Hernández Landazabal muestra en San Sebastián la ironía de su realismo pictórico
La Galería Kur resume con una veintena de cuadros la última decada de trabajo del alavés
Javier Hernández Landazabal (Vitoria, 1959), licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, se considera pintor por encima de todas las cosas. Pero es un artista versátil que domina tanto la ilustración, como el dibujo de cómics o el diseño de esculturas, y que no construye barreras entre las distintas disciplinas. Todas influyen de una manera u otra en sus cuadros, realistas y fundamentalmente de gran formato. Hernández Landazabal presenta en la galería Kur de San Sebastián una veintena de obras pictóricas realizadas a lo largo de los últimos diez años.
La exposición es una especie de antológica de la última década de trabajo del artista, uno de los principales exponentes del realismo pictórico vasco de los últimos 15 años. "Hasta ahora no había expuesto en San Sebastián y quería mostrar diferentes capítulos de la novela pictórica de mi vida", afirma el artista. El suyo es un trabajo muy personal. Porque Hernández Landazabal no se ha dejado influenciar por las modas. Construyó un lenguaje propio, esencialmente narrativo, al que ha sido fiel frente a las nuevas tendencias artísticas, más preocupadas por el color, la forma o la materia. "El arte oficialista de hoy no me interesa. Aspiro a ser un pintor singular, difícilmente clasificable, no de manual. Prefiero hacer mi propia revisión del siglo XX", dice.
Su sello está en un arte figurativo cargado de guiños irónicos, de críticas o anécdotas que en muchos casos explican la composición de un lienzo que parece no tener lógica. ¿Por qué realiza el retrato de una mujer pero oculta su rostro tras la imagen de una cámara fotográfica? Porque se hartó de los retoques que le exigía su modelo y buscó una alternativa para no desperdiciar el lienzo.
Relatos con pincel
El sarcasmo es una de las constantes de la obra de Hernández. "Es una invitación a la reflexión", apunta el artista, un escéptico declarado que escribe pequeños relatos con el pincel, pero sin descuidar la composición. "Cada uno de sus lienzos se organiza a partir de una rigurosa planificación de las formas y del color", escribió sobre él Antonio Altarriba. "Pero todas estas preocupaciones de orden estético o teórico se articulan en torno a un argumento, una intriga previamente urdida...".
Hernández es un pintor obsesionado con el arte en todas sus facetas. Por eso hay temas recurrentes en sus lienzos; la obra de Oteiza, Tintín, el mundo del cómic... O abundantes motivos que aluden al oficio creativo; desde pinceles a cámaras fotográficas, que acaban por convertirse en protagonistas de sus retratos o paisajes.
En la exposición de Kur, que permanecerá abierta hasta el 5 de junio, el pintor alavés también deja al descubierto su obsesión por las vacas y su empeño por hablar de lo universal desde lo local. Lo hace en Vacas sagradas del arte vasco, un cuadro en el que presenta al animal en primer plano mirando al espectador. Está atado en una de las salas del Museo Bellas Artes de Bilbao, que alberga obras de Ibarrola y Oteiza, junto a una suya. "Las vaca ha sido un animal sagrado en prácticamente todas las culturas", apunta.
El artista maneja el color a su antojo para resaltar lo que le interesa. En La madre de todas las vacas muestra a este mamífero sentado sobre un sillón, en grises y sepias. Sólo hay una nota de color en el lienzo y son las dos etiquetas del label vasco de calidad que cuelgan de sus orejas. La obra de Hernández Landazabal es una obra de contrastes. Sólo así se explica que en la misma sala haya una pintura pop, muy colorista, de una serie dedicada a Andy Warhol.
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