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El RACC afirma que circular por la autovía de Castelldefels es peligroso

Reclama medidas inmediatas para evitar accidentes mortales

La autovía de Castelldefels (C-31) no es una autovía, aunque los coches circulen por ella como si hicieran carreras. Alfons Perona, de la Fundación RACC, afirmó ayer que los hay que alcanzan los 240 kilómetros por hora. Pero lo grave es que no hay carriles de desaceleración, las señales son deficientes y la vía, por la que pasan cada día 42.000 vehículos, está jalonada de paradas de autobús y contenedores de basura.

Todo el mundo la llama autovía, pero no lo es. Al menos, legalmente. De modo que la petición efectuada ayer por el Reial Automòbil Club de Catalunya (RACC) para que el Gobierno catalán deje de llamarla así tuvo una respuesta fácil. "No se le puede dejar de llamar autovía a algo que nunca lo ha sido". Además, el Departamento de Política Territorial, del que depende la Dirección General de Carreteras, expresó su extrañeza ante las críticas del RACC: "Ya les dijimos que no era una autovía, de modo que la petición no viene a cuento".

La petición del RACC tenía, sin embargo, dos partes. Una, nominalista; la otra, de eficacia. Perona reclamó la adopción de medidas drásticas e inmediatas porque en estos momentos hay una media de cinco muertos al año, "y si no hay más es porque Dios no quiere", dijo. La solución no es, dijo, rezar, sino señalizar bien la vía, revisar las indicaciones, mejorar las incorporaciones (muchas de ellas en ángulo recto), adecuar los espacios de las paradas de autobús y también los ocupados por los contenedores de basura.

La solución no pasa, aseguró, sólo por poner radares que detecten la frecuentísima superación del límite de velocidad. Esa es una medida recaudatoria y poco eficaz si no va acompañada de la presencia de patrullas que detengan a quienes superan los 200 kilómetros por hora. Perona defendió la presencia de radares, pero criticó que el Gobierno catalán se hubiera limitado a esa medida.

"Lamentable"

El informe del RACC describe dos tramos diferenciados: el primero, en estado aceptable, se halla entre la salida de Barcelona y el aeropuerto; el segundo, en situación "lamentable" es todo el resto, hasta el macizo del Garraf.

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Perona explicó, a modo de ejemplo, lo que ocurre en sólo dos kilómetros de esta vía, situados a la altura de Gavà: hay cuatro indicadores de velocidad máxima; once señales de stop (las del suelo no siempre visibles por estar despintadas); cinco indicadores de dirección prohibida; siete contenedores de basuras; ocho zonas de aparcamiento; una prohibición de giro a la derecha y otra de prohibido estacionar; nueve de dirección obligada, un indicador de final de limitación y una parada de autobús.

El resumen es demoledor: más del 60% de las entradas y salidas carece de carril de desaceleración; abundan las salidas "conflictivas" en las que los conductores utilizan el arcén como carril de desaceleración por la dificultad del giro; pero el arcén está ocupado a veces por contenedores de basuras, o por coches aparcados, o paradas de autobús. En resumen, la señalización es deficiente y excesiva: hay 3,5 señales por kilómetro. A ello hay que añadir un peligro añadido: la presencia de ciclistas y la falta de cruces para peatones, que son los más vulnerables.

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