Melómanos del hilo musical
Soy una gran aficionada a los hilos musicales que te entretienen la espera telefónica. Para mí, la frase "comunica y tiene tres llamadas antes que usted, ¿le mantengo en espera?" supone una bendición. Es más, me consta que la mayoría de las telefonistas tienen órdenes de tardar mucho en pasar las llamadas para que disfrutemos del concierto. Por eso, desde que utilizo un móvil con función manos libres, el día que me toca hacer gestiones aprovecho para limpiar el lavabo. Parece que no, pero limpiando con música de fondo limpias con más alegría. Claro que, como experta en hilos musicales, ya descarto los éxitos de siempre y sólo busco rarezas. Desprecio los grandes hits del hilo musical. Sólo si estoy muy desesperada llamaré a El PAÍS y preguntaré por el jefe, porque en El PAÍS ponen el Concierto para piano número 21, de Mozart (el segundo movimiento, adagio). Tampoco llamo a lugares donde tengan el Para Elisa, el Adagio de Albinoni o el Carmina Burana. Y sólo bajo amenazas emplearía los servicios del número 11850 de información. Además de tardar horas en coger la llamada, tardan horas en entender lo que les preguntas y, para colmo, la música que te entretiene es el sobado Canon de Pachelbel. Es un fallo. Piensen que en la empresa Hilo Musical disponen de muchos canales: el Disco House, el Romántico, el Moderno, el Clásica y -mi preferido- el Atmósfera.
El día que tengo que limpiar el lavabo aprovecho para hacer gestiones con el manos libres y de paso escuchar todo tipo de hilos musicales
Para sacar brillo a los azulejos me iría bien un hilo musical transgresor, así que llamo al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y pido que me pongan con prensa. "Comunica, ¿le mantengo en espera o llama usted más tarde?", me dice la recepcionista. Le digo que espero y, mientras paso el paño, me deleito con el hilo musical más coherente de la historia de los hilos musicales. Como debe ser en un centro de cultura contemporánea, el hilo musical es música contemporánea. Cuando al fin se pone la eficiente encargada de prensa, Mónica Muñoz, no puedo menos que felicitarla. "Gracias", me contesta ella. "Lo que suena es una pieza de Xavier Maristany especialmente compuesta para nuestro hilo musical. Antes teníamos a Bach". Después de hacer la gestión, me dispongo a fregar el bidé y, si no me animo, no habrá quien lo deje reluciente. Me iría bien un poco de pop, así que llamo al 010. Pero llamar al 010 tiene un peligro: son tan amables y tienen tantas ganas de cumplir que tardan muy poco en contestar tu pregunta. Y así no hay quien se deleite con la música de ambiente. Para que les cueste un poco, lo que nunca falla es pedirles teléfonos de librerías de viejo. El concepto no les suena y no saben cómo buscarlo. Es mi día de suerte y oigo entero el Pretty woman, el Blue velvet y el Mrs. Jones. Una vez terminado el bidé, voy a por el váter. Lo mejor será llamar a editorial Planeta y pedir que me pongan con derechos de autor. Diez minutos de espera no me los quita nadie. Oigo entera esa canción de Luz Casal, Sentir, en la que Luz dice que cree en ti cada mañana, y Sombras de la China, de Serrat.
Para sacar brillo a la bañera marco el número del Auditori de Barcelona. El hilo musical es de los mejores del panorama telefónico, así que también felicito a Xavier Febrés, el jefe de prensa. "Pues gracias en nombre de la OBC, intérprete de las piezas de nuestro hilo", me dice. Al ver que es tan simpático, le pregunto si no le importa que permanezca un rato más a la espera. Así la limpieza será a fondo. "Por supuesto", me contesta. Y me deja con la Sinfonía número dos en re mayor, opus 36, de Beethoven. La siguiente es la Sinfonía número 3 en mi bemol, opus 55 (Heroica), también de Beethoven. Como la OBC toca de maravilla, también disfruto de la Sinfonía número tres en la menor (Escocesa), de Felix Mendelssohn y, luego, bellas piezas del CD Compositors catalans, volum 1.
En el momento de echar el Cif en la taza, llamo al Liceo. "Comunican, ¿le dejo en espera?", me dice la señora de la centralita. Con este oído musical que Dios me ha dado, me parece reconocer la voz de María Callas en 1954 interpretando 'Casta diva', el aria de Norma. Ya estoy viendo a Norma avanzando con su guadaña mientras los sacerdotes se postran y la luna resplandece. ¡Oh, qué hermoso hilo musical, paradigma, por cierto, del melodismo, expresión suprema del canto de Bellini! Dura 7 minutos y 16 segundos, tiempo que empleo yo en dejar la taza libre de gérmenes. Para no abusar, llamo sólo una vez más. Me ponen el Parsifal, de Wagner, y la Linda di Chamounix, de Donizetti. Sólo me queda fregar el suelo. Y para fregar el suelo me hace falta algo duro. Un poco de bakalao, vamos. Así que llamo al Partido Popular y pido que me pongan con las juventudes. Oigo a todo volumen la versión máquina de la sintonía del PP (esa que hace do-mi, do-fa, do-mi-re-do-fa...). Me excita imaginar a los jóvenes peperos despeinándose al son de este hilo musical tan salvaje.
Después de todo esto, el lavabo ha quedado perfecto, pero mis gestiones no están terminadas. Me sucede como en aquel chiste que Leo Cullum publicó hace años en la revista The New Yorker. En él, una secretaria rubia le dice al señor del otro lado del teléfono: "El señor Dyer dice que no tiene ningún interés en hablar con alguien que ha permanecido tanto rato a la espera".
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