor dotada de las tropas de élite, encargada de la trascendental misión de cerrar el acceso suroeste a Bagdad. Dos días antes de que la 3ª División de Infantería conquistase en menos de 24 horas uno de los puntos mejor defendidos del país, el aeropuerto internacional, las dudas respecto a la eficacia del castigo aéreo y artillero a las divisiones de élite que se interponían entre los atacantes y la capital, eran moneda corriente entre los comentaristas más solventes. Las expresaban, por ejemplo, el general Wesley Clark, comandante supremo de la OTAN hasta hace tres años y jefe de las fuerzas aliadas en Kosovo en 1999, que ha comentado la guerra para The Times de Londres, o la muy profesional Stratfor.com. Los militares iraquíes trataron de exprimir al máximo las lecciones de su derrota en 1991 y se fueron a Belgrado a estudiar los ingeniosos procedimientos de camuflaje y engaño a los sensores más sofisticados. Pero lo que fue un éxito serbio en 1999, de nada les valió a los iraquíes de 2003.

Como maniobra táctica cabe destacar las correrías acorazadas por las calles de Bagdad, que rompieron la milenaria disyuntiva de la guerra contra ciudades entre cerco y asalto, opciones a cual peor cuando de lo que se trata es de lograr un final rápido y poco cruento. Lo que podía haber sido un mero tanteo de la capacidad de resistencia de los leales a Sadam funcionó como una maniobra más de intimidación y espanto que produjo el desmoronamiento definitivo del régimen.

Sobre la guerra hemos sabido poco, cosa normal, pues no se hace para aumentar tiradas e inflar audiencias, lo suficiente para ser conscientes de una buena colección de misterios y sorpresas. Del lado baazista no sabemos prácticamente nada, con lo que las sorpresas son más abundantes, y el misterio, más espeso. Lo que es muy cierto es que el comentario de Schwarzkopf sobre Sadam al final de la guerra del Golfo sigue explicando muchas cosas. Cito de memoria, aproximadamente: De estrategia no sabe nada; de táctica, tampoco; como logístico es un desastre; por lo demás, es un excelente jefe. Sus fedayines, una panda de matones del partido reclutados a partir de 1995 para darle palizas a la gente, que nadie había contabilizado como fuerza militar, han resultado unos guerrilleros medianamente eficaces contra las desprotegidas líneas de aprovisionamiento de las fuerzas que avanzaban hacia la capital y han mantenido en un puño las ciudades chiítas durante las dos primeras semanas. Pero la defensa de Sadam no ha dado una sola batalla, no ha realizado una sola maniobra, no ha presentado la más mínima resistencia organizada.

Manuel Comas es analista de Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano.

Soldados británicos de Artillería disparan los cañones en el sur de Irak.
Soldados británicos de Artillería disparan los cañones en el sur de Irak.AP

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