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VISTO / OÍDO
Columna
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El canon y la palabra

El dictador odia la libertad de expresión. Ama su libertad total. No voy a creer que el cañón del tanque que mató más periodistas en Bagdad, apuntando contra el hotel donde está la prensa mundial concentrada, fuera inocente, ni erróneo, ni mal informado: era el cañón del dictador contra la libertad de información. No creo que cuando el Gobierno español pide a los periodistas que abandonen Bagdad lo hagan por bondad, sino para completar el disparo. Los periodistas contaban la pequeña, escasa, limitada verdad del campo de batalla, y era contradictoria con la de los tiranos. La televisión Al Yazira (Al Jazeera) ha visto destruida su sede y muertos dos de sus periodistas: estaba dando desde hace años la información que "los nuestros" negaban, los presos amordazados, arrodillados y maniatados; las personas desventradas. Entiendo el apuro de quienes no quieren ver muertos, y tapan los ojos de sus hijos: la realidad es dura. He defendido su publicación cuando eran los muertos del terrorismo vasco: que se vea en toda su magnitud el destrozo que puede causar una idea cuando se hace desmesurada. El muerto no pierde su dignidad en la imagen: la pierde el asesino.

Oía en la noche del martes al miércoles una emisora donde algunos -no todos- pedían que se censurase una crónica de Bagdad. Era la de Mercedes Gallego para Abc del día siguiente, en recuerdo y homenaje al que fue su gran amigo -"Julio tenía una fe ciega en mí"- el asesinado Julio Anguita Parrado. El relato que le hizo a ella de un e-mail a sus compañeros de El Mundo fue éste: "Les he dicho a todos que si me muero no dejen que Pedro J. venga a mi entierro y se cuelgue medallas a costa mía", contó a Mercedes. Sus compañeros no han podido evitarlo, por lo que veo; y Ramírez ha hecho lo que debía, creo, al levantar un monumento en honor a este hombre. Pero el tema esencial era la censura que pedía, sobre todo, el periodista de ataque Casimiro Abadillo, porque la verdad podía "hacer daño a su periódico". O a Pedro, o a él, no sé. Pero Abc la ha publicado íntegra. Supongo que su director, Zarzalejos, haría lo mismo si se dirigiera contra él. Lo importante de la censura es que quien la ejerce lo hace "para evitar un daño": generalmente, a sí mismo. El dictador ama la censura. Dictadores podemos ser todos, en cuanto nos descuidemos.

(Leo el manifiesto del PP a través de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, a favor de la guerra y del Gobierno que la apoya: "No toda guerra es siempre inmoral o ilegítima", "se va olvidando que el régimen de Sadam Husein se ha situado consciente y voluntariamente al margen de la ley internacional", "se han producido lamentables manifestaciones de ira y violencia", "tenemos una democracia fuerte": entre las firmas hay muy pocos periodistas, y muchos funcionarios).

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