La guerra vista desde EE UU: impresiones, sorpresas y Barcelona
He tenido la oportunidad de estar durante la última semana de marzo en EE UU. Allí incluso el Gobierno llama guerra a la guerra; no como aquí, donde el Ejecutivo sigue hablando de conflicto o de intervención en Irak. También son muy claros sobre la implicación de España: se la llama participación logística o "colaboración no de combate". Demasiado diáfano para el gusto del Gobierno español, que prefiere una metáfora más poética: cooperación humanitaria.
¿Cómo se informa en EE UU sobre la guerra? La información televisiva constituye una saturación de noticias presentadas sin estructura lógica alguna. Se suceden las informaciones en un verdadero desfile de anécdotas, pero no existe un hilo conductor que permita al receptor distinguir claramente entre lo principal y lo accesorio. Se hace muy difícil construir una historia estructurada que permita el análisis y la evaluación de los hechos. La información oral es abundante, mientras que la emisión de imágenes es mucho más limitada y sesgada. La corrección política se impone y es casi imposible ver en las pantallas a los civiles muertos en bombardeos. Son muy pocos los canales que acogen en sus emisiones la información de Al Jazira, vehículo habitual de estas imágenes.
Si bien éste es el tipo de información general, el panorama es diferente en algunos de los grandes periódicos como el Washington Post y el New York Times. El primero, más bien favorable a la guerra, acoge también en sus páginas las informaciones desagradables y la opinión contraria a la guerra. Así, por ejemplo, ha puesto de manifiesto la contradicción que supone la insistencia del Gobierno de EE UU en la aplicación de la convención de Ginebra a sus prisioneros de guerra, mientras mantiene a los presos de Guantánamo en un agujero negro jurídico y un infierno en cuanto a derechos humanos. Por su parte, el New York Times, más bien opuesto a la guerra, ofrece información amplia y análisis, incluyendo secciones regulares sobre la opinión de la población en los países árabes. Afortunadamente, a pesar de los daños que la guerra inflige al pluralismo informativo, la libertad de opinión y de prensa sigue siendo un gran valor en EE UU.
¿Cuáles han sido las primeras sorpresas sobre la guerra? La primera, tras varios días de carrera militar sin obstáculos, fue la dura resistencia iraquí en ciudades como Basora, Nasiriya y Nayaf, cuyo control completo había sido anunciado con demasiada anticipación. El aparato militar y administrativo iraquí no se ha desmoronado inmediatamente, como muchos preveían. Además, y esto ha sido aún más decepcionante, no se han producido las prometidas recepciones alborozadas de una población oprimida por su régimen. Comienza a estar claro que las tropas de EE UU y Gran Bretaña no son vistas como un ejército de liberación sino como un ejército invasor que persigue la ocupación del país. Más allá de la decepción inicial, esto tiene tres consecuencias. Primero, oscurece el optimismo liberacionista en la perspectiva de los enfrentamientos en las zonas centrales de Irak, donde los adeptos al régimen son muchos más que en las zonas controladas del sur y el norte. Segundo, pone en crisis la tesis de una guerra dirigida a liberar a la población iraquí; se constata que los iraquíes no ven con mejores ojos el control de su país por EE UU que por parte de su dictador local. Al fin y al cabo, ¿por qué iban a recibir con alborozo a quien los libera a golpe de misil? Tercero, se complican las perspectivas para la posguerra con el funcionamiento, en la práctica, de un protectorado de EE UU que controle el país y tutele la región. Por cierto, la negativa de Bush a poner en manos de la ONU la gestión de la posguerra, a pesar de las insistentes peticiones de Blair, indican con claridad los objetivos reales de la guerra: ocupación militar y control geoestratégico. Ya sólo Bush en EE UU (y Aznar en España) sostienen la desacreditada retórica de una guerra de liberación.
Por último, una de las sorpresas (aunque, seamos modestos, tampoco es tema de gran relevancia allí y está prácticamente ausente de los medios de comunicación) es la posición de Aznar. Tanto los partidarios como los opuestos a la guerra ven alguna lógica en los argumentos y las acciones de Blair. Pero nadie dice comprender la lógica de la posición oficial de España. Me dicen algunos partidarios de la guerra que no entienden que alguien que sale tanto en las fotos y que sostiene unas posiciones tan contundentes en la ONU no ponga un solo soldado en el frente. Suponen que al menos enviará algún cheque para cofinanciar los costes de la guerra. Y, por el contrario, España, a través de Barcelona, se ha convertido en el paradigma de la protesta ciudadana global contra la guerra. No son gratuitas las recientes palabras de Bush padre sobre las manifestaciones en Barcelona. El Washington Post tomó su imagen gráfica como ejemplo de las protestas globales del 22 de marzo. Aunque éste no es, obviamente, un asunto de comentario general en EE UU, sí está ampliamente difundido entre los opositores a la guerra y entre los analistas y expertos. Es un motivo de satisfacción para quienes aquí nos oponemos a esta guerra loca. Debemos preservarlo mediante la continuidad de nuestra expresión ciudadana pacífica del deseo de poner fin a la guerra en marcha y promover formas más civilizadas y modernas de resolver los conflictos.
Germà Bel es profesor de Política Económica de la Universidad de Barcelona y diputado del PSC.
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