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Columna
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Iletrados

Leemos poco. El libro está en regresión. La industria editorial es una tropa desorganizada. El 46% de los españoles en edad lectora no ha abierto nunca un libro. Leen más las mujeres. Los jóvenes tienen un hábito de lectura más arraigado. La Comunidad Valenciana forma parte, con Andalucía y Galicia, del pelotón donde menos se lee de España.

Estas consideraciones constituyen elementos de un estudio que ha dado a conocer el Consell Valencià de Cultura en presencia del consejero Manuel Tarancón. Las cifras penetran en una zona alarmante cuando el 52,7% de los españoles afirma que no ha leído libro alguno en los últimos doce meses.

"Más de la mitad de la población no lee libros habitualmente y únicamente algo más de un tercio son lectores sólo de diarios. Son datos preocupantes porque nos sitúan en la cola europea y en la frontera del subdesarrollo sociocultural en el panorama mundial". Hasta aquí las consideraciones de José Sanclemente, presidente de la Asociación de Editores de Diarios Españoles. Se edita poca obra literaria y existe una considerable relación entre libro que nace con la fortuna de ser bien tratado por la crítica y las páginas literarias de la prensa, o los espacios especializados en el mundo de las letras tanto en la radio como en la televisión.

Los orígenes de este entorno se sitúan en la incultura secular de segmentos numerosos de la sociedad. Los comportamientos sociales que imperan no animan a leer ni a valorar la actividad empresarial que, aparte de ser lucrativa, es crucial para definir el horizonte de progreso que se cierne sobre los valencianos. Los colegios, los formadores y las familias tienen mucho que hacer en la motivación de los valores culturales, identificados, por otra parte, con el grado de desarrollo económico y social de una zona.

Estas apreciaciones y los datos que las avalan todavía pueden golpear más contundentemente nuestra conciencia. Muchas veces se compra o se toma prestado un libro que no se piensa leer o queda finalmente instalado en un estante sin haber tenido la fortuna de ser leído y de resultar útil. Un libro carece de sentido si no encuentra un lector. Es a partir de ese preciso momento cuando la colección de páginas alcanza la categoría de libro. La lectura obedece a una decisión voluntaria y personal. Es muy difícil obligar a que alguien acabe leyendo. Robert Escarpit escribió que leer es una experiencia que compromete, tanto en los aspectos individuales como colectivos. Las lecturas generan un poso en la personalidad de los ciudadanos hasta hacerlos diferentes, tanto por la información que reciben, como por su capacidad para asimilarla.

Estamos necesitados de una conciencia social que eleve la consideración acerca de los libros y de la producción editorial. Requerimos una política cultural activa y una política del libro que diseñe el horizonte de este sector empresarial, con el propósito de que tenga calidad y se mueva en los umbrales de rentabilidad que garantizan su porvenir. No se trata de que sea un negocio borracho sino una actividad que se realimente.

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